Julieta quiso quedarse

Jefe Beta

  Había muerto primero que nadie. Y eso me alegró y alivió. Sobre todo porque no tuve que matarlo. Si cualquiera de mis hombres, hubiese podido oír mis pensamientos, no hubiesen dudado en liquidarme. Y quizás, hacían un bien. Ya no me soportaba dentro de mi propio cuerpo.

   Brais, tendido sobre la grava de la Convención, me causaba dolor. Uno que no esperaba sentir. Había sido mi único amigo verdadero, y ahora sabía a ciencia cierta, que llevaba muerto dentro de sí mismo más tiempo del imaginado. Todo aquello, no había sido más que el último gran truco de la magia legitima. Un truco en el que todos habíamos caído. Nos habíamos fiado del poder, nos habíamos sentido seguros, respaldados en nuestros crímenes. Imbéciles. No lo habíamos comprendido.

  Mis hombres luchaban contra los hechiceros como nunca antes. Eran más veloces, más decididos, sus golpes cada vez más certeros. La muerte ganó ese lugar, y no quedó sitio sin salpicaduras de sangre de todo tipo.

   No reaccioné, no ataqué. No podía hacerlo. No lucharía contra los hechiceros. Si moría, lo haría en mi ley, contra un lupi. Y allí no había ninguno.

 

Safe Creative

Todos los derechos reservados

1806187440382




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.