“Sanar tus alas y volver a volar, es como volver a empezar de cero, con la ventaja de que cuentas con expericiencia, sabiduría y confianza en ti misma”
VICTORIA
Hoy es uno de esos días en los que sonrío por todo. Siento como una felicidad sobrepasa mi ser. Hoy es mí día y eso me hace feliz. Pero, toda felicidad tiene un motivo, el mio con nombre y apellido. Es mi aniversario con Paul García, nuestro primer aniversario. Lo conocí por mi amiga Lucía en la facultad de ‹‹Relaciones Públicas y Marketing››.
Paul es guapo por genética, es de los chicos que se roba miradas de forma automática. Sin duda un chico hermoso. Ojos claros, alto, cabello negro, fornido debido al ejercicio que hacia en la facultad y actualmente a sus mini maratones en las mañanas. De personalidad se podría decir que tiene su carácter, fuerte y peculiar, pero al final creo que es el amor de mi vida.
—Victoria despierta —aplaude mi amiga frente a mi rostro. Salgo de mi ensoñación y la miro. Lucía está mostrándome unos conjuntos de lencería preciosos, hoy quiero sorprender a mi novio y por primera vez. No es común ser virgen a los veinti dos, soy un ser extraño—. ¿Cuál elegimos?
Esto es más difícil de lo que puedo imaginarme, aún recuerdo la primera vez que fui a comprarme ropa interior sin mi mamá, mis mejillas se tiñeron de rojo y me morí de vergüenza mientras me provaba el sujetador sobre la ropa. Y ahora es como si la experiencia se repitiese, pero en nivel extremos. Estoy nerviosa y emocionada a la vez.
—No sé, los dos me gustan —alzo mis hombros restando importancia y mirando a los conjuntos con indecisión. Me encantan. Los detalles de encaje y la sensualidad que representan es inimaginable, son muy sexies.
—Bueno entonces los dos —solo puedo rodar los ojos, a veces mi amiga puede ser un tanto exasperante.
—¡¡Lucía!! —la regaño un poco escandalizada mientras pongo mi cara enojada— No… —advierto, dudo que de su brazo a torcer. Ella es un hueso duro de roer.
—Pues si no te decides… son los dos —presume con calma. Sin dejarme opción llama a la dependiente de lugar y le entrega los dos conjuntod, uno rojo y otro negro completamente de encaje y de diseños similares.
¡Hermosos y sexys!
Recorremos unas cuantas tiendas más y cuando nuestros pies comienzan a doler, salimos del centro comercial. Sonrio con emoción al ver las bolsas en mis manos. Todo está listo para festejar ¡Un año! aunque para decir verdad lo conocí desde que empezó la carrera.
Al inicio nos odiamos, pero del amor al odio solo hay un paso. Hace tres años nos comenzamos a llevar mejor, con pequeñas conversas creamos una especie de mejores amigos o algo así, nuestra amistad se desarrollo de forma lenta. Siempre he sido una mujer reservada. En la secundaria fui muy tímida y en universidad continue en esa misma línea. Él y Lucía eran mis únicos amigos durante toda la facultad. Finalmente, hace un año los dos nos graduamos y él se me declaro y ahora ejercemos en diferentes empresas. Toda una aventura que aún continua.
Conduzco junto a Lucía quien va entonando la movida melodía de ‹‹Felices los cuatro››, solo me río. No puedo creer lo que dice aquella canción aunque claro, no es un hecho muy lejos de la realidad.
Casi media hora después estaciono mi auto en el parqueadero de mi departamento. Sacamos todas las cosas que trajimos y subimos al piso catorce en el cual vivo junto a Paul. Es un lugar pequeño, tiene unas tres habitaciones, un baño, una cocina en estilo abierto con la sala y bastantes ventanas que lo hacen luminoso.
—Abre la puerta Vicky. Tienes que irte a poner muy…muy bella y tenemos el tiempo contado, hermosa —dice mientras busco las llaves en mi bolso.
—Ya voy, no me estrés porfavor —expreso, mirandola sobre el hombro—. Te pasas de exagerada —sonrío ligeramente. Veo como rueda los ojos y me río por sus muecas, algo tan natural en ella y por eso la amo, es muy buena amiga.
—Voy a dejar esto… —alza una bolsa— en la cocina mientras tanto tú date un baño —me lanza un beso.
Sonrío y me encamino a mi habitación que es la última del pasillo. Pero algo me detiene abruptamente, mis pies se quedan estáticos en su puesto y afino mi oído. Respiro con dificultad mientras escucho gemidos, y no estoy loca, son gemidos y jadeos provenientes de mi habitación.
Siento como me congelo de pies a cabeza, se lo que puede pasar, aunque mi mente busca darle una explicación a lo inexplicable se lo que se avecina y me trato de convencer de que no sea real.
Camino lo más serena que puedo. Comienzo a hiperventilar, mi corazón se acelera freneticamente, todo a mi alrededor gira, siento que llego al borde de un abismo. Tomo el pomo de la puerta y me quedo unos segundos con mi mano sobre el metal. Por un momento se me pasa la idea de dejarlo todo e irme, pero mi otro yo quiere ver y saber. Tomo una profunda respiración y abro con la mente en blanco, sabiendo que tal vez lo que vea acabe con todo a su paso.
‹‹¿Porque me ciego a una realidad, que es más que evidente?›› Y ahí está. Lo que suponía. Lo que creía. Lo que era lógico. Esta en mi cara. Me engaña.
—¡Paul! ¿Qué mierda es todo esto? —tonta así me siento.
—¡Vic! —salta de la cama—. Amor mírame, no es lo que piensas —me dice desesperado mientras se acerca y trata de tomar mi brazo. Ni siquiera lo pienso cuando estampó mi palma en su rostro.