Juntos, ¡pero jamas revueltos!

Capítulo 61/1: Carcelaria

Jamás creí que estaría caminando por el pasillo a las tres de la madrugada, rumbo al cuarto de una niña de cinco años, porque no podía conciliar el sueño.

Abrí la puerta. Lily estaba desparramada en la cama, con la boca abierta. El partido la había dejado completamente agotada.

¿Una niña podía roncar de esa manera?

Estaba segura de que conciliaría más rápido el sueño con el tractor que Lily tenía en la garganta, que con el ruido de mis pensamientos.

Me fui recostando con cuidado en la cama para no despertarla.

Aunque, si no se había despertado ella misma con sus ronquidos, nada lo haría.

La frialdad con la que Black me trató fue desoladora. Fue como si me hubiera arrancado el corazón y se lo hubiera llevado para castigarme, dejándome con un desolador sentimiento de angustia.

Lily se removió, haciendo una mueca de disgusto. Se sobresaltó, posiblemente, por una pesadilla. Acaricie su cabello. Casi de inmediato su rostro se suavizó y extendió uno de sus brazos hasta mí. La sensación de desasosiego mermó un poco.

No quería irme.

Pero si no lo hacía en ese momento, lo más probable es que sería imposible dejarlos ir.

No estaba acostumbrada a dejarme vencer. Las derrotas no eran lo mío y, lo único que no había conseguido una vez que me lo proponía, era solo porque la vida me lo había impedido de forma tangente y trágica, como si quisiera recordarme que no era invencible y que no siempre podía obtener lo que quería. Y aun así, siempre encontraba la forma de salirme con la mía.

Siempre me había enorgullecido que me compararan con una leona; territorial, posesiva, un poco caprichosa e indetenible cuando quería algo. Sin embargo, ya no se sentía tan bien cuando se trataba de quererlos a ellos.

Cuando estaba con ellos, me sentía más como una mamá conejo; amorosa, sobreprotectora, sensible y vulnerable.

Cada vez que esa Leona aparecía, me sentía como una villana egoísta que los “¡QUERÍAAA!” como un rugido celoso y no los "Quería" como algo más entrañable.

¿Y si lo que sentía por ellos era mero capricho?

¿Era competitividad y orgullo por obtener sus corazones?

Vamos, Rouse, ya te conoces, sabes que no es un capricho o un trofeo que quieras.

Lo , pero… ¿y si no?

Solté un largo suspiro, agotada.

A esos pensamientos quita sueños me refería.

Ni siquiera en la habitación de Lily pude librarme de ellos.

La puerta se abrió. Cerré mis ojos de golpe. Intenté acompasar mi respiración al escuchar los pasos acercarse. Lo sentí detenerse detrás de mí.

—Sé que no estás dormida. Herrero...

—¿Qué quieres?

—¿Qué haces aquí?

—Lily no podía dormir y vine a acompañarla —mentí.

—Ya veo. Se nota que la pobre apenas y puede conciliar el sueño—dijo con fingida preocupación. Observe a Lily. Se estaba babeando. Palidecí al ver como Black se acostaba al otro lado de la cama.

—¡¿Qué estás haciendo?! —susurré.

—Si no puede conciliar el sueño, soy yo, su padre, quien debe acompañarla —expuso. Presioné mis labios, molesta por no poder refutarle—. Vas a renunciar, así que no deberías hacer este tipo de cosas.

—Aún no he renunciado. Haré mi trabajo hasta que salga de este departamento.

—Bien, pero tu horario de trabajo terminó hace mucho. Estos gestos extras que tienes, sólo confundirá a Lily. No deberías dejar que se encariñe contigo si vas a marcharte. Así que vete.

Mi respiración comenzó a acelerarse.

, mamá conejo acababa de ser tragada por la Leona.

—No me iré.

—No te lo estoy pidiendo. Es una orden.

—Lo dijiste antes; no estoy en horario laboral.

—Yo compré esta cama. No quiero que estés en ella. Vete ya.

—Atrévete correrme otra vez y verás como—

—Ya, ya, no pelien —murmuró Lily, con la boca abierta. Nos detuvimos en seco. Sujetó nuestras manos para abrazarse, haciéndonos quedar demasiados cercanos al rostro del otro. Respiré con dificultad—. Estoy cansada y su ruido no me deja apagar la cabeza.

—¿Seguro que es nuestro ruido y no el tuyo? —dije, bajando el rostro hacia ella para evitar la cercanía con él de Black.

—Rouse no se va a ir —murmuró entre dientes. Me tensé al escucharla—. Dijo que la tienes para siempre…

Mi corazón se detuvo.

Alcé el mentón al no poder soportar la sensación de pesadez por la mirada de Black. Sus ojos me emboscaron, acusatorios y aturdidos, intentando comprender lo que Lily había murmurado entre sueños. Me quedé en blanco.

—Y no seas tan bravo con ella, tiene miedo… —Temblé en respuesta. La miré, pálida. Sabía que lo estaba diciendo por qué me había escabullido para dormir con ella, pero yo lo sentí como una acusación directa—. Déjala dormir conmigo hoy…

Sentí que estaba sufriendo una parálisis del sueño. No pude moverme ni emitir palabra. Mis sentimientos sangraban y rogaban poder salir, agonizantes. Parecían cansados y abatidos de estar encerrados. Estaban arañándome el pecho y rogando ser escuchados por Black.

Él…

Suavizó su rostro. Tal vez, pensando que estaba a punto de sufrir una crisis. Probablemente por eso, dejó un beso en la coronilla de Lily y se levantó de la cama, sin decir una sola palabra.

—Que descansen —dijo, de pie frente a la cama—. Espero que su miedo…, se vaya pronto, señorita Herrero.

Cruzó el umbral y cerró la puerta.

Cuando pude recuperarme, me abracé a Lily y ella, como si fuera la adulta en aquel cuarto, palmeó mi espalda. Allí estaba de nuevo la pequeña mamá conejo, toda temblorosa y asustadiza cuando de ellos se trataba.

Cuando desperté Black se había marchado. Dejó una nota en la isla de la cocina para que le hiciera el favor de preparar a Cindy y llevarla al orfanato media hora antes de que empezara el evento.




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