Justicia Divina

16: Efectos Secundarios

Bill se encontraba en la azotea de un edificio, con su mirada posada y perdida en la gran ciudad iluminada. Necesitaba pensar. Sus manos se escondían en los bolsillos de sus pantalones. Sus pensamientos eran confusos.

Era un peso demasiado enorme para él, ser el único en conocer el trasfondo de esa droga. Ese mismo día pensó en contarle la verdad a Jared. No sabía cómo iba a reaccionar, pero no tenía opción. Cerró sus puños con furia y bajó hacia el primer piso. Ese lugar era un edificio conocido por ser uno de los más lujosos de la ciudad. No temía que lo vieran allí, ya que no tenía por qué esconderse.

Se adentró a su respectivo vehículo y su chofer comenzó a conducir. Luego de unos cuantos minutos, pensando qué palabras utilizar para hablar con su amigo, llegó a su casa.

Bajó del auto y entró a la casa, encontrando a Jared sobre el sofá con una tableta en sus manos y sus anteojos, como era de costumbre,

— Jared, necesito que vengas conmigo-este lo observa por encima de sus anteojos y asiente con su cabeza. Ambos caminaron hacia uno de los cuartos, que Bill utiliza como su oficina-debo hablarte sobre OPR-17.

— ¿Es sobre la cura? ¿Funciona? -comienza el interrogatorio.

— No, necesito que prestes mucha atención, es algo que nadie ha sabido desde que Eduardo y yo decidimos crear esa droga.

— Me has dicho que no es una droga mala, o hasta donde yo sé...

— Jared, no hables. Solo déjame...decirte-lo corta para carraspear su garganta-cuando creamos esa droga con Eduardo, él la alteró por completo. Yo no lo sabía, no lo habría permitido, ya que experimentó con Ethan. Creo que fue por esa alteración el por qué mi hijo tiene la OPR-17 en su sangre.

— ¿A qué quieres llegar con todo esto? ¿Acaso Ethan va a morir?

— No lo sé...-Jared no esperó esa respuesta-evita el dolor físico, pero altera el sistema nervioso, que puede llegar a ser controlado, con un microchip. Trabajamos por muchos años con Eduardo para lograr ese objetivo. Eduardo tiene la OPR-17, solo que está trabajando el microchip...

— ¿Nos has estado engañando todo este tiempo? ¿Por qué le mentiste a Ethan sobre esto?

— No quise ocultárselo, no puedes decirle a nadie sobre esto. Los muchachos piensan que ellos buscan la droga, pero por otra parte nosotros nos encargaremos de evitar que creen ese microchip.

— ¿Y qué pasaría si lograr colocarle un microchip a alguno de los jóvenes que están trabajando en ese bufete?

— Serían robots-habla con su mirada perdida-No sienten dolor, no tienen sentimientos, siguen órdenes. Ya no serían lo que eran antes. Con ese microchip tendrían acceso a su mente como si fuera una computadora. Pueden borrar e insertar lo que se les plazca. Es muy peligroso en manos equivocadas.

— Y me lo dices hasta ahora...-Jared se pone de pie molesto-esto no es un juego Bill. Me prometiste que todo esto acabaría rápido.

— Sí, lo sé, pero debemos mantener esto en secreto.

Él no estaba de acuerdo. Sentía que debía contarles la verdad a los muchachos, pero si su jefe decía que debía ser un secreto, así debía de ser.

Por otro lado, Ethan se encontraba aún con Rebeca en su habitación secreta. Las horas pasaban y ellos estaban demasiado entretenidos con las máquinas de arcade, las películas, los videojuegos y las bebidas.

— No pensé que tendrías una reserva de alcohol en tu habitación-Ethan sirve un poco de tequila.

— Te advierto que prepares tu bonito paladar, porque este no es un tequila cualquiera, es un tequila clase azul-el joven le entrega un pequeño vaso transparente con un líquido color dorado con pequeños reflejos amarillos brillantes.

— Esto parece mágico-ambos ríen y beben un largo trago, sintiendo el ardor apoderarse de sus gargantas-arde demasiado-ella ríe y Ethan se mantiene serio- ¿Qué sucede?

— ¿Lo sientes? -vuelve servir el tequila en sus vasos y le insiste en beber. Repiten el movimiento y el ardor vuelve a aparecer al pasar el líquido por su garganta.

— Sí, es un ardor doloroso...-ríe por unos segundos y lo observa aun serio-es doloroso ¿Tú puedes sentirlo? -ella interroga mientras espera esa respuesta inesperada. Él asiente.

Ambos se mantuvieron en silencio, conectados con sus miradas. Ninguno emitía palabra alguna, pero podían entenderse a través de ese brillo en sus orbes. El silencio era su compañero, no era incómodo para ellos.

— Deberías decirle a tu padre...

— No-la interrumpe con tranquilidad sin dejar de observarla. Camina hacia ella y queda a escasos centímetros. Acaricia su cabello y deposita un beso en sus labios-voy a fingir que nada ocurrió. Que no siento dolor.

— Hace mucho tiempo que estamos aquí, debemos volver. No puedes ocultarlo...

— Tienes razón, debemos volver-confiesa y camina hacia las puertas del ascensor.

— ¿Estás molesto? -intenta que conteste sus preguntas, pero no emitió palabras-Ethan, ¿Qué es lo que sucede? -las puertas se abren y ambos se adentran. Lo observó, pero no podía descifrar su mirada. No lo lograba. Ya al subir, las puertas se abren y localizan las luces iluminando todo el ambiente. Había anochecido. Ambos caminan hacia el vehículo, pero Rebeca se frena antes de subir- ¿puedes decirme qué ocurre?

— Esto es algo nuevo ¿Sí? Jamás he sentido dolor, y los dolores que sentí de niño, no están en mi mente. No puedo recordarlos. Temo el no poder soportarlo...

— Es normal que te sientas así, debemos decirle a tu padre para que examinen tu cuerpo y no vean ninguna complicación que sufrió tu cuerpo. Debemos decirles, por favor.

— Hablaré con mi padre, lo prometo-rodea el auto y camina hacia ella para envolver su cuerpo con sus brazos-Gracias por todo lo que estás haciendo por mí-ella se mantiene en silencio, pero elevó su cabeza para observarlo, ya que había demasiada diferencia de altura-vámonos-la suelta con lentitud y cada uno toma su respectivo asiento. Ethan enciende su auto y toman rumbo hacia su casa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.