—Cindy…, ha llegado muy cabizbaja estos días —murmuró, con la vista nublada—. Come poco y se comporta muy mal. Ya ni siquiera tiene ganas de asistir a las lecciones de natación. Un día, llegó con sus cuadernos destrozados. Me dijo que ella lo había hecho trizas porque ya no soportaba la escuela. Hablé con la maestra. Le pregunté si algo andaba mal y me aseguró que no… Quizá si hubiese prestado un poco más de atención…Si no estuviera tan ocupada...—negó, llorosa.
—No es tu culpa, Rebeca.
—Ya habíamos pasado por algo similar en su escuela anterior. Incluso destruyó sus aparatos auditivos porque los niños se burlaban de ella. Creí…, que esta vez sería diferente…
—¿Qué ocurrió?
—La han estado molestando durante semanas. A ella y a Micael. Ryan estaba molestando a Micael y Cindy quiso defenderlo, pero Ryan la empujó y se burló de ella por no pronunciar bien las palabras. Le dijo que era una retrasada mental. Cindy…, se golpeó la cabeza.
—Santo cielo…, ¿dónde está ella? ¿Se encuentra bien?
—Afortunadamente, fue una contusión leve. Mi madre se la llevó a casa… Micael me dijo que no lo pensó cuando la vio sangrar, simplemente se abalanzó sobre Ryan y lo golpeó hasta que los separaron…
Rebeca rompió en llanto. La abracé y acaricié su espalda, intentando reconfortarla. Me resultaba difícil consolar a las personas, pero el abrazo que le di a Cindy fue sincero y cargaba el mismo dolor que ella.
—Tranquila, Cindy está bien.
—Me dijo que ojalá el golpe hubiese sido más fuerte para no despertarse nunca más —sollozó—. Me dijo que quería morirse, Rouse…, ¿qué puede decirle una madre a su pequeña de once años cuando esta desea morirse?
No supe qué responder.
Los niños podían ser realmente crueles cuando se lo proponían.
Alisha salió de la oficina. Ambas nos miramos con recelo. Se detuvo a una distancia prudente de nosotras y se cruzó de brazos.
—El padre de Ryan es abogado. Demandará a Black por lo que hizo su hijo. Es una pena que un hombre tan educado tenga un hijo tan—
—¿Tan qué? —cuestioné, poniéndome de pie. Me acerqué a ella.
—Ryan es un niño. Es normal que se molesten entre sí. No tenía intenciones de lastimar a Cindy, pero lo que Micael hizo fue una agresión intencional.
—¿Entonces tu hijo no tuvo la culpa de nada? ¿Dices que él no lo provocó?
—La violencia no tiene justificación.
—Tienes razón, pero la ira de Micael no fue por violencia, sino por sentido de supervivencia. ¿Tienes idea de cuánto tiempo lleva tu hijo molestando a Micael y a Cindy?
—Entonces, ¿dices que siempre que nos veamos rebasados acudiremos a los golpes, querida? Eso no es de personas civilizadas. No sé de dónde hayas salido tú y ese niño, pero en este país así no funcionan las cosas.
Sonreí, burlona. Quería darle una golpiza a la muy desgraciada. Alcé la mirada y me fijé que estaba en la esquina del sitio. Volví a fijarme en ella.
—Es una buena forma de decir que no tienes la menor idea de lo que tu hijo hace en la escuela. No, por supuesto que no lo sabes. Estás tan ocupada procurando llamar la atención de Black para que vuelva a revolcarse contigo y has dejado a tu hijo de lado, convirtiéndolo en un maldito miserable abusivo.
Giró mi rostro de una bofetada. Toqué mi mejilla y me quedé estática por unos segundos. Volví a recomponerme y le sonreí.
—¡¿Cómo te atreves a llamar a mi hijo de esa manera?!
—No es como si estuviera mintiendo —dije entre dientes, con fingida calamidad—. Tu hijo es un maldito infeliz, igual que tú. No llegará muy lejos el muy bueno para nada.
Se abalanzó sobre mí y me jaló del cabello.
—¡Rouse! —Rebeca se puso de pie para intervenir, pero alcé la mano para evitarlo y me dejé arrastrar por Alisha. Aunque tuve deseos de arrastrarla, me contuve.
Solté un grito lastimero cuando volvió a darme una bofetada. Dejé que me golpeara las veces que quisiera y no dejé de decirle que entre dientes. Hasta que consideré que el espectáculo había sido suficiente. Alcé mis manos y doblé con mi antebrazo sus manos —que estaban sujetas en mi cabello—, cuando dobló los codos, hice que agachara su cuerpo y le di un codazo en la nariz que la hizo retroceder, aturdida. Estaba segura de que había fracturado esa nariz operada.
La puerta de la oficina del director se abrió.
—¡¿Qué demonios…?!
Black se acercó de inmediato para apartarme de ella, mientras que el idiota que había cerrado las persianas tomó de la cintura a Alisha antes de que esta volviera abalanzarse, pero ella estaba ocupada llorando desconsolada por su nariz rota y ensangrentada.
Mi corazón estaba muy acelerado por la adrenalina y el enojo. Sentir el sabor metálico en mi boca, me enojó aún más. Sin embargo, cuando sentí como Black acunó mi rostro con sus cálidas manos y sus ojos azules me vieron, preocupados, mi corazón pareció entrar en estado de hibernación; sus latidos fueron más lentos y mi respiración se tornó pesada.
—¡¿Qué crees que haces, Alisha?!
Sacudí mi cabeza al oír el grito del hombre que había cerrado la persiana. Me aparté de él, aturdida. Dirigí mi vista a Micael y este no tardó en correr hacia mí. Ambos miramos preocupados al otro.
—¿Te dejaste golpear? —me preguntó perplejo.
—Solo observa —le murmuré.
—¡Ella empezó! ¡Dijo que mi Ryan era un niño miserable! ¡¿Cómo te atreviste?! —gritó, eufórica—. ¡¿Qué clase de empleados tienes en tu casa, Black?! ¡Primero tu hijo y ahora tu asquerosa niñera!
Respiré profundo y negué, intentando no pensar en volverle a fracturar la nariz. Black me observó enojado, por un momento, creí que iba a reprocharme. En cambio, se dirigió a ella.
—Conozco a la señorita Rouse desde hace muchos años. Jamás iniciaría una pelea.
—¡Lo hizo e insultó a mi hijo!
—Jamás dije tal cosa de tu hijo y aunque así fuera, ¡no hay justificación para la violencia! —exclamé. La señalé, simulando estar asustada—. Me golpeaste como una salvaje. Eso no es de personas civilizadas y estoy segura de que las leyes en este país opinan lo mismo —señalé hacia la cámara de seguridad. En cuanto la vio, palideció—. Voy a demandarte.
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Editado: 25.11.2024