Juntos para crecer (editando)

2. Londres

VICTORIA

‹‹Se que soy y seré fuerte. Pese a las tormentas y bullicios externos e internos sigo de pie y sigo avanzando sin detenerse››

A la mañana siguiente unos golpes fuertes e insistentes en la puerta de la entrada hacen que me levante. Abro mis ojos y poco a poco voy recopilando cada detalle de la noche anterior. De la horrenda noche del día anterior. 

Los golpes y gritos continúan haciendo que Lucía y yo nos incorporemos. Aún sigo conmocionada por todo lo vivido hace unas horas. Siento mis ojos hinchados por las lágrimas, mi cuerpo cansado y mi corazón dolido. Una mezcla que me hace sentirme decepcionada y engañada.

Uno nunca está preparado cuando le tiran un balde de agua fría, para que destruyan lo que se supone eran sus sueños e ilusiones, porque la vida es tan efímera que en un abrir y cerrar de ojos puedes dar un giro de 180 grados, sin retorno y tu mundo se pone de cabeza.

Lo que conocías, lo desconoces

Lo que te hacía feliz, te hace triste.

Lo que amabas, comienzas a odiar.

Y todo se concluye en una sola palabra, cambio, para bien o para mal algo ya no es igual, y esos cambios inesperados son los que más nos sacuden y duelen. 

—Yo abro Victoria. No te preocupes —dice Lu soñolienta. 

Veo como mi amiga sale de mi habitación entre bostezos y corre hacia la sala. Me incorporo rápidamente y salgo tras ella. Creo saber de quién son esos golpes y no me equivoco cuando su voz me paraliza a medio recorrido.

—¡¿Dónde está mi hermana, carajo?! —¡mierda! Es Marcus, ¡Joder…joder! Siento que el cuerpo se me desvanece y el corazón se me estruja con fuerza en mi caja toráxica.

Escucho como grita, y apresuró mi paso hasta asomarme a la sala. 

Un sollozo sale de mi garganta al verlo, mi hermano está destruido. Lucía trata de sopesar, pero es imposible. Él se mueve de lado a lado, golpea las paredes y gruñe con rabia. Marcus está totalmente ebrio, trae una botella de whisky en su mano con tan solo un poco menos de un cuarto de botella y ahora mismo me pregunto ¿cómo condujo en ese estado sin tener un accidente? ¡Oh mi Dios! Las lágrimas resbalan por mis mejillas y esa escena provoca que mi corazón se rompa más, si eso es posible.

—Marcus —llamo su atención mientras doy pasos cortos hasta llegar a él. Tiemblo— lo siento tanto…—mis sentimientos están a flor de piel, y verlo a él es como echarle sal y limón a la herida.

Las lágrimas no paran su recorrido, mis ojos se nublan . Y lloro con fuerza cuando al fin logro abrazar a mi hermano y sostenerme de él como si mi vida dependiera de eso.

—¿Porque Victoria? ¿Por qué? —brama con odio— yo la amo joder era mi vida, le entregue todo, la protegí, la defendí, la ame, ¿que más quiso?... Todo lo que quería se lo daba ¡todo! si me pedía el mundo entero yo se lo daba... —veo como llora y sostengo su rostro en mis manos. Llora como un niño pequeño— y, ¿para que? para que me engañe, para que me vea la cara de estúpido, para que nos engañen —nos señala— ella no se merece nada Victoria, la ame, pero ella acabó con todo ese amor... ¡Se acabó! —suspira, se separa de mí y lanza la botella de whisky haciendo que estalle en el suelo en mil pedazos, doy un respingón por el susto.

—Marcus… —susurro tomando su mano.

— Lo siento mi niña, lo siento mucho, pequeña —llora y yo solo lo contengo y me contengo a la vez entre sus brazos. 

—Tranquilo —niego—. Te amo hermano

—Los quiero matar Victoria ¡joder! todo el mundo me lo dijo todos, pero yo como estúpido le creí, y caí en sus redes como un imbécil

—Ya es pasado Marcus, nada sacamos recordarnos los errores porque de ellos vamos a aprender, para superarlo y seguir adelante —beso su coronilla.

¿Por qué duele tanto?

Solo las personas que han sufrido una traición sabrán cómo es experimentar ese dolor que te desgarra el alma, pero más te desgarra ver como sufre alguien que tu amas con todo tu ser. Eso me destruye que Marcus sufra.

—Ven Marcus vamos a darte un baño. Necesitamos hablar, pero antes necesito que estés en tus cinco sentidos —trato de ser fuerte, de verme fuerte—. Te amo, nunca lo olvides —le digo mientras seco sus lágrimas con mis pulgares.

Lo conduzco al baño y hago que tome una ducha. Parecemos zombies. El ambiente está tan tenso y sensible a la vez, tan malditamente deprimente. Todo el tiempo Lucía solo observa y respeta nuestro espacio y silencio. 

Es increíble pensar que a veces una traición pueda doler más a un hombre que a una mujer. Porque por naturaleza a ellos se les hace difícil confiar, entregarse y amar en cuerpo, alma y corazón.

Cuando Marcus sale de la ducha, se tiende en la cama y cae rendido. Mientras lo tapo con una manta, unas cuantas lágrimas se me escapan. Lucía me brinda su apoyo, me prepara algo de comer y mientras hablamos de cosas dolorosas de la vida, Marcus se asoma, casi después de unas tres horas.

—¿Estás mejor? —pregunto y me limpio las lágrimas.

—Lo siento… no debí venir —parece avergonzado y distraído—. Lo siento, Lucía —mi amiga niega y le da una mirada de comprensión.




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