DESDE CERO
NARRADOR OMNISCIENTE
‹‹No importa el tiempo de la tormenta, el sol siempre espera el momento para brillar››
Al amanecer del día martes Victoria y Lucía habían arribado a Londres, capital de Reino Unido. En cuestión de días habían organizado toda su nueva vida. Llegaron a esta histórica y moderna ciudad, en época de otoño. Las hojas en tonalidades cafés y amarillas adornaban las calles, el viento soplaba fuerte y el cielo permanecía nublado, casi neutro.
Victoria estaba totalmente destruida. Con su corazón fracturado, su mente alborotada, y su cuerpo autómata. Cada expresión, gesto o emoción ella lo ignoraba, estaba enfrascada en una burbuja de dolor y sumando cada vez más un paso al sufrimiento.
‹‹El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional››, pensó mientras recordaba a su madre y eso le hizo darse cuenta que debía llamar a sus padres. Debía informarles sus repentinos cambios. Pero quizás sería luego, por el momento no tenía cabeza para enfrentar más emociones.
Desde la última vez que ella habló con Lucia, ninguna de las dos mencionó nada, solo mantenían conversaciones triviales. El clima, las personas, la política, la moda, todo menos el amor o la traición.
Lucía por su parte respetaba el espacio y tiempo de su amiga, pues no quería ser impertinente, pero a ella también le afectaba y más ver a Marco involucrado, porque lo que todos desconocían era que ella había estado enamorada de él desde que conoció a Victoria hace ocho años cuando ella aún era una adolescente inexperta e ingenua de tan sólo quince años y él ya todo un hombre maduro y serio de veintitrés. Luego, cuando él se casó ella se deprimió y odio no ser suficiente para ser ella la que esté casándose con él. Y ahora, verlo tan destruido le partió el corazón y odio más a Patricia, la causante de todo.
Tomaron un taxi a las afueras del aeropuerto y este las condujo hasta el departamento, en el vehículo iban en total silencio, pero por una parte no era incómodo, cada una miraba por su ventana, viendo como las personas transitaban y las hojas volaban por las vías de London.
—Llegamos Vicky —dijo Lucía señalando el edificio color blanco moderno, pero que conservaba la apariencia arcaica, en el cual estaba su departamento.
—Gracias —se despidieron del chófer quien les regaló una agradable sonrisa y bajaron del auto.
Subieron al piso indicado para comenzar una nueva vida. Cuando se instalaron, revisaron y acomodaron lo básico Lucía se atrevió a preguntar:
—Vic ¿quieres hablar?, se que lo necesitas, expresar es importante para comenzar a sanar aquello que te atormente —dijo lo más suave y comprensiva mientras tomaban asiento.
—No lo sé —sus sentimientos aún estaban a flor de piel y su voz falló—, me siento mal solo quiero deprimirme, ver películas y tomar helado. Lo quiero olvidar, ¿sabes?, quiero olvidar todo. Gracias de verdad Lucía te aprecio mucho y amo que te preocupes tanto por mí —dijo mientras lágrimas caían por sus mejillas—, gracias por acompañarme en esta locura te amo amiga enserio pero ahora no quiero hablar no estoy lista, me siento culpable, egoísta, me siento insuficiente —continuaba sollozando en los brazos de su amiga, mientras que Lucía solo pudo intuir una cosa ella se estaba culpando de la infidelidad de Paul y se estaba recriminado todos sus miedos e inseguridades.
Lucía no iba a permitir que su amiga se sumergiera en una depresión, ella no quería que viva lo que ella ya vivió, por miedos e inseguridades esos que cuando atacan son capaces de consumir a prisa todo tu ser.
Y el monstruo de tu propia historia llegas a ser tú.
—Te entiendo Victoria, pero escuchame y mírame ¡Joder! —exigió con dureza cuando no vio sus bonitos ojos.
Tomó su barbilla para que la viera y sólo se pudo ver tristeza y dolor en aquellos ojos miel.
—No voy a permitir que te acabes por un hombre que no vale la pena, que te engaño y no te respeto ni respeto su amor. Él no te merecía y quítate de tu cabeza la bendita idea de que tu tienes la culpa —respiro—. Porque no la tienes. Te doy esta semana para que llores todo lo que quieras, una vez se acabe no quiero verte llorar, ¿me entiendes? —Victoria solo podía asentir con la cabeza ante las fuertes palabras de su amiga—, eres suficiente mujer pero que un hombre sea poca cosa esa no es tu culpa —la abrazo y acariciando su cabello musitó—: Y terminar fue lo mejor sabes que era una relación tóxica, pero te enfrascas en algo que no valió nada, no solo fue este engaño. El vaso ya se venía llenando con otras cosas y tú más que nadie sabes que es verdad —terminó transmitiendo toda la fuerza que Victoria no tenía.
—Gracias —susurro y después de unos segundos añadió—: A veces no se si pueda luchar con todo lo que siento. Se que fue solo un año oficialmente de novios, pero sabes algo lo conocí desde que entramos a la universidad y dos años compartí solo con él. Y me cambió por Patricia la supermodelo de cuerpo perfecto, y cara perfecta.
—Joder Victoria. Tu eres hermosa o ¿acaso no tienes espejos en tu casa? Porque sí no los tienes creeme que es lo primero que vamos a comprar —Victoria sonrió por su dramatismo—. Tienes unas curvas de envidia no como la langarona de Patricia, modelo bella sí y todo, pero no tiene esto —señaló su corazón—. Tú eres hermosa por fuera y por dentro. Con esos ojos color miel, esas curvas, ese cabello castaño y largo, tus facciones tan delicadas ¡Eres latinoamérica andante por Dios! solo amate un poco más y juro serás purpurina brillante en cada rincón y nadie te detendrá… —afirmó.