Después de asegurarme que todo estuviera en orden, decidí echarle un vistazo a los cuadros que subastarían. La señora Ally me pidió ayuda con las decoraciones, así que no alcancé a verlos todo, pero el atisbo de algunos de ellos me dejó en claro que Black había hecho un buen trabajo con esos chicos.
Una vez empezado oficialmente el evento, fui la encargada de recibir a los invitados. Rebeca fue una de las primeras en llegar junto con Cindy.
—¡Hey! —las saludé.
Estaban usando vestidos a juego. Rebeca había dejado su cabello rizado y suelto en una melena voluminosa y espectacular. Estaba segura de que había sido Cindy quien le había puesto una que otra margarita en el cabello. Ella, por otro lado, tenía todo el cabello trenzado al estilo cornrows; con bolitas color beige y rojizas al final de las trenzas. Ni hablar de sus vestidos. A pesar de tener el mismo estampado africano, el de Rebeca tenía un corte ejecutivo, mientras que la falda de Cindy era mucho más juvenil.
—¡Qué linda te ves! —exclamó Cindy. Mi pecho se infló.
Me emocionaba cuando Cindy hablaba. Aún seguía sintiéndose insegura al hacerlo, pero lo hacía con más soltura.
Rebeca me había contado que Cindy llevaba solo un año desde que se había hecho el implante coclear cuando la conocí; una cirugía que servía para restaurar la falta de audición media o severa. El implante no volvía su audición, pero enviaba estímulos eléctricos al cerebro, al nervio auditivo. El micrófono de sus auriculares captaba los sonidos, los convertía en señales eléctricas hacia el cerebro y él mismo lo interpretaba como sonidos. La recuperación de una cirugía así, era mucho más lenta para una niña, sobre todo cuando nunca había escuchado en lo que tenía de vida. Las terapias de lenguaje eran difíciles y lo fue más aún la escuela. Me alegraba mucho que se estuviera desenvolviendo más. Lucía mucho más radiante que antes.
La imagen de la sonrisa de Orlando apareció en mi cabeza.
Rebeca y Cindy habían pasado por mucho juntas. Me constaba.
¿Qué pensaría Orlando de Cindy?
Por un momento pensé que podría maravillarse con ella, pues todo el mundo tarde o temprano lo hacía.
Ahora ya no lo sabía.
—Ustedes también se ven deslumbrantes —dije, en voz alta y en lenguaje de señas. Fruncí el ceño al mirar sus ojos. Sus iris estaban un poco grisáceas. No había rastro de lunar—. ¿Te pusiste lentes de contacto, Cindy?
—Ya no quería usar anteojos. Tenía meses insistiendo y finalmente accedí —explicó Rebeca, sonriendo nerviosa. Comprendí—. Cindy está emocionada. Uno de sus cuadros también será exhibido.
—¡¿De verdad?! —inquirí. Cindy asintió, sonrojada—. Debes decirme cuál es. Así sabré cuál comprar al momento de la subasta.
—Si te digo, no lo comprarás porque te gustó. Usé un seudónimo, así que no hay manera de que lo descubras —señaló Cindy.
—Ahora los pájaros le tiran a las escopetas —dije con fingida ofensa—. Bien, será como quieras. Estoy segura de que lo descubriré. Pasen adelante. Hay bocadillos deliciosos en la mesa. Y barra libre para los adultos —le susurré a Rebeca.
—Gracias al cielo por eso —dijo, pasando a un lado de mí.
Continué recibiendo a los invitados, dándole el folleto del evento. Por la exquisitez del diseño, intuí que Black había sido el responsable de hacerlo. Muchos de ellos eran personas reconocidas en el medio. Aunque no era una exposición hecha directamente por Black, sino por sus pequeños pupilos, me constaba que se había hecho un nombre en el mundo del arte. Estaba al tanto de que no había hecho una exposición desde hace mucho y que todos esperaban por ello. De seguro, había usado eso a su favor para atraerlos hasta allí.
—En serio tenemos que dejar de encontrarnos en este tipo de situaciones, Herrero.
El folleto tembló en mi mano.
Alcé la mirada.
Orlando me sonrió. Su sonrisa ya no me parecía cálida y amable. Aunque, quizá no era el caso, ahora lucía como la de un villano a punto de causar un enorme caos.
—Orlando, ¿qué… qué haces aquí?
—Una de las fundaciones con las que colaboro está interesada en el proyecto de tu jefe. Decidí venir personalmente y darte una sorpresa.
—Últimamente, me estás dando demasiadas sorpresas.
—Que lindo de tu parte.
—No quería que sonara lindo.
—Escucha, sé que posiblemente tu percepción sobre mí haya cambiado, pero no seas tan dura conmigo, ¿quieres? Siempre he estado de tu lado. No me veas como un enemigo.
—Es difícil sabiendo que quieres declararle la guerra a Rebeca.
Su rostro se endureció, pero luego se mostró más relajado.
—Eres suiza, Herrero. Eso habíamos acordado.
—Claro.
—Hoy solo vine a relajarme, así que despreocupate. Tengo curiosidad por ver la exposición de tu jefe.
—Deja de decir jefe de esa forma tan rara.
Se carcajeó.
—Aunque… supongo que al ser la amiga íntima de Donovan… Catalano debe estar por aquí —canturreó.
Estaba muy segura de que esta vez sí estaba sonriendo malvadamente.
—Lamento decirte que no —mentí—. Y si me disculpas, tengo qué ..., planchar sacos con el fiscal. Disfruta la velada.
Corrí hacia el interior del edificio. Ally me detuvo.
—¿Rouse? Creí que estabas recibiendo a los invitados.
—Ocurrió una emergencia. Necesito encontrar a Black y a Rebeca. ¿Podría encargarse de los invitados?
—Por supuesto.
—Muchas gracias.
Atravesé la sala de exposición en menos de un minuto. Mis ojos viajaron por todo el lugar, esperando encontrarme a Black o Rebeca. Logré atisbar a Black en el patio de juegos, conversando con un pequeño grupo. Tome una enorme bocanada de aire y volví a correr.
Cielos, debía verme terrible.
Aunque sabía que era una emergencia, me detuve y me acicalé un poco antes de interrumpirlos. Esbocé mi mejor sonrisa.
—Disculpen.
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Editado: 26.04.2025