Ya por la mañana, Tessa se despertó en un agujero maltrecho que algún vehículo había realizado en una pared, y que era demasiado incómodo para cualquiera salvo alimañas. Si algo le había dejado claro la huida de la noche anterior, es que la estaban siguiendo. Pero, ¿desde cuándo? En realidad no importaba, ya no había vuelta atrás. Ahora que había luz se decidió a comprobar los documentos que habían atormentado al pobre Wilson. La carpeta, llena de gráficos y complejos análisis, mostraba la investigación de Laurence sobre el polímero; y habría empezado su lectura si no hubiera sido por un pequeño sobre grapado a una de las hojas, dentro del cual había una tarjeta de memoria.
Pensativa, salió de su escondrijo y comenzó a andar. No podía volver a su casa, así que reflexionó durante unos minutos, hasta que la chatarrería de la noche anterior le sirvió de inspiración para sus pasos siguientes: se dirigiría a la tienda de un prestamista que conocía, y que estaba especializado en comprar tecnología y en ser discreto. Seguro que con la oferta adecuada podría ver el contenido de la tarjeta y planificar sus pasos desde ahí.
Una vez allí, y a solas, empieza a devorar los documentos retrasando el momento más doloroso. Pero este tuvo que llegar, y vio el contenido de la tarjeta de memoria. Eran experimentos y disertaciones de Laurence y Wilson, de un momento del pasado en el que todo iba bien, y en el que eran ajenos de la tragedia que los acechaba.
Cuando ya había leído y visto todo, se sentía confusamente alegre y abatida; alegre porque su marido no había muerto por nada, había encontrado la salvación para ella y para todos, o al menos, una esperanza muy grande. Pero se sentía abatida porque ver todo aquello, volverlo a ver a él en la pantalla, no solo le había hecho sentir sola, sino también vacía por dentro. Sabía lo que tenía que hacer, y lo lograría, costase lo que costase.
Aquella noche, Víctor Thorne, presidente de Titans and Biologics, estaba terminando de dar una entrevista en el "John's Sanctuary City Live Show". Y estaba radiante.
Había utilizado su carisma para afrontar las preguntas más incómodas que le habían hecho, y había participado en los juegos, e incluso en los bailes. Y en aquellos momentos, escuchaba sonriente el monólogo de despedida del presentador, cuando una figura sucia, demacrada y pálida, entraba en el plató.
Al principio, hubo algunas risas y comentarios, pensando que formaba parte del espectáculo, hasta que Tessa, con una granada en una mano, y con una pistola en la otra, disparaba hacia el cristal de la sala de control, produciendo un estruendo de cristales rotos, y rompiendo la ilusión de que todo aquello estaba preparado, haciendo que cundiera el pánico.
Antes de que la algarabía se apoderara del set, Tessa tomó el control de la situación mientras avanzaba al centro del plató:
—¡Quietos todos! —gritó, sin dejar de apuntar a Víctor Thorne, el cual seguía sentado agarrando con fuerza los reposabrazos de su sillón— ¡Ustedes, los de producción, como vea que dejáis de emitir os lanzo la granada!
El aviso fue efectivo, y Tessa vio su imagen en las pantallas que había repartidas por el área, aunque prefirió no centrarse demasiado en eso: no podía arriesgarse a que el shock de verse a sí misma en aquel momento la hiciera flaquear.
Se hizo un silencio roto solo por los pitidos de algunos aparatos de grabación y las alarmas que empezaron a sonar. Hasta que Víctor Thorne habló:
—Ignoro a qué viene todo esto, señorita —empezó, relajando la postura en su sillón, como si fuera el de su oficina—. Pero estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo sin tener que recurrir a la violencia.
—Estoy totalmente de acuerdo —le contestó Tessa, intentando no mirarlo. Se dirigió hacia el presentador y le tendió la memoria con los vídeos de Laurence—, John, si no te importa, conecta esto en tu pequeña consola y descarga el archivo “Conferencia comité universidad prueba 3”.
John miró a todas partes, como si hasta el momento hubiera decidido que nada de aquello iba con él, hasta que una leve gesticulación de Tessa con el arma le hizo reaccionar:
—Sí, sí, por supuesto. Aunque debo advertirla de que el estudio tiene una política muy rígida sobre este tipo de cosas. Lo que no haya pasado por el control de calidad no puede ser emitido.
—Tranquilo, John, no hay material sensible y es contenido recomendado para toda la familia —contestó Tessa tirante, lo que hizo que el presentador hiciera algunas manipulaciones en la consola de escritorio.
—Ya está —manifestó el presentador unos segundos después— ¿Y ahora?
—Ahora reprodúcelo, por favor —pidió Tessa, volviendo su mirada hacia Thorne. Aunque este no la miraba a ella, sino a John.
—No lo haga.
La mirada del presentador bailaba de uno a otro, esperando a ver cómo se resolvía ese conflicto. Pero mientras Tessa volvía a apuntarlo con su arma, el señor Thorne simplemente declaró:
—Si lo hace, no volverá usted a trabajar en esta ciudad, se lo aseguro.
Y Tessa, como respuesta, lo apuntó a él.
—¿Tiene usted miedo de algo, señor Thorne? —le preguntó suavemente, dando un paso hacia él— ¿Quizás ya no ignora a qué viene todo esto?
—¡Tessa! —exclamó alguien desde una de las entradas del estudio.
Todos se volvieron para mirar de quién se trataba excepto la mujer, ya que ella era quien lo había llamado.
—Buenas noches, Dalton. Me alegro que el tráfico no te retrasara demasiado —dijo ella sin darse la vuelta, dado que el agente estaba justo a sus espaldas.
El agente Dalton entró en el estudio con el arma desenfundada y apuntando a la espalda de Tessa.
—¡Suelta el arma, Tessa!
Pero Tessa lo ignoró, y alzó la granada que tenía en la mano para que viera claramente que no tenía el seguro puesto: si ella dejaba de apretar el tirador, la granada simplemente estallaría.
—¿Cuánto has visto de nuestro show, Dalton? —le preguntó ella con voz vibrante— ¿Has visto cómo se niegan a reproducir un simple vídeo?
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Editado: 14.09.2025