Justicia Divina

18: Fragmentos de Guerra

Ya con su tobillo libre, vio a su hermano con las llaves del vehículo y solo hizo señas para salir, pero su padre se plantó frente a él.

— No intentes detenerme.

— No lo haré, pero no voy a dejar que vayan solos-su hijo curvó las cejas por el asombro-mis hombres los seguirán hasta el bufete y atacarán juntos.

Ethan quedó en silencio sin saber qué decir. Pero le envió una sonrisa sincera y continuó su camino. Sentir su apoyo lo llenaba de adrenalina.

Los hermanos montaron el auto, Nick tomando el volante, ya que notaba a su hermano fuera de sí por la situación. Apenas encendió el carro, las ruedas patinaron por la gran velocidad en la que se encontraban. Rápidamente comenzaron viaje hacia el bufete. Nick se mantenía en alerta por cualquier circunstancia.

Cada metro restaba la distancia, pero los segundos eran eternos para Ethan. Quería salvar a su amada. Elevó su mirada y las nubes grises habían tomado posesión del cielo entero. La lluvia no tardó en aparecer impactando con brusquedad hacia el suelo.

Ya a unos cuantos metros del lugar, a la distancia, divisaron el auto en el que Rebeca se había movilizado. Estacionaron junto a él observando los demás autos que se encontraban allí. Era extraño para Nick, ya que nunca había visto el bufete tan repleto.

El hermano mayor no lograba articular palabras. Mordía sus uñas provocando un leve sangrado en sus dedos. Colocó su mano en la puerta, a punto de abrirla, pero temblaba y sudaba sin poder controlarse. Su mirada se disparó hacia el espejo retrovisor para observar a varias camionetas enormes de color negro llegar al lugar. Ethan bajó sin esperar nada y se acercó a esos vehículos. El sonido de los motores se mezclaba con la lluvia que golpeaba el asfalto.

— Señor, seguimos sus órdenes-un sujeto de negro se acercó a él. Multitud de personas bajaron como tropas de las camionetas con gran velocidad como una coreografía bien armada para prepararse, revisando cargadores, ajustando chalecos y encendiendo radios. El eco de las botas sobre el mármol se mezclaba con el chasquido de los fusiles-rodeen el perímetro, quiero a francotiradores en los edificios vecinos, seis hombres armados conmigo-comienzan a correr hacia el edificio.

Ethan tensó su mandíbula como de costumbre y observó por última vez el cristalino edificio de Harri, que ahora se convertiría en un campo de guerra.

— Tenga esto señor, es por su seguridad-el personal se acercó a Nick y a Ethan para ofrecerles chalecos y fusiles a ambos. Nick lo toma con una sonrisa en su interior.

— Vamos por Rebeca, hermano-titubeó la última palabra, pero logró decirla.

De repente, un disparo quebró el silencio. El vidrio de las puertas principales del edificio estalló, dándole paso a los muchachos junto con los soldados de vestimenta negra. Los cascos cubrían sus cabezas de cualquier golpe repentino.

— Quiero a dos soldados en cada piso, alerten si ven a los sospechosos...-un soldado comenzó a disparar al ver a un abogado armado. Las balas silaban, rebotaban contra los escritorios derrumbados. El aire se llenó de polvo y olor a pólvora.

Ethan se cubrió, esquivando los proyectiles que arrancaban trozos de pared a su paso. Sentía la adrenalina arderle en las venas. Cada paso que daba intuía que estaba más cerca de Rebeca. Por detrás, Nick siguió sus pasos. No quería dejarlo solo.

En el segundo piso, localizaron la puerta completamente rota. Las balas la habían destrozado. Se adentraron observando a dos soldados que tenían a dos mujeres de rodillas con sus manos esposadas.

Los gritos ahogados, invadían el edificio completo. Ya la mayoría de sus pertenencias estaban irreconocibles.

— Si no están en su oficina ¿Crees que se han ido del edificio? -Ethan chasquea su lengua mientras niega con rabia. De pronto una voz retumbó por los parlantes del edificio, distorsionada y burlona.

— Pensé que no se atreverían a venir, muchachos. Su padre estaría orgulloso...o tal vez, horrorizado-una risa burlona se escuchó como finalización de su discurso. Nick tensó su mandíbula con rabia pura, pero una idea se había cruzado por su mente. Sabía en dónde podía estar John.

— Sé en dónde está-comenta captando la atención de los soldados-el sótano. El cuarto de sonido quedó abandonado ya que nadie lo utilizaba.

— Pero el ascensor está en reparación...

— O eso quieren aparentar-el sargento se acerca presionando el botón del ascensor. Este aparece de repente abriendo sus puertas.

— Podría ser una trampa-añade Ethan confundido- Harri sabe que conoces el edificio ¿Por qué hablaría por las bocinas?

— No fue Harri, fue John, el padre de Rebeca.

— Sargento, quédese por si es una trampa. Iremos con dos de sus soldados-este obedece su petición y desaparece con un soldado junto a él, quedando ellos frente a las puertas de metal.

Suben con desconfianza. Nick presiona los botones para bajar al sótano, este da paso a su orden y comienza a bajar.

— ¿Alguna vez usaste una de estas? -Interroga a su hermano menor acomodando el arma y él solo niega.

— No creo que haya sido correcto para un simple abogado-ríe-mi padre no fue tan genial como el tuyo.

— Que te hayan usado como un conejillo de indias, no creo que eso haya sido genial. Pero si me ha enviado al servicio militar para saber usarlas, así como también pelear...-deja de hablar por unos segundos al sentir que el ascensor se detuvo. Los soldados apuntaron hacia el frente por si debían abrir fuego.

Las puertas se abrieron, dándole paso al aire pesado. Descendieron y el olor a químicos, junto con sonidos de electricidad no tardaron en aparecer.

El pasillo estaba aún iluminado con esas luces tenues azuladas. Observaron con detenimiento los números mientras avanzaban con lentitud y precisión con sus armas preparadas para disparar.

Los gritos y disparos de los pisos de arriba se escuchaban de fondo, dándole un toque espeluznante a la situación. Observaron a la distancia como un sujeto salió de una habitación, con su bata blanca. John sonrió al verlos.




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