Julieta quiso quedarse

Matt

-¿Entonces ella está encerrada? –pregunté mientras atravesábamos la puerta de la convención y me chocaba con el desastre.

-Así es –se quedó petrificada en la entrada –perdón Matt, pero no tengo fuerzas para entrar a este lugar. Debo volver a la casa de la colina.

-¿Estás segura de que estás a salvo en ese lugar? –no me gustaba la idea de que se fuese sola, pero ya conocía a los hechiceros como para saber que ellos raras veces están en peligro.

-Sí, claro –dijo tratando de sonreír –si preguntan por mi diles donde hallarme.

    Me giré nuevamente, y miré lo que se tendía por delante de mí. No había cuerpos, habían sido apilados y preparados para realizar una pira. La sangre, fresca aún brillaba al sol. Se me revolvió el estómago, porque había creído que jamás tendría que volver a ver aquello. Titubeé, pero al fin, ganó mi preocupación por Julieta y entré. Debía buscarla en aquel inmenso lugar. Senta no me había dicho demasiado, solo lo importante: Enzo había muerto a causa del hechizo.

     Enzo debió haberme escuchado cuando se lo dije, pero no. Me había ignorado y eso lo había matado. Y aquel error se llevaría a Julieta si no podíamos escucharla. La conocía, al menos lo suficiente, para saber que aquello la destruiría. Por mucho que me doliera, ella amaba a Enzo. Y lo seguiría haciendo.

-¡“Julieta”! –la llamé en mi mente -¿Dónde estás?

   Para mi terror la respuesta llegó. Aun no me acostumbraba a  la nueva faceta de mi amiga. Una imagen nítida de una habitación en un cuarto piso se hizo visible detrás de mis párpados como si realmente lo estuviese viendo. Ya sabía dónde ir.

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