Justicia Divina

2: Donde se creó la justicia

Las lágrimas del niño caían sin control alguno, rogaba con la mirada que sus padres no lo abandonen. Quería quedarse con ellos, y prometía que su conducta iba a mejorar, pero su padre lo entregó al sujeto de negro, al cual temía mucho

Horas antes...

— Ethan, alistate que tu padre te necesita para una junta importante-el niño se sorprendió demasiado y comenzó a alistarse. Quería dar una buena impresión ante su padre. Pero lastimosamente no sabía lo que le esperaba.

— ¿Estás seguro de lo que estás haciendo?-habla la mujer, rogando que su hijo no los escuche-debe haber otra manera de pagarles...

— Yo sé lo que hago. Lo encontraremos luego, no te preocupes-finaliza la conversación saliendo de la habitación.

El niño se colocó sus zapatos y bajó las escaleras. Allí se encontraban ambos padres esperando al menor. Nunca pensó que algo malo ocurriría, siempre estuvo presente una sonrisa en su rostro. Él se acercó a ambos y notó la expresión nerviosa de su madre. Por tener tan solo seis años, comprendía mucho sus emociones.

— Mamá ¿Estás bien?-la interroga. Su padre se aleja del lugar, a lo que su madre toma rápidamente su brazo y lo lleva con ella a otra habitación.

— Escucha con mucha atención lo que te diré, cariño-el pequeño quedó sorprendido por la acción de la mujer, no comprendía por qué actuaba así-tu padre te llevará a pasar un tiempo con unas personas, pero luego pasaremos por ti ¿si? No lo dudes ni un segundo. Estaremos allí para ti.

— No lo entiendo, mamá ¿Qué ocurre?

— ¿Gabriela?-la voz de su esposo la hizo temblar.

— No lo dudes, hijo-lo toma del antebrazo y lo lleva con su padre-lo siento. Tenía mal puesta la corbata-su semblante cambia a uno serio.

— Ya están allá, no podemos perder más tiempo.

Las tres personas subieron al auto y comenzaron viaje. Ethan aún no sabía a qué se refería su madre con que pasaría un tiempo con unas personas desconocidas. No quería pasar tiempo con nadie. Quería estar con ellos, pero ¿Qué fue lo que hizo para que quieras deshacerse de él?

— ¿A dónde vamos, papá?-la inquietud en el niño estaba presente.

— Lo sabrás cuando lleguemos-su madre comienza a morderse sus uñas. No quería ver como entregaba a su propio hijo con unos sujetos del mercado. Luego de unos minutos, la madre comienza a llorar silenciosamente. Sollozaba en silencio absoluto-quedate en el auto, no quiero que me hagas quedar en ridículo-confiesa el hombre.

El camino se tornaba cada vez más negro. Sin luces, sin pavimento, hasta llegar a un terreno baldío. Sin seguridad alguna. El hombre baja del auto para luego abrir la puerta trasera y bajar al niño.

— Oh, Harrison. Nunca me había dado tanto gusto verte-sonríe. Gabriela jamás quiso a ese sujeto. Bill. Una persona obesa, con mucha codicia en su mente y obviamente sin sentimientos-¿ese es el niño?-intenta ponerse a la altura de Ethan para captar su atención.

— Tenemos un acuerdo, no lo lastimarás hasta que te entregue lo acordado-toma a Ethan del brazo y lo coloca frente a él-hijo, irás un tiempo con esta persona. Has lo que él te indique y por nada del mundo, intentes escapar-susurra su última oración para luego darle un pequeño empujón.

— Nos llevaremos muy bien-sonríe mostrando su dentadura amarillenta, un poco consumida por el tabaco-si no hay más nada que decir, ya nos iremos-Harrison cierra su puño y lo presiona fuertemente. Sabía que estaba cometiendo un error, pero no tenía opción. Era la única opción de mantenerlo a salvo. Solo necesitaba tiempo.

Ambos se suben a sus respectivos autos, y se van. Gabriela sollozaba sin parar, cubría su rostro con sus manos evitando molestar a su esposo por su llanto, pero este estaba tan concentrado en lo que debía hacer, que ni siquiera se percató que ella estaba llorando. Su deuda era demasiado grande y debía dejar un adelanto para luego pagar lo restante. Pero ese adelanto iba a volver a sus manos.

En cuanto a Ethan, sus piernas y manos temblaban y sudaban mientras Bill fumaba junto a él. Mordía levemente su labio, mientras pensaba en las palabras de su padre. No sabía cuánto tiempo se quedaría con él y tampoco sabía si debía hablar o no. Bill comenzó una conversación con el chofer a lo que el niño se quedó dormido por el largo viaje, el hombre acaricia su cabeza y sonríe. Siempre quiso tener un hijo pequeño, pero su obesidad se lo impedía. Lo observó dormir durante el resto del camino, a lo que todo permaneció en silencio.

Unas horas más tardes, llegaron a destino y el hombre no quiso despertar al niño, a lo que tomó la decisión de cargarlo él mismo en sus brazos hasta su habitación que preparó con su esposa. Colocó su corto y grande brazo bajo la pequeña cabeza de Ethan y su otro brazo, bajo sus piernas. El muchacho ni siquiera se percató de que estaba siendo trasladado de lugar.

Ordenó que colocaran un ascensor en su casa para así no subir las escaleras y evitar cualquier problema que le pudiera ocurrir. Se adentró y presionó el botón. Esperó unos segundos y ya estaba en el segundo piso. Caminó hasta la habitación en donde lo iba a instalar, cuando la voz y los tacones de su esposa invadieron los pasillos. Entró rápidamente a la habitación, ya que ya conocía a su esposa. La emoción que llevaba dentro, era tanta que era capas de despertarlo para hablar con él. Pero prefirió dejarlo descansar, de igual forma ya era tarde. Lo recostó sobre la cama, le quitó sus pequeños zapatos y lo arropó. Acarició su rostro y salió de la habitación. Suspiró fuertemente y su esposa apareció a su lado.




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