Justicia Divina

1: Infancia

La pequeña botella de vidrio impacta contra la pared, dispersando por todos lados los pequeños fragmentos de vidrio hacia su piel delicada.

— No hagas esto-pedía su esposa entre súplicas-ella no merece ver esto.

Los pequeños ojos cristalinos de Rebeca, observaban la escena con temor. Le tenía tanto miedo a su padre cuando se emborrachaba, que solo quería esconderse en su armario como hacía siempre que sus padres discutían.

— Esa mocosa-la señala su padre-no me interesa-abre otra botella de cerveza y le pega un largo trago-va a sufrir, tú vas a sufrir, todos van a sufrir-gritó molesto. La mujer en el piso, de rodillas, con su cuerpo lastimado, pidió a suplicas que ya la deje en libertad-no quiero verte-confesó el hombre tomándola del brazo bruscamente, poniéndola de pie-solo vete.

Suelta su brazo, empujándola levemente y vuelve a tomar su bebida. La mujer por su parte, toma velozmente el brazo de su hija y escapa de ahí sin tomar nada. Rebeca quería tomar su muñeca favorita, ella era la única que entendía sus lágrimas nocturnas. La que escuchaba su dolor interno, que cualquier adulto diría que es solo un dolor infantil, sin sentido. Su madre toma nuevamente su mano para irse y no le presta atención a lo que ella le quería decir o hacer.

En ese momento supo que nada de lo que iba a pasar en su vida iba a ser bueno, o eso pensó.

— No irás a la escuela, te pondré a trabajar-Rebeca quedó impactada al escuchar esas palabras salir de la boca de su propia madre. No comprendía cómo una niña de siete años podría conseguir un trabajo-todo esto es por tu culpa-soltó su mano-si no hubieras nacido, nada de esto habría pasado.

Palabras duras que quedaron en la mente de Rebeca por tantos años. “Todo es tu culpa” Pero eso la llevaría a la cima.

Ocho años después...

Secó su frente toda sudada y siguió fregando. Cada minuto que pasaba le agregaban más de diez platos para fregar y tenerlos listos en menos de cinco minutos. Ella no veía las horas de poder salir de ahí.

Cundo ya terminó de fregar todas las cosas que los cocineros habian usado, su teléfono comenzó a sonar. No era un teléfono último modelo. Su amiga se lo había regalado para sus quince años y tener con qué comunicarse con ella y la escuela. Cosa que su madre no sabía, ya que ella siguió estudiando casi en las sobras para lograr tener un titulo y ser abogada como siempre soñó.

— Aló-habla Rebeca esperando la voz de su amiga, ya que era la única que la llamaba.

— Te tengo una muy buena noticia-le habló su amiga muy emocionada-hoy dieron los resultados y te entregaron una beca-confiesa muy emocionada.

— ¿En Palmer Trinity?-interroga, Sería la indicada ya que estaba cerca de su casa.

— No, aún mejor. En la escuela privada Fairmont-la sonrisa de Rebeca se desvanece y la tristeza invade su sistema. Esa escuela quedaba en California y ella estaba en Florida, su madre jamás le permitiría ir allá y menos a estudiar. La mataría si se atreve a tomar la beca-¿Está todo bien?-pregunta su amiga al no escuchar respuesta de su parte.

— No creo poder tomar la beca-confiesa-mi madre no me dejará-su amiga nota la tristeza en su voz.

— Tengo una amiga que vive allí, le contaré sobre tí. Ella vive sola y tal vez te reciba.

— Lo pensaré Susan, gracias...-inesperadamente ya no siente su teléfono en su mano, a lo que reacciona asustada-señor, solo fue una llamada.

— Es la tercera vez que estás distraída con tu teléfono, no puedo seguir aguantando a personas irresponsables en mi cocina-le devuelve el teléfono y le extiende su mano-deme su uniforme, jovencita-rebeca se quitó su delantal y se lo entregó-este es tu sueldo de hoy. Ya no vuelvas.

Sus ojos se cristalizaron, su madre la golpearía si se enteraba que la echaron de su trabajo. Pero no tenía otra opción que volver a su casa antes de tiempo, ¿a dónde más iría?.

No quería llegar, no quería sentir la hebilla en su piel, nuevamente, no quería escuchar esas palabras tan hirientes que su madre le decía. Cualquiera diría que con el tiempo, se podría acostumbrar, pero ella no. Ella se volvía cada vez más sensible. Cada momento le afectaba más que el anterior.

No sabía qué excusa ponerle a su madre, sin que se entere de su teléfono y ahora tenía un nuevo tema para discutir con ella. La beca. Era una oportunidad sumamente grande para ella. Ir a esa escuela le ayudaría mucho para poder entrar a la universidad y volverse abogada, pero para su madre es solo un sueño.

Los sueños son estúpidos y no te llevan a ninguna parte. Enfocate en hacer dinero. Ese es el sueño de muchos” recordó las palabras de su madre cuando le confesó que quería ser abogada penal.

Su mente quedó en blanco ya cuando sus pies estaban ubicados frente a su casa. Quería correr y volver a la hora que se supone que volvería. Abrió la puerta y allí estaba su madre, bebiendo con un hombre desconocido. Intentó pasar desapercibida y subir las escaleras hacía su habitación, pero no lo logró ya que el sujeto la había delatado.

— ¿Qué haces aquí tan temprano? ¿Te dieron horas libre? Dame el dinero-Rebeca rápidamente le da el dinero y agacha la cabeza sin decir nada. No sabía qué decir en ese momento-Te hice una pregunta-grita molesta.




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