Julieta quiso quedarse

Matt

    A medida que pasaban los días, Julieta ganaba fuerza. Eran progresos mínimos, pero algo era algo. Las legítimas devolvieron el brillo a la Convención e internaron allí, como en una burbuja a su problema, los hechiceros y cazadores desmemoriados. Vivirían allí para siempre, sin saber nada de su vida anterior. No era la mejor oportunidad de vida, pero algo era algo.

    Los cuerpos de los caídos habían sido quemados en una  inmensa pira al día siguiente de la batalla. Solo había quedado un polvo gris, que las legítimas habían guardado cuidadosamente, quien sabe para qué cosa. No quería ni saberlo.

   Los lupis habían acabado con lo que quedaba en el resto de los lugares habitados por hechiceros, y por cartas que me escribía mamá sabía que al acabar con todo habían regresado al sur a celebrar junto a sus familias. Me hubiese gustado estar allí con ellos y celebrar el fin de los tiempos oscuros. Pero mi lugar era estar junto a Julieta, Clara y la familia de Enzo. Sí, todos ellos me necesitaban para recuperarse de los golpes que la existencia les había dado, y no estaba dispuesto a darles la espalda. Ni ahora ni nunca.

   Julieta, se había reencontrado con Clara unas dos semanas después de la guerra, y ese había sido el motivo que la hiciera comenzar a salir de aquel pozo depresivo en el que se hallaba. Había sido un encuentro impresionante, sobrenatural en todos los sentidos. Solo Julieta sabía lo que había sufrido por su adorada prima. El dolor la había hecho fuerte aquella vez, tendría que volver a hacerlo ahora con la partida de Enzo.

   Con Clara presente, las cosas en la vida de Julieta habían regresado medianamente a la normalidad. Había regresado a su casa de la colina, tan cercana a la de Sofía, y juntas habían lanzado un hechizo sobre la familia de ambas para que olvidasen la muerte de Clara, como si esta nunca hubiera existido. Clara había vuelto a ver a su familia,  y ese día Julieta sonrió por vez primera después de tanto tiempo.

   Roderica había prometido ayudar a Julieta en su dolor, pero hacía días que había desaparecido y nadie sabía absolutamente nada de ella. El cuerpo de Enzo, había sido guardado en una cripta hechizada en la Convención y Julieta iba a diario a visitarlo. Me resistí a que lo hiciera varias veces, pero solo logré buscarme problemas con ella, asique desistí y dejé que lo hiciera. Enzo parecía dormido y había paz en su expresión. Aún después de muerto era muchísimo más guapo que yo.

-Él sabía que iba a morir, y no me lo dijo –me confesó una tarde de esas en que la acompañaba –prefirió dejarme realizar el hechizo.

-No digas bobadas –respondí –dejá de culparte.

-No voy a dejar de hacerlo, porque solo yo tengo la culpa de lo que le sucedió –suspiró –Era un hombre valiente.

-No me quedan dudas –confesé.

  Esa tarde, nos visitó Amara y su novio. Pasearon largo rato con Julieta por el bosque, y por alguna extraña razón, no me permitieron acompañarlos. Senta se quedó conmigo y Clara, más para vigilarnos que para otra cosa, y nos contó que su relación con el brujo Blaz, había estado negada bajo un hechizo durante siglos. ¡Puff, todo aquello era un desastre! Julieta no quiso ni mencionar lo que había ocurrido en aquel paseo, aunque intuí que serían cosas de brujos, y la verdad prefería no saberlo todo.

   La locura se desató después, una noche fría de invierno, cuando a mitad noche, me despertaron los gritos de Julieta. Corrí de una punta a la otra de la casa en un sopetón, y la hallé retorciéndose en la cama, tomándose el vientre con ambas manos. Nadie jamás imaginaría lo que sucedió después.

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