Junto a tí.

⇜Capítulo Cuatro⇝

Porque hasta las aves más bonitas se pueden perder y marchitar en la oscuridad —Heist.

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Capítulo cuatro. 
Maquina del tiempo. 
Charlotte.

Estados Unidos, 20 de septiembre del 2015.

¿Quien es la persona que me sostiene? Es es primer pensamiento que pasa por mi mente al tomar conciencia. Los espasmos por el llanto abandonaron mi cuerpo hace dos minutos, pero sigo aferrándome a esa persona con mucha fuerza, porque no quiero caer, me siento bien en estos brazos, me siento segura, fuerte y capaz de salir de la oscuridad.

No quiero soltarme, pero realmente necesito comprender todo lo que acaba de pasar. Estoy otra vez en la sala de mi casa, ya no más sótano mugriento y maloliente. Mi tía está a mi lado, y yo estoy sobre Jake, aferrada a su pecho con mis brazos. Los suyos no me sueltan, siguen firmes a mi alrededor; noto que mi tía está llorando, cosa que no me gusta puesto que es alguien muy alegre.

Me deshago del abrazo y me siento en el sillón. El silencio es sepulcral y pesado.

—¿Que ocurrió? —pregunto con miedo.

—Aun tienes fiebre —dice mi tía, ignorando mi pregunta—. Te traeré algo para eso.

Miro a Jake, quien luce despeinado y serio; su mirada no me abandona, y respiro profundo cayendo en cuenta de que él presenció todo.

—¿Que ocurrió? —repito mi pregunta, una vez que mi tía se va.

—Judith dijo que tuviste una alucinación generada por un trauma —contesta—, la fiebre provocó que perdieras la conciencia de tu cuerpo y comenzaste a llorar... Me asusté mucho.

Paso mis dedos entre mi cabello, procesando todo; hace mucho tiempo dejé de hacerme preguntas del tipo ¿Por qué yo? Nunca me gustaba la respuesta, así que no continúe buscándolas, pero en este momento, un gran signo de interrogación se forma en mi mente y encierra la pregunta:

¿Por qué a mí?

¿A quien maté en mi vida pasada Pra que me pasen cosas tan vergonzosas?

Acabo de perder el control de mi cuerpo frente a un chico, y lo peor es que es un chico lindo.

Este tipo de alucinaciones son comunes para mí, no es la primera vez que pasa, de hecho, todos los años es lo mismo en el mes de septiembre.

—Lamento que hayas tenido que presenciar eso —mi voz es plana, monótona—, no era mi intención.

Miro hacia él, lleva la misma ropa que llevaba hace unas horas, lo que me hace preguntarme ¿cuanto tiempo ha estado aquí? Mi tía llega y me entrega un par de pastillas que tomo de inmediato; el agua es a temperatura ambiente, en estos casos, evito totalmente el agua fría.

—No te preocupes por ello —dice con amabilidad—, no es tu culpa.

Pongo una mala cara y miro hacia el suelo. Desde pequeña planeaba muchas cosas para mi futuro, pero todos esos sueños se fueron esfumando dejándome en la bruma de el vacío. Vivo solo para decir que lo hago, pero quisiera disfrutar más del tiempo que me queda, poder explotar al máximo mi talento. ¿Cual es el sentido de tener una existencia tan predecible? El año siguiente, si es que me queda otro año, tendré las mismas pesadillas, lloraré la muerte de mi madre, y posteriormente, la pérdida de mi completa felicidad.

Admito que me alegraría muchísimo poder cambiar un montón de cosas, y salir de este lugar lleno de autocompasión en el que me encuentro.

—¿Que tan alta es la fiebre? —pregunto después de un rato, al ver que no paro de sudar frío.

—39 grados, más o menos —contesta mi tía, ya un poco más calmada—. Pasado mañana tienes la quimioterapia, Charlotte. La doctora Melendez te atenderá después, dice que es bueno que vayas a hacerte unos cuantos exámenes, es conveniente que te hagan otra punción lumbar para saber si el cáncer no ha migrado a otro sitio.

—¿Podemos hablarlo en otro momento? —inquiero entre dientes—Necesito hablar con Jake.

Mi tía entiende la referencia y se levanta del sillón, no muy contenta por mi comentario—: No seas grosera, estoy preocupada por tí.

Me deja a solas con el chico que sigue mirándome fijamente. No se si sentirme molesta o simplemente olvidar todo, pero la verdad es que su silencio en el auto caló muy profundo, tenía esa mirada, la mirada que tienen los demás al saber que no voy a vivir más que unos meses, y no me gusta eso, así que preferí alejarme ya que es su decisión si quedarse o irse, pero debe tomarla con calma. No es sencillo encariñarse de alguien a quien sabes que vas a perder, por lo que todo está en sus manos.

Así es mi vida, me aparto de las personas que son potenciales fuentes de debilidad para que no sea más difícil el hecho de que básicamente no estaré por mucho tiempo.

—Te voy a ser sincera —digo sin mirarlo—. No sé que piensas de todo esto, no es tu problema, así que puedes irte cuando desees; tengo miedo de que te encariñes y será muy tarde para cuando comprendas el signi...

—Basta —me interrumpe. Toma mi mentón haciendo que lo mire a los ojos, unos ojos que expresan convicción y seguridad—. No dejes que la molestia hable por tí. No quiero alejarme, de hecho, voy a protegerte hasta donde mis alcances me den, incluso si es de tus propios demonios, pero solo si tú me permites estar cerca. Traje algo —saca de su bolsillo un reloj—, quisiera devolver el tiempo al momento que me confesaste todo, para no quedarme callado como estúpido.

<<¿Quieres viajar conmigo al pasado para saber realmente lo que iba a suceder?

Río ante su ridícula propuesta. Me encojo de hombros, es su decisión estar junto a mí, como un amigo—: Viajemos hasta el pasado.

Toma mi mano entre las suyas y le da un apretón, carraspea—: Principalmente diré que soy un idiota por quedarme en silencio. Tenía muchas ganas de decirte que estoy aquí para apoyarte, para hacer que tus días sean más interesantes, para que lleves un montón de recuerdos a donde sea que vueles. No puedo creer que alguien tan joven como tú tenga que enfrentar el cáncer, pero estaré aquí, a pesar de que no te conozco mucho, pero hay algo en mí que me dice que no te deje ir.




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