Julieta quiso quedarse

Julieta

    Matt estaba parado en la frontera del bosque con la playa. No lo había visto al principio, solo lo había percibido. Sentido, como una cosquilla en la piel, como una danza suave y etérea en el estómago. Le hice señas de que se acercara, y a medida que lo hacía, su energía llegaba hasta mí como una bofetada. Estaba enojado, preocupado. Más preocupado que enojado, y yo sabía que era por mí. Al principio me extrañó no verlo con Enzo, pero al cabo imaginé que habrían discutido a juzgar por la cara que traía el pobre. Sobre su hombro transportaba la ballesta cargada, como si allí, con los suyos corriera algún riesgo.

-Matt –saludé sonriendo, él no se imaginaba cuanto lo echaba de menos –No pensé que Madre te enviara.

-No lo hizo –dijo y me abrazó.

   Sin quererlo, sin casi pensarlo, toda la pelea que había tenido con Enzo, bailó delante de mis ojos como una película. Estaba allí para cuidarme. Arriesgaría su vida solo para cuidar a alguien que podría acabar con todo en un abrir y cerrar de ojos. El único ser que no necesitaba cuidados en la tierra era yo, y él lo arriesgaba todo por mí. Mi corazón, poseído por la magia, por un instante volvió a ser el de la  Julieta de siempre.

-Matt, no tenés de que preocuparte, pero si insistís podés permanecer a mi lado todo lo que gustes. Aunque te advierto que estoy con tu padre.

-¿Podés leer mi mente no es cierto? –dijo abriendo los ojos. Su inocencia me enternecía. Había traído de la muerte a su madre, y el dudaba de que pudiese leer mentes.

-Claro –dije tomando su mano –perdón por la indiscreción.

-No es nada –sonrió, pero había miedo en sus ojos –Julieta no creo que esto vaya a tener un final feliz.

-No sé si feliz, pero uno justo sí.

-¡Julieta podríamos irnos lejos! ¡Dejar esto atrás! –exclamó, preso del miedo.

-¡No Matt! ¿A dónde iríamos? ¡Estuve veintiséis años dormida, siendo otra cosa, una falsa versión de mi misma. No voy a dejar ahora, no es fácil, pero es verdadero! ¡Tengo que hacerlo! ¡Esta es mi batalla Matt! Y voy a pelearla.

-¡Puede ser de otro modo!

-Es cierto –dije –estoy tratando de hallar un modo “benévolo” por decirlo de algún modo –me zafé de su agarre –No quiero lamentar vidas, solo las necesarias.

-¡Julieta! –gritó mientras me introducía entre los cazadores que ya empezaban a formar filas -¡Voy a ir con vos de todos modos y si puedo a salvarte!

-¡No Matt! –no grité pero mi voz se oyó como un trueno -¡No se puede salvar a un inmortal! ¡Yo voy a salvarte a vos! –la magia escapó de mi como una rayo y penetró en su pecho como una bala certera.

   Matt cayó inconsciente sobre la arena. Dormido. Encantado. A salvo de mí y de sí mismo. Los demás cazadores me miraron con terror pero no dijeron nada.

-Joel –llamé –llévalo a nuestra tienda. En cuanto todo acabe lo despertaremos.

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