La noche después del "Old Anchor" no fue una noche de sueño. Fue una noche de deliberación. Mi cerebro, normalmente un tribunal de orden y lógica impecable, se había convertido en una sala de vistas en estado de emergencia, con un único punto en el orden del día: el Incidente Labial Inesperado (en adelante, I.L.I.).
A las 2:17 a.m., incapaz de seguir dando vueltas en la cama, me levanté y encendí mi portátil. La pantalla en blanco de un nuevo documento parecía la única superficie lo suficientemente estéril como para contener el desastre biológico de mis emociones.
ASUNTO: ANÁLISIS FORENSE PRELIMINAR DEL CASO VALDÉS vs. CIFUENTES (I.L.I.)
Fecha: Miércoles, post-desastre. Estado de ánimo: Pendiente de cuantificación (posiblemente ilegal).
Mi primer instinto fue crear una hoja de cálculo. Era lo lógico. Los datos, una vez tabulados, pierden su poder intimidatorio.
REGISTRO DE EVIDENCIA EMOCIONAL
Evento: Beso (Iniciado por el Sujeto D. Cifuentes; participación activa de la Parte Afectada, R. Valdés).
Duración: Indeterminada. El tiempo pareció sufrir una distorsión jurisprudencial. Podrían haber sido siete segundos o cuatro años fiscales.
Métricas Fisiológicas (Autoevaluadas):
Aceleración Cardíaca: 12/10. (Error del sistema. La métrica no contempla valores superiores a 10. Requiere recalibración urgente).
Coherencia Lógica del Acto: 1/10. (Gravemente deficiente. El sujeto es el principal activo en la "Operación Venganza". El contacto físico de esta naturaleza constituye una contaminación de la evidencia y un claro conflicto de intereses).
Nivel de Arrepentimiento Post-Facto: 2/10. (Alarmantemente bajo. El arrepentimiento parece estar de vacaciones sin previo aviso).
Probabilidad de Reincidencia: 9.8/10. (Riesgo inminente y catastrófico para la estabilidad del sistema).
Miré los datos. Eran condenatorios. Mi propio análisis demostraba, más allá de toda duda razonable, que mi sistema operativo estaba corrupto. El firewall lógico había sido completamente vulnerado.
Cerré la hoja de cálculo. Demasiado frío. Demasiado impersonal para la magnitud del caos.
Abrí un nuevo documento, esta vez uno de texto. Quizás necesitaba un enfoque más cualitativo, como el diario de Bridget Jones, pero con más notas a pie de página y referencias al Código Civil.
DIARIO DE CRISIS: MIÉRCOLES
Peso: Sin cambios. (Aunque siento como si me hubiera tragado un tomo completo de Derecho Administrativo). Unidades de Racionalidad Consumidas: 0. (Situación crítica). Número de veces que he reproducido el I.L.I. en mi cabeza: 48 (y subiendo).
Análisis del Evento: No fue solo un beso. Fue una moción de censura contra toda mi existencia. Fue el universo riéndose a carcajadas de mis carpetas, mis planes y mi "Protocolo de Seducción Abreviado".
¿Y lo peor? Que me gustó.
No, "gustar" es un término legalmente impreciso. Lo que sentí fue una adhesión irrazonable y entusiasta al acto ilícito. Sentí que, por primera vez, no estaba presentando un argumento, sino que simplemente era. La sensación de su mano en mi espalda, la forma en que el ruido del bar se desvaneció hasta convertirse en un murmullo procesal... todo eso era evidencia inadmisible que mi cerebro insistía en presentar ante el jurado de mi conciencia.
Este hombre es un desastre andante. Es el novio de mi némesis. Es la antítesis de todo lo que he construido. Es encantador, genuinamente amable y tiene una sonrisa que debería ser declarada un arma de distracción masiva.
PLAN DE ACCIÓN CORRECTIVO
Evitar al Sujeto D. Cifuentes a toda costa. (Impráctico. El campus no es tan grande y, por alguna razón, parece tener un radar para encontrarme en mis momentos de mayor vulnerabilidad).
Racionalizar el I.L.I. como un error de cálculo. (Débil. La participación activa invalida la defensa del "error").
Proceder con la "Operación Venganza" según lo planeado. (¡Absurdo! Sería como pedirle al fiscal que sea el abogado defensor. Imposible mantener la objetividad).
Entonces, ¿qué hacer?
Y fue ahí, a las 3:04 a.m., en medio del silencio de mi habitación, donde la abogada que había en mí, en un acto de pura desesperación, encontró la solución más brillante y estúpida posible.
Si el problema era un sentimiento incontrolable, la solución no era suprimirlo. Era redirigirlo. Si no podía usar a Diego como un peón en mi venganza, y tampoco podía permitirme que me gustara, entonces solo quedaba una tercera vía. Una vía tan retorcida, tan perfectamente mía, que me maravilló por su terrible lógica.
No podía ser su novia. Eso era un hecho. Pero eso no significaba que no pudiera controlar quién era su novia.
Si yo, Roxana Valdés, experta en análisis y optimización, no podía tenerlo, entonces mi deber fiduciario para con... el universo... era encontrarle a la candidata perfecta. Alguien estable. Alguien predecible. Alguien que no fuera yo.
Sería un acto de servicio comunitario. Una penitencia por mi crimen emocional.
Abrí un nuevo documento y lo titulé: "PROTOCOLO DE REUBICACIÓN AFECTIVA (Alias: OPERACIÓN CUPIDO)".
Artículo 1: Identificación de Candidatas. Artículo 2: Facilitación de Encuentros Fortuitos. Artículo 3: Retirada Estratégica y Observación.
Era un plan terrible. Un plan que me haría miserable. Un plan que, con toda probabilidad, explotaría en mi cara de forma espectacular.