Fue un milagro del cielo que mi teléfono sonara justo en ese momento. Era Orlando.
—Lo siento, debo contestar.
Me abrí paso, sintiendo que el oxígeno se agotaba. Por más que respirara, mis pulmones estaban tan comprimidos que eran incapaces de contenerlo.
Solo me sentí más tranquila cuando estuve a metros de él.
Respire profundo y conteste el teléfono.
—¿Sí?
—Esta es una llamada por cobrar.
Fruncí el ceño. Me aseguré de que mis ojos no me habían jugado una mala pasada. No lo habían hecho, realmente se trataba del número de Gamal. Volví a poner el celular en mi oreja.
—¿Disculpa?
—Te invito a cenar hoy. Al faro de Cindy. Me hablaste tanto de él que decidí hacer una reseña del lugar. Hice una reservación hace dos semanas.
—¡¿Hablas en serio?! — grité, emocionada—. ¡Eso es maravilloso! No te arrepentirás. Es un restaurante increíble.
—Entonces, ¿irás conmigo? Supongo que no está de más decirte que no puedes avisarle a tu amiga que iré.
—Rebeca no necesita ventajas para obtener una buena reseña —repuse, altanera—. Su comida habla por sí sola. Por supuesto que iré, pero me gustaría presentártela. No creo que ella sepa que eres un crítico gastronómico si te presento como mi amigo, ¿verdad?
—Lo dudo mucho. Siempre me he mantenido en anonimato para evitar el tráfico de influencias.
—Bueno, entonces supongo que sí podré presentarlos. He estado queriendo hacerlo desde hace mucho. Tengo la sensación de que podrían llevarse muy bien.
—Quién sabe. Puede que sí.
—Entonces, nos vemos esta noche.
—De acuerdo, Herrero. Pasaré por ti a las siete.
—Perfecto.
Colgué y contuve un grito de alegría.
Era la oportunidad perfecta para Rebeca.
Llevaba años trabajando duro para impulsar su restaurante. Su comida era maravillosa e incluso la experiencia en su restaurante. Ni hablar de la relación que guardaba con sus empleados. Era una excelente jefe y una excepcional cocinera y ambas cosas la convertían en una increíble chef.
Corrí hacia las gradas y las subí de dos en dos, me detuve en seco al recordar que no podía decirle nada a Rebecca. A ninguno le pasó desapercibido mi cambio repentino de ánimo.
—¿Está todo bien? —inquirió Rebeca.
Quise decirle todo, pero se lo había prometido a Orlando. De todas formas no importaba, se enteraría cuando viera la reseña y le invitaría una botella de vino.
—Sí —respondí, demasiado sonriente. Sabía que no era algo habitual en mí, pero no quería disimular mi felicidad—. Black, ¿tienes algo que hacer esta noche?
El abrió sus ojos, desmesurados.
—¿Yo? No. ¿Por qué…?
—Perfecto —mi sonrisa se ensanchó—. ¿Hay algún problema si me ausento esta noche?
—¿Ausentarte? —frunció el ceño—. No hay ningún problema en la forma en la que uses tu tiempo después del trabajo, pero, con ausentarte, ¿te refieres a… no estar en casa durante toda la noche?
—Oh no. —Respondí. Su rostro se suavizó—. No toda la noche.
Sus cejas volvieron a fruncirse.
—¿No toda la noche?
—Tengo algo importante que hacer.
Alzó sus cejas, indiferente.
—De acuerdo. No creo que haya inconveniente.
—¿Vas a salir hoy? Creí que haríamos un maratón de películas —se quejó Micael.
—Podrían hacerlo sin mí.
—Sí, claro. Supongo —gruñó.
—No le hagas caso a Micael —intervino Black—. Te mereces un día libre. Has estado muy ocupada. Tendremos una noche de películas luego.
—Bien, muchas gracias —le sonreí. No pude evitar aplaudir mientras volví a dirigir mi atención al partido—. ¡VE CON TODO LILY!
Estaba segura de que un auto que formara parte de una caravana fúnebre hubiera estado más animado que el de Black. El silencio sepulcral de seguro hubiera hecho que el muerto resucitara al no poder soportar semejante silencio. Lo hubiera comprendido de haber sufrido una humillante derrota, pero formábamos parte del equipo que la había propinado. Un cuatro a cero arrollador. Dos de los goles hechos por Lily.
—No voy a superar que la portera haya salido hasta la mitad del campo y hubiera hecho el último gol. Sería la clase de equipo que entrenaría —comenté, intentando animar el ambiente.
—Sí, estuvo sensacional —dijo Black, sonriendo. Se le veía realmente feliz, pero era… Extraño.
Micael había decidido irse con Cindy para una noche de películas y Lily había decidido hacerle compañía a Black. La pobre se había quedado dormida en el asiento trasero, así que mi intento de aligerar el ambiente bromeando con ella se fue por el caño.
De seguro está enojado por mi intervención y la de Ana en su relación con Samantha.
Había sido una completa imprudente.
Tenía que disculparme, pero quizá no era el momento oportuno para hacerlo. Guardé silencio en lo que quedó de camino.
— ¿Es un trabajo de emergencia el que tienes que hacer esta noche? Últimamente te he visto un poco estresada con la inauguración de la academia. Sabes que puedes hablar con las chicas si necesitas ayuda con la organización.
—Todo está bien. Las chicas me han ayudado un montón. Solo voy a cenar con Orlando.
—¿Con Gamal? Para una reseña, supongo.
—No —mentí. Black era muy amigo de Rebeca. Temí que se lo dijera—. Le debo una cena a Orlando desde hace mucho. Me ha hecho demasiados favores desinteresados, así que ya era hora de retribuirle al menos con esto.
—Los favores desinteresados, precisamente, no esperan retribuciones, según sé.
—Lo sé, pero es lo único que me ha pedido. Me ha ayudado con la publicidad del local, con el vestido de novia de Ana, con el pasaje de avión y otras tantas cosas. Es lo menos que puedo hacer por él.
—Pero qué buen samaritano. ¿Debería llamarle Orlando de Calcuta? —inquirió, burlón. Enarqué una ceja—. Solo bromeo. No fue mi intención cometer blasfemia.
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Editado: 26.04.2025