Junto a Ti

Capítulo 21

Sus labios como suaves ondas se estiraban mientras aquella melodía a la que tanto se había acostumbrado llegaba a sus oídos como un arrullo. Se detuvo en ella y apretó sus labios al tomar aquel sobre en su mano. Por el peso supuso que Caldwell había cumplido y aquello alivió su corazón.

—Seghor Gibbghs, adelághtese, lo alcanzarégh logo.

El anciano asintió y él caminó presto hacia aquel cuarto ante la imagen extrañada de Dana. Se sentó en el camastro y bajo el rayo cálido de luz que ingresaba por la ventilación, rompió el lacre y las libras escaparon del sobre. Las dejó a un costado y tomó la carta de su amigo desplegándola frente a sus ojos y deteniéndose en cada una de sus palabras.

Rutland:
Al fin has dado alguna señal de lucidez, querido amigo, pues la última vez que te vi divagabas en mundos alternos e invisibles. Quisiera pensar que eran hermosas piernas largas envueltas alrededor de tu cuerpo, las que te atormentaban.

Gabriel sonrió y podía imaginar el tono de voz de su amigo al pronunciarlas. Enmarcó una ceja y movió su cabeza en negativa. Claro que él también lo hubiera deseado, hermosas noches en buena compañía a estar perdido en semejante pesadilla. Volvió a concentrarse y continuó la lectura.

Menos mal que recordaste aquel asunto de faldas que nos envolvió en semejante odisea, pues de lo contrario hubiera creído a todas las habladurías y  no estaría escribiendo estas palabras en estos momentos.

Tu hermana ha enviado una carta avisando de tu terrible ventura con la mujercita, solicitando información y rogando discreción. Te aseguro que lo creí, esa enfermerita no se despegaba de ti aquel día, y me dio mala espina. Ten cuidado con ella y no te confíes, pues no te ha hecho bien, sino un gran mal.

Tu familia ha tenido sesión en el tribunal, aducen que no estás bien y varios testigos lo afirmaron. Por supuesto que no me presté a ese asunto, no por creerte cuerdo, porque créeme que esos días estabas tan loco como Lady Rafee; sino porque me dio real pena lo que te estaba sucediendo.

Solo puedo decirte que ya han enviado la petición a la reina, quien para tu suerte está en asuntos complicados  con el opio  y aún no se ha explayado en ese asunto, supongo yo que por el cariño que te guarda, de lo contrario estarías perdido. El tribunal no demoró en aceptar los testimonios y sumado a tu desaparición en medio de la noche y sin claras ideas o señales de tu salud, han creído que lo mejor es que Murray tome control de tus bienes, por lo pronto de manera provisoria.

Otro asunto que me apena decirte pero que creo eres merecedor de saber, es que tu madre está muy enferma. He oído que sus fuerzas son muy escasas y apenas si esta despierta por cortos momentos. Creo que todo este asunto le ha afectado en demasía y el doctor Wilkins no ha podido hacer mucho por ella. Lo lamento mucho.

En dos días nos veremos en Londres. Esperaré por ti en mi casa y veremos cómo seguir.

Frank Caldwell
Conde de Cronualles

Dejó sus manos al costado de su cuerpo y la hoja apoyada en el camastro mientras un leve movimiento frente a él lo distrajo. Dana estaba de pie mirándolo con atención y un dejo en su rostro de algo más que no alcanzaba a dilucidar por completo.

Había leído con tal abstracción que no se había percatado de su presencia.

—Hagh reappndidgho. —dijo escueto.

—¿Buenas noticias, Milord? —Preguntó con un dejo extraño en su voz. Gabriel levantó las libras y las sacudió en el aire. Ella apenas sonrió pues al menos ya tenían el dinero para el viaje y aquello solo significaba que la aventura estaba llegando a su fin. Tragó saliva con una mezcla de sentimientos apretados en su pecho, esa sensación de que todo volvería a la normalidad, y al mismo tiempo una de pérdida. Ya no habría más Edmund y Adele, no habría más conversaciones ni tiempo juntos, no habría noches oyendo su respiración cercana, ni la expectativa preciosa de verlo llegar por las tardes al caer el sol. Todo aquello había sido una fábula como  aquellas que solía oír de labios de su padre.

Gabriel prefirió guardarse algunos detalles de la misiva y solo ahondó en los que la incluían a ella de alguna manera.

—Migh madghre estgha enferghma. Débilgh y… —Dana apretó su frente al oír aquello mientras Gabriel se ponía de pie disgustado. Lady Realish conservaba buena salud cuando salieron del palacio, estaba en clara mejoría y hasta cabello estaba creciendo en su cabeza. No podía entenderlo. —… egh dotorgh Wilghinks no tenegh esperanghaz, al paregher.

Wilkins era su respuesta. Aquel médico vetusto y de extraños comportamientos que distaba en demasía de lo que podía considerarse óptimo.

—No confío en él, Milord. No me agradan sus decisiones ni sus métodos… créame que usted estaría muerto si hubiera sido por lo que él creía mejor… creo que ha sido un grave error de su familia permitir que él atienda a Lady Realish en lugar del doctor Hendri…

No alcanzó a terminan de pronunciar su nombre que Gabriel resopló fastidiado, interrumpiéndola.

—Nogh puedgho hager nada…  sologh apurarghnos… —Dana se detuvo en sus palabras y apretó el ceño nuevamente. —Legh estághn culpanghdo de lo sughedido, no quierogh que sugheda nadgha que logh complighue tghdo. Irmghos a Longhres y candgho habghle con Caldghwell odrágh volvegh a su puebghlo.




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