Junto a Ti

Capítulo 9

El sol estaba ya en su apogeo cuando decidió que era tiempo de volver al castillo y controlar cómo había despertado Lady Realish. Tomó las acuarelas y el retrato de su padre que había estrujado de sus recuerdos tan vívidos.

Subió los peldaños de las cortas escaleras que ascendían por los senderos de piedra del jardín, y tomó la puerta que daba hacia la cocina para poder servirse una taza de té y algún bocadillo. Entornó la puerta y saludó a quienes ya habían arrancado la rutina en la cocina, que por supuesto era ardua, sobre todo en aquel momento en que había visitas en el castillo.

Cargó una taza y un bocadillo caliente que rápidamente acercó a su boca para soplar con vehemencia, pues estaba caliente en exceso. Tomó el pasillo de la derecha por completo sumida en su tarea de enfriar aquel manjar con miel y canela. Cuando levantó la mirada al no dar de primera con la escalera de servicio, se percató que había tomado el corredor equivocado y estaba frente a la biblioteca.

Sus ojos obnubilados abre aquellas estanterías repletas de ejemplares antiguos y que jamás hubiera creído que existieran, se extendían frente a sus ojos rodeándola. Se olvidó por completo del bizcocho hasta que el calor sobre su mano volvió a demandar su atención y terminó arrojándolo en el bolsillo de su delantal. Aquellas murallas de conocimiento cubrían por completo desde el piso hasta el techo abovedado, con un sector central con sillones, una larga mesa y una escalera que permitía subir a un piso secundario con barandas, que permitía acceder a los libros más altos. Contuvo la respiración al mismo tiempo que sus suspiros y movió su cabeza en negativa, como si aquel sueño fuese demasiado perfecto para ser real.

Libros, rollos y mapas antiguos perfectamente limpios y acomodados descansaban en ellas y en especial aquellos de papiro

Libros, rollos y mapas antiguos perfectamente limpios y acomodados descansaban en ellas y en especial aquellos de papiro. Apenas si podía creer que sus dedos acariciaran un tesoro semejante cuando unas voces de la habitación colindante distrajeron su atención, por lo que tomó varios al azar de la estantería y subió las escaleras casi a hurtadillas hasta su habitación, los dejó en su mesa de noche para entretenerse mientras Lady Realish tomara alguna de sus siestas.

Cruzó el pasillo a paso presuroso y entornó la puerta de la habitación de la duquesa.

Las voces la hicieron sonreír, pues al menos en su ausencia había llegado alguien a compartir un corto momento con la señora.

Se detuvo en el recibidor y aguardó, aunque no tardó en dilucidar que se trataba del hijo menor. Tenía la voz parecida a la de Gabriel, pero con un toque más áspero y distante. Se detuvo junto a la puerta y apenas golpeó con sus nudillos suavemente.

-Adelante. -La voz calma de la señora le permitieron el ingreso y apenas atravesó el umbral ella estaba sentada en su mecedora, y de pie junto a la ventana y de espaldas a ella, quien ya suponía.

-Buenos días, milady. -El hombre no se volvió a darle el buenos días, y ni siquiera la miró.

-Dana, por favor, ve a preparar todo eso que me pones en el pecho que apenas si puedo respirar.

-Sí señora...

Se acercó a la mesa y con cuidado tomó el recipiente y las compresas, mientras la conversación entre ambos continuó como si ella no estuviera presente.

-Madre, ya lo he intentado. No sé puede razonar con él y hasta el día de hoy cree que tiene la verdad absoluta.

-En este lugar la tiene, y tienes que respetar eso.

-En lo demás, tal vez. En mi vida, no.

-Por favor, hijo, te suplico que no comiences nuevamente.

-No comienzo nada, he venido a informarle de mi decisión y a presentar a mi prometida. -Lady Realish suspiró y a Dana no se le pasó por alto que había rodado sus ojos. Quiso reír, pues se le hizo gracioso ver su rostro en aquel gesto tan impropio para una dama de su alcurnia.

- ¿Y Morrison tenía que ser? -Preguntó ella con ironía. Dana apretó su frente, pues aquel apellido le sonaba en su mente, y demasiado, aunque no dio mayor importancia al asunto.

-Lo siento si te disgusta, es a lo que puedo aspirar, no es gran cosa, pero me agrada. -Ella hizo una mueca de desagrado. Se preguntó a si misma si acaso todos los hombres se referían a sus prometidas de aquella manera. Había esperado quizás un "la amo", "la quiero" o algo semejante; pero bajo ningún concepto se esperó tremenda declaración, y por un momento se preguntó si quizás Greg había dicho lo mismo sobre ella alguna vez. La idea le resultó terrible y como una afrenta aún mayor a su orgullo herido, que prefería no pensar en él y olvidar que alguna vez se habían conocido.

-No es que me disguste, es que creo que podrías encontrar alguien mejor, más educada, más atenta contigo y su casa. -Murray río con ironía.

-Ahora menos que nunca voy a pretender algo mejor. Soy lo que soy y lo que me tocó en suerte, por desgracia.




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