Juramento de dragón

CAPITULO 9

No dijimos mucho en el camino de regreso; el silencio se sentía pesado; era bastante incómodo, la verdad.

Fael se acurrucaba en mis brazos, calentito como una pequeña llama viva; pero dentro de mí, algo había cambiado también.
Una sensación cálida latía en mi pecho, como si una chispa de Drox hubiera quedado allí.

—¿Seguro que estás bien, Linare? —preguntó Adeline con suavidad.

—Sí... solo estoy cansada —mentí.

Kyran caminaba delante de todos; sus hombros tensos, sin siquiera mirarme.

“No confíes tanto en él, bichito...”

Recordé las palabras de Drox, y un escalofrío me recorrió. “¿Por qué me habría dicho eso?”

Por suerte, no tardamos mucho en llegar; pero apenas lo hicimos, Kyran se dio la vuelta y les hizo un gesto a los demás para que se fueran. Todos obedecieron rápidamente.

—Tienes que decirme qué pasó allí dentro —me dijo, mirándome con firmeza.

—Te dije que te lo contaría después... —empecé a decir, pero su mirada era dura, exigente.

Fael gruñó bajito en mis brazos.

—Nayra, no tienes que ocultarme nada; solo quiero saber qué pasó y por qué entraste ahí —me dijo, mientras se acercaba a mí. Por cada paso que él daba, yo retrocedía dos.

—Yo… yo… no sé; solo aparecí en esa cueva y ahí vi a Fael —tenía la voz temblorosa.

—¡No me mientas, Nayra! ¡¿Qué pasó ahí?! —me asusté al escucharlo.

—Ky… Kyran, ya basta; te… te dije todo —Fael seguía gruñendo y temblando.

Kyran me miraba fijamente, con la mandíbula tensionada; pero no dejé que hablara. Corrí hacia el cuarto de Adeline. Al verme, ella corrió hacia mí y me abrazó con fuerza.

—¿Qué pasó, mi Linare?

Ya no pude contener las lágrimas; caí al piso mientras Adeline me seguía abrazando fuertemente.

Me había estado conteniendo... todo el dolor de tener que dejar atrás a Rosa, el tener que correr a otro lugar para poder salvar mi vida y… el miedo que sentía al ver a Kyran me consumieron por completo.

—Tranquila, mi Linare, estoy aquí —escuchar cómo Adeline se contenía las lágrimas me hizo reír. Levanté la cabeza y ella me miraba con confusión y angustia. Sequé sus lágrimas con mi dedo pulgar y apoyé mi frente contra la suya.

—Gracias —ella no dijo nada, solo volvió a abrazarme con fuerza.

—Señorita Linare —me di la vuelta y vi a Arian; me sequé las lágrimas, al igual que Adeline.

—¿Qué pasó, Arian?

—Creo que este sería el mejor momento para irnos, Linare; es temprano, pero las horas pasan rápido y se hará de noche otra vez —lo miré por un segundo antes de fruncir el ceño.

—¿Dijiste “irnos”? —Él asintió, como si estuviera diciendo algo obvio.

—Si me lo permite, quiero acompañarla, señorita —Adeline y yo nos miramos al mismo tiempo, algo sorprendidas. Lo volví a mirar, esperando que dijera la razón, pero su silencio demostró que no la iba a dar.

—Está bien; si es lo que deseas, ve preparándote. En un rato estaré lista —asintió y se fue caminando tranquilamente.

—Kyran se enojará mucho —me dijo Adeline, secándose las lágrimas.

—¿A qué te refieres?, ¿por qué se va a enojar?

—No sé bien la razón, pero le prohibió que se acerque a vos.

“¿Por qué le prohibiría eso?” Miré hacia abajo al sentir algo en mi pierna.

—¿Qué pasa, Fael? —le pregunté al ver su cara de tristeza mientras lo acariciaba.

—Es mejor que se prepare, mi Linare —asentí y me levanté para poder preparar todo. No era mucho, solo tenía mi bolso. Mientras guardaba, vi que Adeline salió de la habitación. Y Al rato volvió con un par de cosas.

—Tome, Linare; acá tiene algo de ropa. Es mucho más cómodo que unos vestidos —me entregó una tela con ropa; había unos conjuntos de pantalones con unas camisas.

—Muchas gracias, Adeline —vi cómo contenía unas lágrimas; sonreí y la abracé con fuerza mientras acariciaba su pelo.

—Te voy a extrañar mucho, mi Linare.

—Yo también… demasiado —de repente, sentí un escalofrío recorriéndome la espalda. Vi que Adeline miró detrás de mí e hizo una reverencia. Al girarme, vi a Kyran mirándome fijo. Me hizo un gesto para que lo siguiera, así que agarré mi bolso y lo obedecí.

—Me informaron que Arian irá contigo —yo solo asentí y seguí caminando, pero él paró en seco y se volteó hacia mí.

—Sé que estás enojada por la forma en que te hablé… perdón. La verdad, no sé si sobrevivirás yendo allá… pero espero que sí —no pude decir nada, solo lo seguí mirando. Él miró su mano y después la mía. Subió un poco la mirada para verme a los ojos.

—Dame tu mano —dijo con firmeza. Me quedé inmóvil. Él suspiró y se agachó para estar un poco a mi altura; agarró mi mano y puso algo en ella. No vi qué era, solo lo miraba a los ojos.

—Por favor, Nayra… mantente a salvo. Espero que nos volvamos a encontrar más adelante —me dijo con una sonrisa cálida y se fue sin mirar atrás…

Apreté mi puño con fuerza, sintiendo algo metálico en mi mano. Al mirarla, vi un collar que tenía un pequeño dije con la forma de mi marca y un pequeño rubí en el medio.

—Qué hermoso —dije en un susurro para mí misma.




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