Ethan no podía dejar de mirarla. El desprecio en su rostro era evidente.
— ¿La amas? -soltó de la nada- ¿Sientes con ella lo que sentiste conmigo?
— Lo que siento con ella, jamás lo sentí contigo-confiesa y Selena agacha su cabeza avergonzada.
— ¿Tomarás mi propuesta? La dejaré vivir si vienes conmigo...
— Ni lo sueñes. No la traicionaría como tu lo hiciste conmigo-la interrumpe. Deja de mirarla al ver a su padre llegar al lugar.
— ¿Qué mierda haces aquí? -le corta el cordón que amarraba sus manos y ambos jóvenes se sorprenden.
— Eduardo me envió con un mensaje para Ethan-Bill saca el cuchillo de su cinturón y lo coloca en el cuello de la muchacha-quiere verlo en las montañas de las afueras de la ciudad. Tengo una nota con las coordenadas-su mirada de clavó en los orbes de Ethan-quiere que vayas solo. Sin sorpresas.
— Iré-confiesa caminando hacia su cuarto. Bill toma su antebrazo con brusquedad para detenerlo.
— No irás allá solo. Te matará.
— Le pondré un fin a todo esto. Lo prometo. Confía en mi-carga un par de cosas en su mochila. Se colocó sus zapatos para caminar hacia Selena. La toma de su brazo y caminan fuera de la casa hacia su auto. Ordena que se suba del lado del copiloto y él toma el volante y comienza a conducir sin esperar nada.
La noche estaba estrellada, fría, pero sumamente tranquila. Selena se mantuvo en silencio absoluto al ver al chico serio y molesto, pero decide romperlo al notar su mandíbula tensa.
— Espero que, en algún momento de tu vida, puedas perdonarme...
— Eso pasará cuando muera-interrumpe, terminando la conversación. Hablar con ella le producía náuseas. Ese aroma que tenía, antes le fascinaba, pero en ese momento solo quería eliminarlo. Esos sentimientos solo cambiaron a un rechazo sin más.
El camino se volvió eterno para él, hasta que localizó una pequeña luz a kilómetros. Hora y media después, llegó a destino. Apagó el vehículo y salió. No estaba armado, no tenía chaleco, no tenía absolutamente nada para defenderse. Solo la droga en su sistema.
— Camina-ordena con una voz autoritaria.
Subieron a lo alto de las montañas encontrando a Eduardo sentado junto a una fogata. Ethan no tenía control sobre sus nervios. Sus manos temblaban sintiendo la adrenalina recorrer sus venas. No sabía qué era lo que quería y eso lo atormentaba. Temía que lastimase a Rebeca.
No podía soportar el hecho de que lastimen a la única persona que sí logró amar por más dificultades que hubo.
— Qué gusto verte, hijo-habla con cariño acercándose a él, pero el joven no contestó. Intentó mantener su postura- ¿Cómo has estado todo este tiempo que no me has visto? -Eduardo se acerca a su vehículo correspondiente y saca un cuchillo mariposa-me enteré de que tienes una noviecita... ¿Cómo se llamaba? ¿Rebeca?
— Por favor no la lastimes-su cuerpo perdió la compostura y la debilidad logró pasarlo por encima. Sus manos temblaron por temor y sus ojos se humedecieron con rapidez.
— ¿Ethan Frost está por llorar? Eres un hombre, no puedes llorar-lo mira e intenta descifrar sus emociones, pero estaban bajo llave como una caja fuerte-Voy a ser directo y sin rodeos-habla caminando hacia él nuevamente-te daré la oportunidad de dar vida por vida. Entrégame tu vida y la dejaré vivir-una lágrima cayó por la mejilla del chico, acompañado con un largo suspiro de alivio-todo acabará si mueres.
— Prométeme que todo acabará y que ella estará bien-eleva su mirada aun con lágrimas en sus ojos, saliendo sin poder controlarlas.
— Tu bien conoces nuestras promesas. Te juro que nos iremos del país con Harri y John. Ella podrá caminar por las calles como si nada hubiera pasado-una sonrisa se dibujó en su rostro, esperando su respuesta. Pero su acto borró su sonrisa por completo. La sorpresa lo invadió mientras lo observó arrodillado frente a él, con lágrimas en sus ojos que caían sobre sus zapatos. Jamás pensó que ese momento llegaría, pero verlo rendido a sus pies, le provocó una risa maliciosa sin poder controlarla.
Una loca y desquiciada risa quedaría grabada en aquellas montañas, sin nadie conocer el macabro motivo detrás.
***
— Quiero a todas las tropas en las montañas, ¡¡Quiero que lo traigan con vida!! -sus gritos y el sonido de los pasos de las personas que estaba allí en la casa, despertaron a Rebeca. Se vistió rápidamente y salió del cuarto encontrando a Nick sentado en el suelo, ahuecando su rostro entre sus piernas.
— Nick ¿Qué está pasando? -se acerca a pasos largos a verlos salir y entrar a los soldados. Él elevó su mirada y la observó sin querer confesarle la verdad. Pero no podía ocultárselo.
— Ethan…-fue lo único que dijo para que Rebeca salga disparada hacia el primer piso. Bajó las escaleras en busca de Bill, y allí estaba hablando con su gente. Se acercó hacia él y esperó a que deje de hablar para interrogar qué era lo que pasaba.
— Iremos en busca del helicóptero para mayor visualización de las montañas. Es peligroso por lo rocosas que son, pero le informaremos en cuanto veamos algo-habla un soldado y Bill asiente mientras mira a la chica allí entre ellos.
— Rebeca, todo está bien. Vuelve a tu cuarto, iré contigo en unos minutos...-un soldado se acercó a él entregándole su teléfono, ya que Eduardo le había enviado un mensaje.
Dudó en reproducirlo frente a Rebeca, pero la curiosidad de saber en qué estado se encontraba su hijo, lo descontroló. Descargó el largo video y la portada le paralizó el corazón, provocando un enorme dolor en su pecho.
Lo reprodujo y la voz de Eduardo se escuchó hablar. Ethan se encontraba aun arrodillado frente a él. Su ropa estaba llena de tierra y su rostro estaba repleto de sangre y hematomas por los golpes. Se mantenía serio, ya que no podía sentirlo, pero el dolor en su alma y en su corazón eran inevitables, al igual que la sangre que iba perdiendo lentamente le nublaban la vista.
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Editado: 26.10.2025