Junto a Ti

Capítulo 13

Hubiera preferido correr o quizás volver el tiempo atrás y no haber oído aquella conversación. Hubiera deseado no haber llegado a Leloir ni conocer al duque de Rutland, quien había aprovechado su posición, sus galanteos y sus encuentros casuales para divertirse con ella. Pero en lo que llevaba de vida nunca le habían preguntado su opinión sobre las cosas que le habían sucedido, simplemente se le imponían como un torrente tempestuoso de acontecimientos fatídicos a los que se veía obligada a sobreponerse.

Escurrió su mente intentando preguntarse qué clase de hombre haría algo así con una muchacha humilde como ella, que solo se había dedicado a darle a su madre las mejores atenciones. No encontraba respuesta, así como tampoco a su corazón desbocado e inocente que se lanzaba al amor sin medir consecuencia alguna, que se había ilusionado por segunda vez y ésta peor que la anterior, pues parte de la culpa por lo que sentía era propia, por ingenua y por soñadora.

El doctor Hendricks la observaba expectante, y por más que deseó darle alguna explicación válida sobre su estado de llanto y desarreglo, nada coherente venía a su mente. Le vio desmontar de su caballo y acercarse a ella preocupado.

-Señorita, dígame por favor... -Suplicó.

-No merece la pena oír ninguna explicación al respecto, sólo pedirle que si está en sus manos ayudarme de alguna manera posible y discreta, me saque de Leloir. -Susurró mientras secaba sus lágrimas.

- ¿Pero ha sucedido algo grave?

-No, es solo que no he podido acostumbrarme a la gente de aquí... creo que Lady Realish está mucho mejor de salud y que podría volver a mis obligaciones en Roths o simplemente regresar a mi pueblo. -Hendricks asintió con un leve movimiento de cabeza, suponiendo que quizás la habían menospreciado, y posiblemente fuese Catherine Realish.

-Acompáñeme por favor y veremos cómo se encuentra la duquesa. Si todo está bien, supongo que podríamos arreglar este asunto. -Tomó las riendas del caballo y volvieron caminando a paso lento por el sendero mientras Dana acomodaba su cabello y reponía su estado de ánimo, pues la llegada del doctor se sentía como un bálsamo. -De todas maneras, no olvide mi propuesta. Sus capacidades son excelentes, realmente creo que podría ser de ayuda a muchos de mis pacientes, y una colaboradora indispensable en mi práctica diaria. -insistió con voz calma.

-Lo pensaré... por ahora solo quiero salir de este lugar.

-Entiendo... -Se hizo un breve silencio y luego continuó -Pero cuénteme, ¿Cómo está el cabello de nuestra paciente? ¿Ha sido positivo un tratamiento tan sacrificado? -Dana sonrió sabiendo que la idea de cambiar el tema de conversación, obedecía a la buena voluntad de aliviar su lamentable estado de ánimo.

-Sí, he visto algunos creciendo. -El doctor sonrió satisfecho y continuaron la caminata de regreso al palacio.

Gabriel extendió el brazo a Keira y entre risas y charlas, el grupo tomó la salida hacia los jardines que se encontraban en frente, con claras ideas de jugar criquet o al menos esos eran los planes, aunque la mayoría de las damas no llevaban vesti...

Gabriel extendió el brazo a Keira y entre risas y charlas, el grupo tomó la salida hacia los jardines que se encontraban en frente, con claras ideas de jugar criquet o al menos esos eran los planes, aunque la mayoría de las damas no llevaban vestidos acordes para correr y algunos caballeros preferían sentarse en la glorieta a tomar aire fresco. El sol daba de lleno en la humedad de la hierba y la tierra, haciendo que subiera de ella un vapor denso y casi insoportable.

Mientras bebían limonada y conversaban animadamente, Gabriel y Keira se apartaron apenas unos metros de los demás, recorriendo los estrechos senderos que se adentraban entre malvas, azucenas y tulipanes.

-Este lugar es precioso, no entiendo cómo puedes soportar Londres teniendo este vergel natural tan perfecto.

-Me gustara o no, no tengo otra alternativa cuando son las sesiones del Parlamento, aunque de igual manera disfruto mucho de mi casa y ese espacio. -Ella asintió con una sonrisa y aprovechando la intimidad que le daba el jardín, él se acercó para besarle, pero ella retrocedió un paso con cierto dejo de timidez.

-Sabes que no te expondría... y sabes también que te estoy esperando ¿verdad? -preguntó con mirada inocente mientras apoyaba sus manos delicadas en su ancho pecho. Gabriel hizo un suspiro contenido y por dentro maldijo aquel instante en que las palabras convincentes no venían a su mente. Nada romántico pero poco comprometedor, un poco distante pero cercano. Sabía que en algún momento ella reclamaría algo más que ser el encuentro pasional del duque de Rutland, pero no estaba dispuesto a someterse a una mujer, y por alguna razón que desconocía, no podía imaginar su vida despertando a su lado cada mañana.

-Te entiendo... -comenzó el discurso básico que solía decir a las señoritas cuando el momento del reclamo llegaba, pero en uno de aquellos movimientos esquivos que hacía con la mirada para no tener que verla directo a los ojos mientras rehuía al asunto del matrimonio como solo él sabía hacerlo, vio a Dana caminando por el sendero principal de Leloir, acercándose a la puerta junto al doctor Hendriks. Apretó el ceño y las palabras se le escurrieron olvidando por completo lo que estaba por decirle a Keira, que aguardaba abstraída y esperanzada en su respuesta. Se volvió hacia el lugar que él observaba y luego se concentró ansiosa en su respuesta. Gabriel bajó la mirada y trató de retomar lo que estaba diciendo, pero sus ojos volvían a la pareja que tomaba el ingreso del palacio, perdiéndose de su vista. Titubeó por un instante y finalmente tomó las manos de Keira y las besó con delicadeza. -Tendremos que dejar esta conversación para otro momento porque necesito comunicarme con el doctor y ponerme al tanto de la salud de mi madre. Discúlpame. -Ella asintió como si no le quedara alternativa y se quedó de pie observando a Gabriel que se alejaba caminando con rapidez.




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