14-B.1 - La Jurisdicción del DJ
El Tratado del Fin de Semana, nuestro pacto sagrado de viaje que había requerido más negociación que algunos tratados internacionales, había sido oficialmente ratificado con toda la solemnidad que dos estudiantes de derecho podían mustera un jueves por la tarde.
Las responsabilidades habían sido claramente delineadas:
Yo, como parte demandante de la estructura y representante oficial del orden, tenía el control del volante (obviamente, porque confiar a Diego la conducción en un viaje sin plan era pedirle demasiado al universo) y del mapa (guardado de forma segura en la guantera, laminado y con rutas alternativas marcadas en tres colores diferentes, por supuesto).
Diego, como representante autodesignado del caos creativo y defensor de la espontaneidad, tenía jurisdicción absoluta sobre todas las decisiones de paradas no planificadas, desviaciones interesantes, y cualquier cosa que cayera bajo la categoría vaga de "aventura".
Su primer acto oficial bajo esta nueva autoridad fue declararse, sin consulta previa ni votación democrática, DJ Supremo del viaje.
—De acuerdo, abogada Valdés —anunció desde el asiento del pasajero, conectando su teléfono al sistema de audio del coche con la solemnidad ceremonial de quien presenta una prueba clave en un juicio capital—. Primera moción oficial bajo el Artículo 4, Cláusula de la Espontaneidad y Disfrute del Viaje: la banda sonora.
Hizo una pausa dramática, como si estuviera a punto de revelar evidencia explosiva.
—He preparado una lista de reproducción específicamente curada para esta histórica ocasión. Semanas de preparación han ido en esto. Se titula, y cito textualmente: "Aventura, Caos y Rock de los 80: Una Odisea Sónica para Almas Valientes".
—¿Semanas de preparación? —repetí escépticamente—. Literalmente decidimos este viaje hace tres días.
—He estado preparando esta lista de reproducción desde que te conocí —dijo con absoluta seriedad—. Sabía que eventualmente te convencería de hacer algo espontáneo, y necesitaba estar listo.
—Eso es... perturbador pero también algo tierno.
—Contengo multitudes.
14-B.2 - El Asalto Auditivo
Antes de que pudiera presentar una objeción formal o al menos solicitar una revisión previa del contenido, los altavoces del coche cobraron vida con un riff de guitarra eléctrica tan estridente, tan agresivamente ruidoso, que casi me hace dar un volantazo hacia el carril contrario.
Era una canción de una banda de rock de los 80 que sonaba como si hubieran decidido que "sutil" era para perdedores y "volumen razonable" era un concepto extranjero. Guitarras que gritaban. Batería que golpeaba como si el baterista tuviera un rencor personal contra su instrumento. Y un vocalista que aparentemente había decidido que cantar era opcional y gritar era preferible.
La banda, por lo que pude determinar en los tres segundos antes de que mi cerebro entrara en modo de supervivencia, probablemente tenía más laca en el pelo que sentido común en sus decisiones de vida.
—¡OBJECIÓN! —declaré, bajando el volumen instintivamente con un movimiento tan rápido que casi parecía un reflejo de supervivencia—. ¡Esta música excede claramente los decibelios permitidos para una conducción segura! Además, un análisis preliminar de la letra, que pude captar entre el ruido, revela una promoción preocupante de conducta imprudente, referencias a sustancias controladas, y una gramática que violaría múltiples reglas básicas del español.
—¡Es el espíritu de la carretera, Rox! —replicó Diego, alcanzando el control de volumen y subiéndolo de nuevo a niveles que probablemente eran ilegales en zonas residenciales—. ¡Libertad! ¡Aventura! ¡Rebelión contra las normas sociales! ¡Guitarras que suenan como si estuvieran literalmente en llamas!
Hizo un gesto amplio hacia la carretera que se extendía ante nosotros.
—¡Esto es lo que escuchas cuando estás huyendo de la ley en una película de acción! ¡Cuando estás persiguiendo el horizonte sin mirar atrás! No es lo que escuchas cuando te estás preparando para un examen de Derecho Procesal o cuando estás organizando tu armario por colores.
—Nadie debería estar huyendo de la ley —argumenté, volviendo a bajar el volumen—. Somos estudiantes de derecho. Representamos la ley. Además, esta canción está promoviendo activamente la violación de múltiples estatutos de tráfico.
—¡Estás sobre-analizando la música de rock!
—¡La música de rock merece el mismo escrutinio crítico que cualquier otra forma de expresión cultural!
14-B.3 - La Contra-Oferta Musical
Con una expresión de profunda seriedad que normalmente reservaba para presentar argumentos finales en casos importantes, desconecté su teléfono del sistema de audio y conecté el mío.
Diego me miró con una mezcla de shock y traición, como si acabara de cometer un acto de guerra.
—¿Acabas de... desconectarme?
—Estoy ejerciendo mi derecho bajo el Tratado a proponer alternativas razonables —dije con calma, navegando por mis listas de reproducción meticulosamente organizadas (clasificadas por género, luego por estado de ánimo, luego por nivel de productividad que inducían)—. Propongo una contraoferta musical. Una selección que ha demostrado científicamente, en múltiples estudios revisados por pares, aumentar la concentración y la eficiencia cognitiva.
Encontré la lista de reproducción que buscaba: "Música para Conducción Óptima: Una Colección Científicamente Validada."
Pulsé play con la satisfacción de quien sabe que está tomando la decisión correcta.
El coche se llenó de los sonidos suaves, repetitivos y deliberadamente hipnóticos de un piano minimalista. Cada nota espaciada con precisión matemática. Cada progresión de acordes calculada para inducir un estado de calma alerta.
—Philip Glass —anuncié con la satisfacción de un sommelier presentando un vino excepcional—. Minimalismo contemporáneo. Fomenta un estado mental óptimo para la navegación segura y la anticipación efectiva de peligros potenciales en la carretera. Hay un estudio de 2018 que demuestra que reduce la agresión al volante en un 34%.