Aunque estaba prohibido, Nataly discretamente tomó una fotografía con su celular de la cantinera, en casa miraba la imagen a cada rato, al otro día fue a un centro de fotografías, mandó a imprimirla en un tamaño de 20 x 25 cms., incluso pagó para que arreglarán la resolución lo mejor que pudieran. Cuando la vio se dio cuenta que era casi idéntica a su madre, se podría decir que parecían hermanas.
Una semana después de ir a esa muestra, ella soñó con la mujer de la foto, estaba con un vestido largo, quitasol, sombrero y guantes, conversaba con una amiga sobre la empresa minera de su esposo en la lejana Antofagasta, que por ahora le iba muy bien, pero que temía que pronto se la expropiará el gobierno boliviano.
Cuando despertó se sintió extraña, fue tan vivido lo que vio que por un rato se sintió como cuando estaba drogada, por suerte el resto del día fue normal, pero desde esa noche comenzó a ver un poco más de la vida de esa mujer, hasta que escuchó el nombre de la dama, Margarita Lagos de Rivera.
Debido a estos sueños despertaba cansada, era como si mientras dormía no descansaba, fue al médico, que le dio licencia por dos meses por estrés.
— Nataly, debes relajarte, según me contaste la adopción demorará, eso debe ser lo que te tiene tan angustiada.
— No creo doctor, estoy tranquila en ese tema, es que... no duermo bien, despierto cansada, eso es todo.
— Compra estas pastillas, te ayudarán a descansar mejor.
Pero los sueños siguieron, al final decidió viajar al lugar donde escuchó que la mujer vivió, Colina, cerca de la capital de su país, a su esposo no quiso decirle nada de lo que ocurría, debía ser solo como dijo el Doctor, por los nervios. Decidió inventar que quería ir a ver la posible pista por una tía lejana, viajó sola. Cuando llegó fue a la iglesia más antigua de la ciudad, y con la ayuda del párroco, a quien le dijo que buscaba su árbol genealógico, logró encontrar la partida de nacimiento y matrimonio de la señora con quien soñaba, buscaron algún otro registro más, había una pequeña mención en el diario personal del sacerdote de ese tiempo de unas mujeres que fueron a la guerra como asistentes, entre ellas iba Margarita, que fue a Antofagasta.
Nataly volvió a su ciudad nerviosa, pensaba que si descubría que todos los datos que tenía no eran reales iría a un psicólogo, pero ahora más que nunca sintió que por algo veía a Margarita, y decidió seguir investigando la vida de la mujer.
— ¿Cómo te fue mi amor? — preguntó Nicolás al recogerla del Terminal de Buses.
— Mal, si era una tía muy lejana, pero murió hace mucho tiempo y no dejo descendencia — mintió complicada.
— No importa — le dio un beso tierno — ahora los dos somos nuestra familia.
Como todavía tenía licencia, Nataly aprovechó de contactarse con grupos independientes que estudiaban la historia de la ciudad de Antofagasta, y de los archivos del gobierno. Una noche soñó que la mujer ya no tenía noticias de su esposo, por eso se enlistó para ir como cantinera a la guerra, contra el deseo de su familia, fue testigo de cómo el padre quiso encerrarla para evitar que hiciera esa "locura, pero ella insistió.
— Si va usted deja de ser mi hija — dijo el hombre mayor serio.
— Adiós padre, es mi deber buscarlo — cuando ya nadie de su familia la veía lloró un rato, luego se fue.
Unos días después por fin logró ubicar a la señora Lagos de Rivera en un regimiento en Calama, luego estuvo en Arica, en el grupo que tomó el Morro, luego que terminó la guerra fue licenciada y se instaló en Antofagasta, donde compró una casa que convirtió en una pensión. Nunca se mencionaba a su esposo, ni a otra pareja que hubiera tenido.
En ese punto, soñó que estaba al lado de la cantinera.
— ¿Qué te pasa? — preguntó Nataly al ver a la otra llorando angustiada.
— No puedo encontrar a mi esposo, fui enterrada en tierra consagrada, pero él no, si no lo encuentran y lo dejan en un cementerio, jamás podremos volver a encontrarnos, han sido tantos años de esperarlo.
— ¿Qué puedo hacer?
— Por favor búscalo, ayúdame.
Despertó con una gran desesperación, pensar en estar en la misma situación de la fantasma le rompió el corazón, de nuevo mientras Nicolás iba a trabajar ella revisó los registros en la Biblioteca Central. Encontró por fin una referencia a Pablo Rivera Castillo, dueño de una mina de salitre que se negó a pagar el nuevo impuesto al mineral exigido por el gobierno boliviano, por eso fue arrestado, luego que Chile tomó la ciudad de Antofagasta, no había más registros sobre esos prisioneros.
Decidió ir a la embajada Bolivia.
— Dígame — preguntó una funcionaria que estaba a la entrada del lugar.
— Busco información sobre unos prisioneros de la Guerra del pacífico, específicamente de uno chileno.
— No tenemos nada de eso — dijo con voz monótona y cansada — le aconsejo que vaya a La Paz, puede que algún grupo histórico pueda ayudarla.
En vista del problema, y que no podría viajar sin despertar las sospechas de su esposo, logró comunicarse vía computador con unos historiadores de Bolivia, ellos le ayudaron con algo de información, al parecer fueron varios chilenos los que no quisieron pagar el nuevo impuesto, se indicaba que fueron dejados libres el día que los chilenos llegaron a Antofagasta, pero la información era muy general, no se daban nombres.
Para esa época ya Nataly estaba muy demacrada, el médico le sugirió a su esposo internarla, ya que sino sus nerviosos no aguantarían dijo.
Esa tarde fue a verla Mariana, Nicolás se lo pidió para ver si a ella podría convencerla de internarse, y saber si había algo más que la tenía así, él sentía que su esposa le ocultaba algo, su amiga logró que la otra le dijera lo que le venía ocurriendo por meses.
— Nataly, no te preocupes, todo irá bien — dijo acariciándole la cabeza, mirándola con tristeza.