Juntos, ¡pero jamas revueltos!

Capítulo 56: Noche de spa

Fui a la cocina y preparé un poco de té. Mientras el agua se calentaba en la estufa, eché un vistazo por la ventana lateral que daba al invernadero.

Lucrecia estaba con el abuelo, papá estaba con Aurora y Helios, mientras que Black estaba lidiando con las gemelas, Lily y Micael. Estos dos últimos, por lo visto aún no asimilaban que, de alguna forma, estábamos emparentados.

Black estaba jugando béisbol con ellos. Aunque el deporte nunca había sido lo suyo, siempre fue un atleta promedio en casi cualquier deporte.

Se veían muy felices.

No imaginé que un panorama me gustase tanto como ese momento. Quería contemplarlo siempre. Pero tenía que conformarme con grabarlo muy bien en mi memoria para poder guardarlo con celo en mis recuerdos.

Quizá nunca volvería a pasar.

—Es una imagen muy bonita.

Me enderecé al escuchar la voz de mi madre. Me recompuse de inmediato.

—Lo es.

—No comprendo cómo pudiste dejarlo ir.

Solté un largo suspiro y me dispuse a abrir los paquetes de té.

—Por favor, no empecemos.

—Solo quiero comprenderlo porque nunca fuiste clara conmigo al respecto.

—Las personas cambian y también sus sentimientos. Ambos nos superamos e hicimos nuestra vida por separado. Esas cosas pasan todo el tiempo.

Dejé los sobres de té dentro de la tetera. El agua bullía, casi tanto como lo estaban haciendo mis emociones.

Mi madre nunca comprendería mis razones, o tal vez sí, pero yo no estaba dispuesta a dárselas.

—Amo a tu padre y sé que él me ama a mí. También he visto como Aurora y Helios se aman y, aunque me cueste admitirlo, he visto lo mucho que Lucrecia ama a papá y viceversa. Incluso he visto el amor que… tu tío y Leonardo se profesan —dijo con dificultad—. Somos una familia llena de amor recíproco, pero aunque son parejas excepcionales, jamás vi a dos personas que se amaran más que ustedes dos —expuso. Apreté mis dientes—. Sé que después del accidente todo fue difícil para ustedes, sé que lo fue para ti…, pero todos estos años, nunca he dejado de pensar que tomaste la decisión incorrecta para tu vida.

—Todos estos años me has echado en cara como deje ir a un “gran hombre”.

—No te reprocho por haber dejado a un gran hombre. Te reprocho que hayas dejado ir al hombre a quien amabas.

—¡¿Qué podrías saber tú de mis sentimientos, mamá?! —exclamé, casi al mismo tiempo que el agua comenzó a desparramarse sobre la estufa. Chasqueé la lengua. Apagué la estufa y limpié el desastre con el paño, con las manos temblorosas y sin dirigirle la mirada—. En nuestra ruptura solo pensaste en él. “Pobre, debe estar devastado porque terminaste con él” “¿Estará comiendo bien?” “Su corazón debe estar destrozado” —dejé de limpiar. Un nudo se formó en mi garganta. Se sintió como una piedra con demasiadas púas. Tragué con dificultad y la enfrenté—. ¿Alguna vez te detuviste a preguntarme cómo me sentí yo? ¿En algún momento me abrazaste o me consolaste? Lo felicitaste el día de su boda y le deseaste lo mejor, pero cuando te presenté a Connor casi le echas agua caliente. Me gritaste porque estaba intentando rehacer mi vida cuando ya él había hecho una familia y me había olvidado. Nunca me preguntaste cómo sentía.

—Nunca me lo dijiste.

Sacudí mi cabeza, negándome a derramar una sola lágrima.

—¿Por qué tengo que esforzarme tanto en abrirme para ti? Incluso si soy tan cerrada y fría, ¿nunca se te ocurrió…, que también estaba destrozada?

Dejé escapar todo mi aliento y cerré los ojos, volviendo a sentir mi corazón pesado. Había pasado de querer quedarme allí para siempre, a tener un deseo inmenso de largarme.

Respiré profundo y salí de la cocina, directo a mi habitación. En el camino, me topé con Black. Por su rostro pálido, era evidente que había escuchado todo.

Seguí de largo, sintiendo como mi pecho se quemaba.

—Rouse.

—Debes dejar de escuchar conversaciones ajenas.

Continué mi camino y me encerré en la habitación. Me recosté en una de las camas y cubrí mi rostro con una almohada, sintiendo como el malestar se asentaba aún más en mi pecho. Tuve la sensación de estar tan pesada que me estaba hundiendo el colchón.

¿Por qué había venido?

Tenía una vida hecha y era maravillosa. ¿Sentía lástima por lo que le había dicho? ¿Pensaba que no lo había superado? ¿O realmente era mera amabilidad y estaba dando demasiadas vueltas al asunto?

No sé cuánto tiempo pasó cuando escuche que alguien tocó mi puerta. Me levanté de mala gana. Lo menos que quería era acaparar la atención con mi malestar, así que me inventé una buena excusa por mi ausencia antes de abrir la puerta. No espere encontrarme con Micael y Lily frente a mí. Ella con una enorme sonrisa y él, a punto de sufrir un ataque solo por el hecho de parecer agradable conmigo. Sabía que aún estaba digiriendo mi pasado con Black, así que su actitud distante ya no me afectaba tanto.

—Verás, soy el hermano mayor, y como tal, mi trabajo es velar por los intereses de Lily. Cualquier cosa que ella desee, lo haré y la vigilaré antes de restringirla y que ella lo haga a escondida —explicó. Enarqué una ceja ante su absurda verborrea—. Por esa razón—

—¡Micael, papá y yo hemos preparado una noche de spa para ti!

De todas las cosas que pude imaginar que me dirían, un spa no estaba dentro de ellas. Menos en un invierno inusualmente arrasador en Arizona. Miré por la ventana del pasillo de las habitaciones. Estaba oscuro. Seguro era muy tarde. Miré el reloj en la mesa de noche.

—¿A las nueve de la noche?

¿Había dormido tanto?

Lily me tomó de la mano antes de que pudiera asimilar que había dormido casi medio día. Bajamos por las escaleras a toda prisa. Micael reprendió a Lily y le dijo que tuviera cuidado al bajar o podría lastimarme. Oculté una sonrisa. Me gustaba que Micael se preocupara por mí.




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