—Soy muy bueno en esto. No imaginé que fuera tan fácil.
—Eres un fanfarrón —dije, con los ojos cerrados. Black estaba maquillándolos.
—Soy honesto. Incluso puedo asegurar que maquillo mejor que tú.
—Shhh —se carcajeó al escucharme.
En el accidente, mis piernas se habían llevado la peor parte, pero mi brazo derecho —específicamente mi antebrazo— fue fracturado por el impacto. Ya habían pasado tres meses de lo sucedido y aún no podía caminar. Tampoco podía usar mi mano enyesada para maquillarme. Había estado aprendiendo a utilizar la izquierda, pero Black se había ofrecido a maquillarme. Aurora y su hermano se casarían, así que, entre mi mano izquierda apenas entrenada y un pintor, decidí tomar el segundo riesgo. Me dijo que había estado practicando durante días y no quise menospreciar sus intenciones contratando a una estilista. Además, no le confiaba mi rostro a nadie. Detestaba que me tocaran la cara. Únicamente Aurora, mi abuelo y Black podían hacerlo.
—Estás lista. Abre los ojos.
Lo hice, lentamente. Al ver mi reflejo en el espejo que Black había puesto frente a mí, abrí mi boca, impresionada. La cerré de inmediato para no delatar lo perpleja que me había dejado. Lo escuché reír. Me había maquillado espléndidamente. Desde el accidente, no había podido arreglarme como quería. Aunque intenté ser paciente, la impotencia de no poder hacer nada por mí misma estaba consumiéndome. No podía controlar nada en mi vida, ni siquiera poder lucir como quería. Verme en el espejo, maquillada como antes, hizo que mi pecho se oprimiera. Vi a Black, con la vista nublada. Su sonrisa cálida cobijó mi pecho.
—¿Te ha gustado? —asentí, incapaz de poder decir algo.
Respiré profundo y alcé el mentón.
—Quedó hermoso. Pero me niego a decir en voz alta lo que es obvio— dije una vez que me recompuse refiriéndome al hecho de que estaba a solo semanas de práctica de maquillar mejor que yo.
Volvió a sonreír. Amaba verlo sonreírme, más aún estando en un momento donde yo no podía hacerlo.
—Cierra tus ojos —susurró, erizándome la piel.
Lo hice. Lo sentí muy cerca.
—Si me besas, arruinarás el labial.
—Prometo arreglarlo —murmuró. Su boca se posó en la mía. Me besó con dulzura y luego se apartó. Abrí mis ojos cuando lo hizo, cruzándome con sus ojos sombríos de deseo—. Siempre he fantaseado con tener las marcas de tu boca con labial rojo por todo mi rostro. Como las caricaturas.
Reí. Sabía que solamente lo había dicho para hacerme reír, pero pude ver el brillo ansioso en sus ojos. Sujeté su corbata roja y lo atraje más hacia mí.
—¿Qué estamos esperando?
Sin duda, que Black haya salido de mi habitación con besos por todo el rostro, logró romper el hielo dentro de la familia. Aunque había sido yo quien había insistido en que no cambiaran la fecha de la boda por mí, todos temían que fuese demasiado pronto para festejar cuando continuaba en sillas de ruedas. No quería —bajo ningún concepto— arruinar la boda de quien consideraba mi hermana. Aurora había estado esperando un año y medio para que Helios terminase su gira y poder casarse. No quería que lo cancelaran por mí. Que yo sonriera y me mostrase feliz, hacía las cosas más sencillas para todos.
Black fue uno de los padrinos de boda y yo una de las damas de honor. Realmente me alegraba por Aurora. Helios nunca me agradó para ella, sobre todo por la forma en la que se habían conocido. Sin embargo, era evidente que —a pesar de ser un sociópata arrogante— amaba a mi prima más que a cualquier otra persona y ella lo amaba a él con la misma intensidad. La felicudad de Aurora era mi felicidad.
Había sido un día feliz. Estuve sonriendo y haciendo bromas todo el tiempo. Sabía que una sola mueca mía, desviaría la atención hacia mí. Me esforcé porque eso no sucediera.
Pero fue muy difícil…
Fue difícil verlos a todos bailar en la pista mientras yo aplaudía desde la mesa. Fue difícil ver a todos los hombres de la familia bailar con la novia. Fue difícil decirle a Black que fuera a bailar porque se había rehusado a levantarse de la mesa y dejarme sola. Fue difícil estar en medio del salón de baile y aplaudir como si no me importara que todos estuviesen de pie menos yo.
Todo fue terriblemente difícil.
Apenas soportable.
No podía caminar, comer, bañarme o siquiera ir al baño sola. Era humillante. Y lo era aún más que Black me ayudase con la mayoría de esas cosas. Al principio, no me sentía tan mal porque creí que sería temporal. Pero cada día que pasaba, me sentía más asfixiada y guardaba la certeza de que jamás podría recuperarme.
Viviría para siempre dependiendo de otros en esa maldita silla de ruedas.
¿Black tendría que cuidarme siempre?
¿Tendría que quedarse sentado en la mesa a mi lado para toda la vida?
¿No podría volver a bailar?
¿No bailaría así el día de mi boda?
Ni siquiera pude soportar que Black fuera a bailar con otra chica que lo había invitado cuando pudo presentársele la oportunidad. Era una de las amigas que él y Aurora tenían en común en la universidad, del club de pintura en el que estaban. Fue inevitable que los celos y la envidia se apoderaran de mí.
Ella lucía un vestido corto que resaltaba sus tersas piernas, mientras que yo tenía que usar un vestido largo para tapar los clavos y las cicatrices. Podía desenvolverse en la pista y bailar a su lado siguiéndole el ritmo. Yo estaba confinada en aquella silla que odiaba con todas mis fuerzas.
Ver a Black sonriendo fue una dura estocada al corazón. Me sentí fea. Una basura desplazada, pero tuve que quedarme allí porque no quería ser dramática. En el fondo me sentía egoísta por mis pensamientos y las emociones que estaba experimentando. Pero era como un caos que no podía frenar. Se desató dentro de mí, arrasando todo.
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Editado: 25.11.2024