Pufff.
Nada qué decir. Llevo toda la semana como una magdalena. Terminar esta novela ha sido un reto. Y no por lo creativo, sino por lo que significa para mí. No la he querido soltar, esa es la verdad, pero como dice mi abuela, los hijos no son de uno, uno los pare, los cría y son del mundo. Así las cosas.
Rebeca y Orlando tendrán historia, posiblemente la publique el domingo, cuando ya medio se me vaya la depresión ToT
Espero disfruten del maratón final.
Mi corazón fue abrazado y consolado por esas palabras.
Sus labios volvieron a adueñarse de los míos, como si quisiera dejar en claro, incluso con su cuerpo, que todo era real.
Lloré como una tonta mientras lo besaba. No fue hasta que mis mejillas rozaron las suyas que noté que Black también las tenía empapadas de lágrimas.
Fue como si hubiera saciado un alma que ni siquiera había notado que penaba y agonizaba hasta que lo tuve de nuevo siendo parte de mi.
Me aparté, aturdida y asustada. Black me abrazó de la cintura y me atrajo hacia él. Nuestros rostros quedaron a centímetros del otro.
—Conozco esa mirada —su voz salió tan aterciopelada que tuve que sostenerme de sus brazos para no desvanecerme. Estaba embriagada de su olor, su voz y del cosquilleo aún latente en mi boca.
Intenté apartarme, pero me apresó entre sus brazos.
—¿Qué estás haciendo? —musité.
—Evitando que huyas, evidentemente.
—Black…Tú… Esto… Tal vez deberías pensarlo un poco. Estás confundido. Mi confesión de seguro ha—
—No vas a decirme cuáles son mis sentimientos, Herrero. No te lo permito —espetó—. Deja de volverme loco, por favor te lo pido. He estado semanas intentando ser paciente y comprenderte, pero ya no puedo soportarlo. ¿Crees que no sabia que me amabas? ¿Que nos amabas? —su voz suave me estremeció—. ¿Quieres saber por qué no te aclaré mi relación con Samantha o por qué no me comporté como un celopata cuando te veía cerca de Gamal? Es porque sabía que estabas lidiando con tus propias emociones y una leve insinuación de las mías podría espantarte o peor, podría hacerte colapsar por tener tanto con lo que lidiar.
—Hablas como si fuera alguien débil.
—¿No lo eres conmigo? —murmuró, cerca de mi rostro. Sus dedos se deslizaron por la cicatriz de mi barbilla. Me sujete a él con más fuerza en respuesta—. Porque yo lo soy contigo, Rouse. Creeme, nunca he pensado en volver a dejarte ir. Nada en este mundo hará que vuelva a poner en duda tu corazón. Ni siquiera tú o yo. Es un corazón del que no podré salir nunca. De la misma forma que tú jamás podrás salir del mío. Acepté ser tu amigo con la esperanza de que no volvieras a alejarte de mí mientras lo asimilabas. No quería que vieras mis sentimientos porque sabía que pensarías que lo estaba haciendo por culpa o por sentirme responsable por lo que te ocurrió en el pasado. Creí que sería una tortura, creí que no podría soportarlo, pero resultó increíble tener esta cercanía contigo. Me encanta ser tu amigo, me encanta la soltura con la que me cuentas las cosas y lo mucho que te cuesta ocultarme secretos. Me fascina quedarnos hasta tarde hablando de cualquier cosa y nuestras miradas cómplices de viejas juzgonas —sonreí, conteniendo el llanto—. Amo caminar por el pasillo antes de llegar al departamento porque sé que estarás allí, persiguiendo a los chicos para darle una lección o durmiendo con ellos en el sofá. Rouse, podría ser tu mejor amigo por la eternidad si así lo quisieras. Pero sé, que no lo quieres. Y ahora, por obstinada, quieres volver a huir de mí, como una cobarde.
—¿Cobarde? —inquirí, indignada.
—Si no es cobarde pedirme ser amigos al punto de tener una relación casi fraternal, entonces no se que lo es.
Mi rostro se calentó.
—¿Te parece cobarde no querer volver a hacerte daño? Ahora es muy diferente porque no solo te afectaría a ti. Los niños…
—¿No confías en ti? Hasta hace algunos meses, no dejabas de pelear como una fiera contra mí porque no estabas dispuesta a renunciar a Micael. No parabas de asegurarme que jamás lo lastimarías ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?
—Que ahora es muy real —confesé—. Así que deja de atentar contra mi ego.
—Solo atento contra tu pequeño miedo —replicó—. Los proteges de todo. Aunque no confiaras en ti misma, ellos lo hacen ciegamente. ¿Realmente crees que podrías hacer algo que los dañara?
—Nunca —me sostuve de su camisa y suspiré—. No quiero marcharme. Quiero tenerte para mí, a los tres. Pero siento que este sentimiento egoísta de posesión es de la vieja Rouse ¿Y si tú tenías razón en ese entonces y es superficial?
—¿No fuiste tú la que dijo que hay muchas cosas que hemos dicho en el pasado que no eran del todo ciertas? Me arrepiento de las palabras que te dije cegado por mi rencor. Ninguna de ellas son ciertas.Quieres marcharte ignorando lo que sientes porque crees que así estaremos mejor. No hay nada de superficial con eso. Puedes tenernos, Rouse. No importa que eso alimente tu personalidad cegada de victorias —bromeó—. Podré vivir con ello.
—Soy más posesiva y territorial que antes. Lo seré si me dejas recuperar lo que perdí —insistí—. Piénsalo bien, una vez que me vuelvas a entregar tu corazón yo…, no podré soltarlo jamás.
—Rouse, has tenido mi corazón desde que me encontraste desnudo detrás de esos arbustos. Incluso antes, cuando te veía en tus ensayos —acarició mi rostro. Me miró con tanto amor que llegué a pensar que estaba en un sueño—. Nunca hubo vuelta atrás… No sé por qué te has empeñado en pensar lo contrario.
—Si me quedo, no podras correrme. No me iré nunca. Hablo muy en serio.
—No lo hagas —murmuró, mirándome a los ojos y luego mi boca, con descaro. Sus ojos suplicantes me desarmaron—. Quédate conmigo. Con nosotros.
#6 en Otros
#4 en Humor
#29 en Novela romántica
#13 en Chick lit
jefeempleada, romance comedia dolor humor, amores y superacion
Editado: 19.04.2025