Junto a Ti

Capítulo 41

Se cubrió con el sobretodo y acomodó el sombrero sobre su cabeza mientras ya avanzaba los pasos hacia la puerta.

- ¿Nos veremos en St. George? -preguntó Caldwell tan apresurado como la caminata de su amigo, que con un movimiento de su cabeza asintió. - ¡Ire más tarde! -anunció mientras chasqueaba su lengua preguntándose si acaso lo había escuchado.

Gabriel fijó su mirada en el carruaje con el blasón de Rutland e ignorando las insistentes preguntas de la gente alrededor, encaminó hacia el mismo, ansioso y con un nudo en su estómago por encontrarla allí.

Cruzó la calle repleta de barro y pequeños charcos, para encontrar la puerta abierta por el cochero y su mirada cristalina dentro, que sólo trajo paz y bonanza.

-Daghna... -Musitó mientras se sentaba a su lado y su cuerpo se relajaba. -He teghnido el corghazón en la maghno pensaghndo que me haghbías deghjado nuevamente... -Ella bajó su mirada, avergonzada por sus palabras que parecían recordarle que se había equivocado. Gabriel sonrió y tomó su mano entre las suyas, rodeándola y llevándola hasta sus labios. -Debo conghfesarte que he senghtido un peghsar, un dolghor agudo en mi peghcho... teghnía mieghdo. No erghan ellos ni Rutghland, era perghderte. Lo sé ahorgha que estaghs frenghte a mí...

-Lo siento mucho... no he debido irme así. -El acarició su mejilla y la atrajo tan cerca que Dana se estremeció.

-No vuelghvas a deghjarme. Yo te aghmo. Podghría vivir sólgho a tu laghdo y me alcanzarghía. ¿Por qughe no me esperghaste? -Sus palabras habían rozado su corazón herido y lo habían vuelto a la vida en aquel mismo instante.

-Debía hablar con Darla para que se adelantara a Leloir. Ha vuelto con Kent en el carruaje. No le reprendas, te lo ruego... solo ha querido ayudar a Lady Realish y lo de Hendricks aun ahora me cuesta creer y entender... -Gabriel irguió su espalda y apoyó su cabeza en el carruaje.

-No ségh qughé harghé con ella... de solo penghsar que si hubiergha acataghdo las órghdenes de Kent migh madghre...

-Si hubiera hecho eso, ella estaría en Leloir y tú habrías perdido todo... No imaginas el apoyo que ha sido para mí, el ánimo que me ha dado, su compañía... Descontando su ayuda y su testimonio que han ayudado y mucho... Te lo suplico, no ha sido su intención. -Gabriel corrió sus ojos de los suyos suplicantes. Su transparencia y la dulzura de su petición luchaban contra su dolor y su orgullo.

-No logh sé... No pueghdo pensghar en eso ahorgha. Solgho quiergho ir a caghsa y ordeghnar mi mentghe que es ughna marghaña de dudas y dolghor, pero teghnerte aqughi alighvia mi corghazón... -Ella contuvo sus palabras que pretendían insistir en la inocencia de su amiga, y aquella declaración sumada a su cercanía y el perfume húmedo de su piel la distrajeron, mientras él levantaba su mentón y se acercaba a sus labios deseosos dejando sobre ellos la suavidad de los suyos.

-Gabriel... es... -Se había acercado más a ella y apenas le permitía hablar pues la besaba insistentemente. -Es que... déjame hablar... -Él sonrió y se apartó apenas unos milímetros para permitirle pronunciar lo que deseaba. -Tampoco es simple, aun está ese niño...

-Eres mi espoghsa. -Dijo con firmeza y una dulzura que jamás le había oído. Lo vio meter la mano en su bolsillo para extenderle el dictamen de la reina.

- ¿Qué significa?

-Lo qughe te he dighcho. Ereghs mía y no voy aleghjarme ni perghmitiré que lo haghas. -Lo oía perpleja y sentía una mezcla de alivio e incertidumbre.

Gabriel golpeó el techo del carruaje y éste comenzó a moverse. Se oía el murmullo del agua cayendo y muchas preguntas que responder. Quería saberlo todo, hilvanar sus dudas y entremezclarlas con las propias. La abrazaba rodeándola mientras su cabeza descansaba en aquel espacio junto a su pecho. Apoyó su mano sobre él y le oía hablar mientras su pecho subía y bajaba, pareciendo aquel lugar precioso el mismo paraíso. Se preguntó mirando hacia la calle húmeda y grisácea si alguna vez podrían estar así hablando de sus propios planes, de sus hijos, de cosas bonitas. Tragó saliva y cerró sus ojos intentando apartar la respuesta que constantemente venía hacia ella.

El carruaje se detuvo frente a St George.

- ¿Creeghs que loghren dar congh él?

- ¿Qué? -preguntó distraída y el apretó su frente mientras le extendía la mano para ayudarle a descender. -Perdón... ¿Qué dijiste? -Gabriel sonrió.

- ¿Has oighdo algo de toghdo lo que hegh dighcho? -Inspiró profundo mientras las palabras vinieron a sus labios, pero él se adelantó-No pueghdes menghtir, Amerghy... -inevitablemente miró sus ojos dulces que brillaban picarezcos y sólo recordó aquella sonrisa que le había dibujado cuando se conocieron en la habitación de Lady Realish al descubrir que él era el duque. Sonrió mientras resoplaba, pero sin apartarse de su rostro que parecía transportarla.

-No he oído nada... me he quedado en tu pregunta sobre el floripondio... -El se detuvo bajo el agua y rio estupefacto.

-Daghna... eso fue cuanghdo reghcien abandonábaghmos la cancillerghia...

-Sí... ¡qué vergüenza! Perdóname por favor...

Él le abrazó mientras acomodaba su capa en su cabeza y avanzaban hacia la puerta donde aguardaba un lacayo.




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