Julieta quiso quedarse

Alfas

    Los lobos habían rodeado la segunda guarida más grande de hechiceros, y agazapados en el bosque aledaño, que les servía de refugio, habían visto como una furgoneta había hecho llegar una especie de cajas llenas de botellas. Alain ya los había puesto sobre aviso hacia un par de días, cuando los hechiceros de la Convención la habían bebido. Gracias a Enzo, se habían enterado de los efectos que producía, y esa era razón suficiente para que no se acercaran al lugar más de lo estrictamente necesario para vigilar. En cuanto llegase la orden de atacar lo harían, con las máximas precauciones. Ya que el preparado de Roderica quedaba en sangre hasta tres meses.

-¡¿Entonces qué demonios hacen todos esos imbéciles de los Beta en aquel lugar?! ¡¿Cómo pudo permitir Madre que secuestren a Julieta?! –exclamó a los gritos Lamar.

-¡No grites hermano! –dijo Ranulf entre gruñidos –Ya te expliqué que es parte del plan de Madre. A Julieta no va a pasarle nada. Los idiotas de los Beta, al verse en desventaja con los hechiceros, van a buscar utilizarla a favor de ellos, obligarla. Lo que va a convertir a ambos bandos en letales. Van a despedazarse unos a otros.

-¡Es ridículo, podríamos estar ahí para hacernos cargo! –bramó Bertram.

-Nuestro trabajo es este – Ranulf señaló en dirección a donde a unos trescientos metros se hallaba en la oscuridad de la noche, la aldea de los brujos –acabar con esta plaga.

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