Juntos para crecer (editando)

12.Comienzo

‹‹La frecuencia, la intensidad y la duración de una mirada marcan el verdadero amor. Y, es tan efímero como un simple segundo››

VICTORIA

Cierro la puerta y me arrimo a ella. Mi cuerpo experimenta sensaciones escalofriantes. No de miedo sino de nervios. Mi corazón me late descontroladamente dentro del pecho. Mis manos me sudan. Hiperventilo. En resumen, desconozco mi cuerpo.

No sé qué me ha sorprendido más, si la visita de Liam en mi apartamento, o la noticia que ahora mismo debe estarse vendiendo como pan caliente a todo el mundo. Bueno, al menos a la ciudad de Londres. 

Cierro los ojos. Por alguna extraña razón no estoy molesta por aquellas portadas. Ni lo que puede llegar a significar. Después de todo él y yo sabemos muy el tipo de relación que existe es una meramente laboral y profesional

—¿Qué fue eso? —pregunta Lucía entrando a la sala.

Abro los ojos separándome de la puerta y la observo. Su cara refleja sorpresa, curiosidad y cierta diversión.

—¡¿El qué?! —inquiero e ignoro el tema, sin darle más importancia de la que debe tener. 

Ella bufa, no es tonta y que yo quiera fingir serlo es gracioso. 

—Como si no supieras de que te estoy hablando, querida amiga —se acerca a mí y me toma por los hombros para luego quitar el cabello de mi cara—. Habla —ordena. 

Resoplo y asiento.

—Liam vino con varias revistas, me pidió que lo comprenda mientras soluciona el inconveniente. Debo tener cuidado con todos los reporteros que aparezcan en mi camino. ¡Tu amiga es portada! —ironizo y al segundo me quedo callada de golpe. Pensarlo y oírlo es diferente a decirlo— ¡Oh joder! —grito y me tomo la cabeza alejándome de Lucía—. Soy portada —susurro para mí.

—Te ves linda —musita ella sonriéndome.

—Lucía —regaño—. No es gracioso, trabajo en su empresa…

Y lo acepte como si nada. Actúe como si hubiera estado bajo la hechicería de alguna bruja o mejor dicho un brujo. Uno de ojos grises, músculos y fracciones perfiladas y masculinas. Debía hacer algo más que simplemente decir SI a todo.  

—¿Y? —resopla—. Que sea nuestro jefe no quita que sea caballeroso, guapo, y millonario. Que se preocupe por ti, que te haga salvado muchas veces ayer, y que hoy haya estado a centímetros de tu boca —aclara enarcando una de esas cejas cargadas y perfectamente delineadas. 

Como negarlo si aún recuerdo su aroma adentrando a mis fosas nasales, siendo percibido por mi cerebro y bloqueando todo acción coherente. Pero, eso no sabe Lucía y aun así me jode. Imagínense si lo supiera. 

—¿Qué diablos estas diciendo? —gruño.

—No me vas a decir que no estabas metida en una burbuja de amor —hace una bomba imaginaria con la mano—, por favor, Victoria, es más que obvio —suelta el aire con desgano. 

—¿Qué te hace pensar que él este interesado en mí? 

‹‹Nada››, me respondo. 

Es lógico que él solo está preocupado por su apariencia y su figura pública ante todo el mundo. Sus negocios, su medio social y su familia. Liam Bloomerang está sobre todos, incluso lucha con ser mejor que su vieja versión. 

—No hay más ciego que el que no quiere ver —bufa y pone los ojos en blanco—. Estuve minutos, años, siglos parada esperando que uno de los dos se diera cuenta de mi presencia y nada de nada nunca se dieron cuenta, ¿sabes lo que significa? —niego con la cabeza y camino hacia la cocina ignorándola o intentándolo— ¡Victoria escúchame! —se queja como niña.

—No, Lucia. Hay cosas que nunca cambian. Él es mi jefe. Yo su empleada. 

—¡Ciega! —ruge—. Él se preocupa por ti —me señala.

—¡Estás loca! —chillo mientras me muevo por el lugar buscando quien sabe qué. 

Abriendo y cerrando gabinetes sin sentido coherente. Evadiendo una conversación y quizás una respuesta. 

—La loca es otra 

Jadeo, molesta. Ella quiere acercarse y la esquivo rodeando la encimera en la que comenzamos a dar vueltas. Yo escapando, ella persiguiéndome. Jugando al gato y al ratón.   

—Nunca he visto a un jefe que visite a su empleada en su casa un día no laboral

—¿Y eso qué?

—Pareces tonta, Victoria. A él le importas, le preocupas y no como una simple empleada que recibe un sueldo y responde a horarios de trabajo. 

—Él mismo lo dijo: no es de relaciones, no busca una mujer, no busca una chica. ¿Porque no lo entiendes? —escupo, cansada de este tema.

La voz se me comienza a cortar y lo noto cuando termino de hablar. 

—Aceituna, lo siento —susurra, Lucía. Se acerca y me abraza.

—No inventes cosas donde no las hay

—De eso no estoy segu…

—¡Lucia! —regaño.

Ella alza las manos en forma de rendición haciendo que me relaje y sonría un poco cuando deja de insistir sobre el tema. 




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