—¡Cindy!
Rebeca y Black se acercaron a nosotros, apresurados. Black me atravesó con sus ojos furibundos. No tuve el temple de mantener su mirada. Sabía que había sido culpa mía por no reaccionar a tiempo.
—¿Cindy? —inquirió Orlando.
Rebeca llegó hasta nosotras y sujetó a Cindy, atrayéndola hacia ella. Le arrebató los auriculares de forma disimulada, un gesto que no le agrado a Cindy, pero, por alguna extraña razón, no protestó. Al contrario, se veía…
Asustada.
El rostro de Orlando continuó gélido. Observó a ambas mujeres, sin algún gesto que pudiera delatar lo que pensaba. Cindy y Rebeca eran como dos gotas de agua, así que negar un parentesco solo sería muy sospechoso.
—Cindy. Como tu madre —dijo finalmente, sonriente—. ¿Es tu hija, Catalano?
—Hermana —se apresuró a decir—. Mi padre volvió a casarse, ¿lo recuerdas?. Es la menor. Le puso el nombre de mi madre.
—Qué romántico de su parte. No para su esposa actual, por supuesto —sonrió—. Es idéntica a ti. Incluso en lo bribona.
—¡¿Disculpa?! —escupimos Rebeca y yo, al unísono.
—Carajo —se lamentó Black.
—¿No se lo habías dicho, Donovan?
Miré a Black, en espera de una explicación. Él suspiró, agotado.
—Iba a contarles, pero las circunstancias…
—¿Qué ibas a contarnos? —cuestioné, a punto de perder los estribos. Observé a Cindy y ella agachó la mirada, avergonzada. En definitiva estaba leyendo nuestros labios—. ¿Qué fue lo que hicieron?
—Los chicos fueron los responsables del asalto a la casa de Gamal —dijo finalmente. Rebeca maldijo por lo bajo y peinó su cabello hacia atrás, buscando calma—. Fue Micael quien lo planeó, junto con el condenado viejo Emmanuel…
—¿Fue el anciano el que robó la pintura? —Black asintió. ¡Condenado anciano!
¡Condenados todas esas nalgas miadas por meter a Cindy en algo así porque sabía que todos estaban metidos en aquel lío!
—Cuando lo descubrí, hice que devolviera la pintura de inmediato. Hable con Orlando. Él accedió a no presentar cargos… Siempre y cuando el responsable de destruir su huerto…, lo arreglara.
—Eran flores de azafrán. Supongo que está en la sangre, ¿eh, Catalano?
Rebeca tembló de rabia contenida.
Por todos los cielos habidos y por haber en este vasto universo infinito.
Quería salir corriendo allí.
Y quería colgar de cabeza a Black y a Micael.
Rebeca se puso frente a Cindy.
— “¿Es cierto lo que dice este hombre?”—le preguntó en lenguaje de señas, temblando de rabia. Quise intervenir, pero sabía que no podía hacerlo—. “¿Destruiste su huerta?”
—Yo…
— “Una travesura me parece aceptable, pero esto. ¿Crees que me gusta que la gente hable de ti de esta forma? ¡Me enfurece que hablen de ti, pero me enfurece más que le des razones para ello!” —sus manos temblaron cuando se lo expresó. Cindy quedó helada. Estaba segura de que era la primera vez que veía a su madre tan alterada—. “Estoy tan decepcionada de ti…”
Mi corazón se rompió en mil pedazos al ver sus señas y luego el rostro de Cindy, repleto de lágrimas. Rebeca se marchó, esperando quizá que Cindy la siguiera. Ella no lo hizo, se quedó allí parada, en medio de nosotros, sin dejar de llorar. Observé a Orlando, él no dejaba de mirar a Cindy, imperturbable.
Iba a darle una paliza a ese imbécil. Se la había ganado con creces.
—Cindy, será mejor que vayas con tu madre y hables con ella —le sugirió Black, con voz suave.
Fue cuando pasó.
Pude haberlo esperado todo de aquel encontronazo entre Orlando y Rebeca.
Incluso entre él y yo.
Pero no esperé un encontronazo con Orlando y Cindy.
La joven empuñó sus manos y alzó el mentón. Black y yo retrocedimos, más por asombro que por miedo. Era la primera vez que veía a Cindy experimentando la ira. Sus ojos ardían, posiblemente imaginando a Orlando consumirse en ellos.
—¿Por qué me miras así, niña? ¿Acaso fui yo el que destrozó tu huerta? —le cuestionó Orlando—. Asume la consecuencia de tus malos actos y agradece que no te denuncié. La cárcel de menores no es nada linda. ¿Sabes cuánto vale una flor de azafrán? Miles de dólares. Tendrías que montar una fábrica entera de estos cuadros de macarrones para pagarme una sola flor. Eso claro, si lograras venderlos.
—“Puedes meterte tus flores en el…”
—¡Cindy! —Black sostuvo sus manos y la riñó, escandalizado. Cindy intentó zafarse de su agarre, sin dejar de mirar amenazante a Orlando. Estaba segura de que Black estaba tan alucinado como yo. Creo que habíamos dejado que Micael y ella interactuaran demasiado—. Vamos, te llevaré con tu madre.
La pequeña sayayin se negó a irse de allí. Black tuvo que alzarla y llevarla sobre su hombro, pero ella no se dio por vencida y comenzó a hacerle señas con sus manos a Orlando.
— “Volveré a destruir tu huerta y… ¡Escupiré tu tierra! ¡Haré que te tragues los macarrones de esa pintura para que te dé diarrea!” —intentó sacarle el dedo medio, pero Black fue más rápido y retuvo sus manos, perdiéndose finalmente entre la gente—. "Será mejor que no salgas solo..."
Estaba horrorizada.
Volví a encarar a Orlando, viéndolo como la abominación más grande de todas.
—Felicidades, acabas de corromper el alma de Cindy y te has convertido en el ser más detestable del mundo, porque para que ella te odie, debes tener el alma podrida. Solo había bondad en su corazón hasta hace dos minutos.
—Por supuesto, por eso destruyó mi huerta.
—Estaba influenciada por Micael. Lo adora, hace lo que sea por él.
—Veo que las Catalano poseen cierta debilidad por los Donovan —bromeó—. Y al parecer también poseen un gen que sirve específicamente para serme una molestia. Como sea, no tenía pensado hacer nada porque le guardo cierto cariño a tu protegido, pero mi condición con quien destruyó mi huerta es inamovible —expuso serio.
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Editado: 26.04.2025