Las palabras de Liam resonaron en la mente de Isabella. "No soy Sarah. Y nunca lo seré. Pero tampoco soy la niña que crees que soy."La rabia, una emoción que rara vez se permitía sentir, se había encendido en su interior. No se quedaría marchitándose en esa mansión, en esa jaula dorada. No sería la esposa sumisa y silenciosa que Liam esperaba.
Durante los días siguientes, Isabella se movió por la casa con una determinación renovada. Ignoró las miradas frías de Liam, sus comentarios sarcásticos. Se vestía con ropa que la hacía sentir fuerte, no la que él o la sociedad esperaban de la "viuda" de Sarah. Empezó a salir, al principio a galerías de arte, a cafeterías, a pasear por el parque. Pequeños actos de rebelión que la hacían sentir viva, una forma de reclamar su espacio en esa vida que le había sido impuesta.
Una tarde, mientras hojeaba una revista de moda en la sala, vio un anuncio de un nuevo club nocturno en el centro de la ciudad. "El Edén Prohibido". La música, las luces, la promesa de anonimato. Una idea audaz, casi imprudente, comenzó a formarse en su mente. ¿Qué diría Liam? ¿Qué le importaba? Él la había descartado, la había ignorado, la había reducido a una obligación. Era hora de que ella viviera su propia vida, aunque fuera por una noche, para demostrarle que no era solo un accesorio en su vida.
Esa noche, Isabella esperó hasta que la mansión estuviera en silencio. Se puso un vestido negro ajustado que nunca se habría atrevido a usar antes, con un escote discreto pero sugerente que la hacía sentir audaz. Se maquilló con un delineador de ojos ahumado y un labial rojo intenso, resaltando sus labios. Se miró en el espejo, y por primera vez en mucho tiempo, vio a una mujer, no a una niña asustada. Vio a alguien capaz de tomar las riendas de su propio destino.
Bajó las escaleras sigilosamente, sus tacones resonando apenas en el mármol. La señora Evans, que solía quedarse hasta tarde, ya se había retirado. La puerta principal era enorme, pesada, pero Isabella la abrió con una determinación que no sabía que poseía. Salió a la noche fría, el aire fresco en su rostro, una sensación de libertad embriagadora. La noche era suya, y estaba lista para reclamarla.
Editado: 31.08.2025