Justicia Divina

21: El Aroíris Luego de la Tormenta

El funeral de Bill y Ethan transcurrió un día después de sus muertes. El clima triste acompañó el sentimiento de abandono, con una lluvia tranquila y un frío viento que golpeaba como cuchillos.

La multitud de personas allí presentes que, al enterarse del fallecimiento de su líder, no dudaron en viajar a Estados Unidos. Nick no paraba de observar a Rebeca. Su semblante triste, acompañado con una mirada perdida.

Luego de unas palabras de varios de sus amigos, de las grandes personas que fueron en vida, el ataúd de Bill lo colocaron junto al de su esposa, mientras que el de su hijo, junto con el de su madre. El cuerpo de Ethan jamás fue encontrado, creando rumores de que Eduardo lo había tomado como un trofeo.

Nick junto con Rebeca arrojaron un pequeño puñado de tierra sobre el cajón y se alejaron para que las demás personas, con la ayuda de unas palas, entierren los ataúdes uno por uno.

— Lamento ser yo el que haga esto-habla en voz alta. Quien debería estar allí arrojando tierra es Ethan, no él.

Luego de unos cuantos minutos, acabaron. Jared tenía su cabeza gacha. No podía asimilar que su mejor amigo y alguien a quien había cuidado varios años habían muerto. Soltó un largo suspiro y caminó hacia su auto, para llevar a Nick y a Rebeca de vuelta a casa, pero la chica no quería estar allí.

— ¿Qué sucede Rebeca? -interroga Jared bajando del auto, al notarla pálida y decaída.

— No quiero estar aquí-confiesa luego de unos cuantos segundos.

— Es por unos días, ya luego veré qué puedo hacer-habla ayudándola a entrar. Sus pasos eran débiles, apenas podía caminar.

Ya dentro, todo estaba como el momento en el que Ethan se había ido. Todo eso, la atormentaba a la joven. Lágrimas comenzaron a caer sin ella tener poder absoluto y subió las escaleras hacia su cuarto.

Nick se mantuvo en silencio y quieto, procesando todo lo que había pasado en tan poco tiempo. Miró a Jared que tomó asiento en el sofá, este lo observó por unos cuantos segundos y esperó a que rompa el silencio.

— Quiero rentar un departamento para mí y Rebeca-suelta-necesita salir de aquí y distraer su mente. Vio algo que ni siquiera yo tuve el valor de mirar...-se silencia. No era lo suficientemente fuerte para ver cómo asesinaban a su hermano.

— ¿Cómo puedo saber que tus intenciones son completamente seguras? Hasta donde yo sé, intentaste abusar de ella...

— Eso fue en el pasado, antes de conocer a Ethan y estaba borracho. No justifico mis acciones, pero créeme-se acerca-quiero mantenerla a salvo.

— Buscaré un departamento amplio-confiesa poniéndose de pie-confío en que cumplirás tu palabra. Te recuerdo que tu trato aun con Bill no se cerró, tu vida me la debes a mí- la mirada de Jared era fría, no demostraba sentimiento alguno, algo extraño en él.

Jared logró rentar un departamento, en las calles principales de la ciudad, en donde su iluminación era constante. Los primeros días, a la joven le costó el proceso, pero solo aceptó el irse a vivir con Nick. No tenía muchas opciones y temía estar sola.

Ya durante el primer mes, Rebeca conoció a los vecinos del edificio, para su mala suerte todos eran ancianos. No tenía rutina alguna en la que pueda ocupar su mente, solo observar por el gran ventanal de la sala. Su cuerpo no tenía fuerzas para siquiera caminar, su piel se había contraído, estaba demacrada. La tristeza la estaba consumiendo.

Nick por su parte tuvo que hacerse cargo con respecto al bufete de su padre, con la ayuda de Jared. Debía aclarar las dudas de la prensa, aclarar que él no fue cómplice ni estuvo involucrado en toda la organización de Harri, pero dudaban de él, amenazando con recibir demandas por parte de las familias de las víctimas. Ese día, él había terminado agotado, y solo quería llegar a casa.

Finalizó la rueda de prensa, reorganizó algunos pendientes junto con Jared y se dirigió a su casa. Estacionó fuera del edificio y contempló a Rebeca sentada al borde del ventanal con su mirada perdida. Estaba sellado, así que no había peligro.

Apagó el vehículo y subió hasta su respectiva puerta. Colocó el código para luego entrar, y divisar a la chica allí en el mismo lugar. Su rostro estaba delgado, su piel blanca y su semblante no expresaba algún sentimiento. Suelta un suspiro pesado en silencio y se acerca sin hacer ruido

— ¿Ya almorzaste? -habla toca su hombre levemente y esta se sobresalta.

— No tengo hambre-responde sin ánimos.

— Hace dos días que no comes algo-lo ignora-ven conmigo-toma con delicadeza su antebrazo y ella accede con pocas ganas-tengo algo para ti-le sonríe, pero no recibe ninguna respuesta. Ignora su expresión y le entrega una caja-necesito contactarte cuando estoy en el trabajo. Te compré un número nuevo-ella la toma y la abre localizando un teléfono.

— No lo necesito...-lo deja sobre el mesón e intenta ir de nuevo al ventanal, pero Nick niega.

— Necesitas ayuda-esas palabras la obligaron a detener sus pasos-a este paso vas a morir de hambre o a enfermarte por tu estado ¿Eso es lo que quieres? -Nick no podía verla, pero sus ojos se comenzaron a humedecer-en el edificio hay un gimnasio, hay una biblioteca, hay muchas cosas para que puedas distraer tu mente. Busca ayuda, Rebeca...

— Solo necesito estar sola...

— Eso no es lo que quieres-la interrumpe-odias la soledad. Por favor, piensa en ti y en nadie más por una vez. Que el amor no te destruya-ella gira sobre sus pies y lo observa con sus ojos aun húmedos por las lágrimas.

— Lo siento-suelta rompiendo en llanto. Nick camina hacia ella y la envuelve con sus brazos.

Sentir ese calor no era el mismo calor que ella quería sentir, pero la ayudaba a sanar.

***

El sudor caía por la frente de Rebeca. Se sentía viva, sentía que parte de ella estaba volviendo, aunque esa caminadora siempre la hacía sudar, y como ya había terminado su entrenamiento de los viernes, decidió parar e ir a su departamento a ducharse. Se quitó los audífonos que cubrían sus orejas y los colocó en su cuello. Caminó hacia el ascensor topándose con Nick, pero su mirada se posó en su camiseta sudada y su cabello alborotado. Esa era señal de que él también había acabado su entrenamiento.




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