Juramento de Sangre y Amor

Capitulo 2

Diego y Arturo desayunaban en el comedor de la mansión Bustamante. Entre tanto que degustaban los alimentos, padre e hijo conversaban animados sobre el nuevo proyecto que abarcaría la empresa en los días continuos, así como exponían los planes que cada uno tenían para el día.

Mientras hablaban, Diego se hizo consciente de la inusitada alegría que su padre traía consigo, notando una vez más ese repentino júbilo que últimamente reflejaba el envejecido rostro de su progenitor, un entusiasmo que le hacía ver más vitalizado. Observar en su padre aquel cambio le llenaba de satisfacción y le daba tranquilidad, aunque no podía negar que también le generaba mucha curiosidad saber a qué o por quien se debía aquella modificación tan imprevista.

Sentado frente a su padre en aquel elegante comedor de ocho puestos, Diego lo veía muy sonriente y relajado mientras compartía su opinión y masticaba los alimentos. Ese entusiasmo le hizo recordar a ese hombre sonriente y feliz que un día fue su padre, cuando su madre aún vivía, pero toda esa alegría se marchitó con la muerte de su progenitora. Su progenitor enterró junto con ella al hombre feliz que era. Sin embargo, las cosas parece que ahora como que habían cambiado, ya que en los últimos tres meses su padre comenzó a mostrar un nuevo aire de entusiasta, de regodeo y hasta de frescura; que no era común en él

«Y realmente ese cambio le tenía ya muy intrigado». Pensó Diego sin quitarle la vista de encima.

— ¿Más de su jugo, señor?

La apaciguada voz de Felicia, sacó a Diego de sus pensamientos. La vio parada a lado de su padre.

—Sí, Felicia. Por favor, sírveme un vaso más —respondió Arturo, enfundado en su impecable traje negro y camisa blanca—. También sírveme un poco más de huevos revueltos —pidió con mucho ánimo, mientras se limpiaba la boca con la servilleta de tela, poniéndola luego sobre la mesa.

—Parece que esos jugos raros que ahora estás consumiendo te están dando muy buenos resultados ¿No? Últimamente te veo más vitalizado y con muchas energías —comentó, Diego, observando al ama de llaves indicarle a una de sus ayudantes de cocina la orden dada por su padre, al mismo tiempo que le llenaba el vaso vacío de ese jugo verde que su progenitor de un momento a otro comenzó a tomar.

—No son jugos extraños, hijo, simplemente son combinaciones naturales de frutas y verduras que tú también deberías tomar. Hazme caso —aconsejó, Arturo.

—No, papá, yo paso de esos raros concentrados que ahora tomas —contestó arrugando con cierto asco su perfilada nariz, mientras negaba con la cabeza—. Solo hay que darle un vistazo para saber que no tiene un buen sabor. Por ahora no necesito nada de eso para poder funcionar —y sonrió ante la ironía de sus últimas palabras.

Arturo alzó una de las cejas encanecidas a modo de respuesta al captar el sarcasmo de su hijo, y le devolvió el gesto sonriendo sin mostrar los dientes, al tiempo que se tomaba de un solo trago el brebaje en cuestión.

—Esto —dijo Arturo señalándole a su hijo el vaso ya vacío—, no es solamente para lo que tú crees, también sirve para ganarle un poco más de ventaja a la carrera del tiempo, y poder darle complacencia a los días que ahora disfruto. Días que me dan el deleite de gozar lo que hace años atrás dejé de disfrutar —y volvió a levantar el vaso—. Esto es el comienzo del cambio. Un cambio que en estos tiempos viene a ser justo y necesario para mí.

La conversación fue interrumpida por la llegada de los alimentos solicitado por Arturo. En silencio, ambos hombres continuaron con el desayuno. Y envuelto en ese silencio, Diego reflexionó sobre lo que su padre acababa de decir. Sintió que aquellas palabras iban envueltas con un mensaje incognito: “sirve para ganarle un poco más de ventaja a la carrera del tiempo, y poder darle complacencia a los días que ahora disfruto. Días que me dan el deleite de gozar lo que hace años atrás dejé de disfrutar. Un cambio justo y necesario para mí”... y volviendo a fijar la mirada en su padre, se dio cuenta que ese cambio, lo había notado desde hace tres meses atrás.

Desde que su madre falleció ambos tenían por costumbres compartir los fines de semana. Acordaron no trabajar esos días a cambio de ir a relajarse en la casa del campo o de la playa, donde se distraían pescando en el lago o en el mar, caminando por la playa o por la extensión de vegetación que el campo les ofrecía. Sin embargo, desde hace tres meses atrás su padre comenzó a cambiar esa rutina. Sin dar muchas explicaciones, su progenitor comenzó aplazar esas reuniones tan importantes para ambos, luego ya no eran solo los fines de semanas que se ausentaba, también lo hacía cualquier día de la semana donde solo le llamaba de imprevisto y le notificaba que se ausentaría por unos cuantos días. A esas alturas no tenía por qué pedirles a su padre explicaciones de los actos que hiciera con su vida privada, sin embargo, ver esa felicidad y la gran sonrisa en los labios que reflejaba cada vez que retornaba de esas extrañas escapadas; le hacía pensar que aquel cambio se debía a una nueva ilusión amorosa en la vida de su padre.

Y realmente estaba deseoso de confirmar si por fin una mujer especial había conquistado el corazón de su progenitor. Tener de nuevo aquel pensamiento le sacó una silenciosa sonrisa, mientras que lo observaba por encima de la taza de café que se tomaba.

—Me pregunto ¿Si todo ese aire misterioso y de tanto entusiasmo que ahora tienes se debe a una amante secreta que tienes por ahí? —Indagando en tono de pulla.




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