Justifiquemos la diferencia de edad

Capítulo 03: Bienvenido a mi vida

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El sábado se llegó, no llegamos a nada más que a extendernos a besos y sin poder hablar o solo no supe como iniciar la conversación y me dejaba convencer por sus jugueteos. Y los besos solo eran torpes per seguros.

Llegar a mi casa y estar con mis dos hermanas, con quienes podía platicar con toda libertad. Aunque en ocasiones se pasaban un poco con el bullying y yo no era de las personas que soportaban mucho que se llevaran conmigo. Mejor llamado como; se lleva, pero no se aguanta y si, esa soy yo.

Mi hermana menor, Erin, que llevaba con su novio ya cuatro meses apenas se había atrevido a pasar de miraditas, tomarse la mano y abrazos, a darse su primer beso.

—Fue, hay no se. ¿Especial? —Indica un poco dudosa porque no sabía cómo describirlo, yo lo sentía como mágico, especial, tierno y torpe para ellos —, a ver cuándo se repite.

—¡Irala! —Medio grita mi hermana mayor, haciéndonos reír en complicidad.

Estábamos en la cocina, preparando algo de comida para todo el ejército, así les llamaba mi papa a los hijos de mi hermana mayor Aida, mientras yo no emitía ninguna palabra más que escuchando el relato de ella. Tan emocionada que estaba.

—¿Y tú con Loan? —Me cuestiona Aida, al verme tan callada —, hoy no te he oído habla de él.

—¡Yo no hablo de él! —digo casi gritando, siempre tocaban ese tema cuando mi mamá no estaba cerca.

Porque desde hace rato se habían dado cuenta de mi gusto por el chico, y a mi mama no le pareció gracioso, pidiendo que me alejara de esa idea.

Aida rio, a ella le importaba poco si nuestra madre escuchaba o no.

—¡Oila, Erin! —Indica con burla, yo solo me quedo callada —, siempre hablas de él, Loan acá, Loan esto, Loan el otro. Siempre hablando de él, parece que cualquier cosa te recuerda a él y lo mencionada.

—¡Mientes!

—La única que se miente aquí eres tú —dice mofándose de mí. No me queda más que dejar de discutir lo obvio y asentir sin más provocando las carcajadas de las dos.

—¿Y? —Presiona la menor.

Ocupaba desahogar la emoción y lo solté sin filtro, pero con pena porque sabía que me iban a reñir del tema.

—Nos besamos —Suelto sin pensar, sabiendo que no me iban a juzgar tan feroz.

—¡Dayla! —Dice en sorpresa Aida.

Yo siento que me pongo roja por la expresión que me daba.

—¿Cómo paso? —Se intriga más la menor.

"Pos paso we" quise decir, sin embargo, solo me encogí de hombros y le resté importancia porque no quería hablar de cómo se dio la cosa porque ni yo sabía cómo se había dado.

—¿Por qué tanto grito? —Inquiere nuestra mamá, nadie la había escuchado entrar a la cocina.

—Nada —Me atrevo a contestar, mientras los demás agarraban su plato para que les sirvieran.

Por esa tarde dejamos pasar las cosas, yo solo estaba añorando que se llegara el lunes y me sentía un poco ansiosa per con un miedo invadiendo mi interior.

Después de cenar y dar una chorrada de platicas sin sentido, nos fuimos dispuestos a dormir.  Mi mente solo volaba al día que nos conocimos y, reía en voz baja casi que en mi imaginación.

Era en el mes de octubre, cuando llegaron a nuestra casa a presentar al nuevo miembro de la familia y en esas personas venias él. Lo primero que me llamo la atención fue su amabilidad que lo envolvía en su magnitud y lo segundo, fue la sonrisa que tenía y sus hoyuelos se formaban en sus mejillas que me hizo alucinar y lo tercero que reventó la burbuja fue que era demasiado parlanchín. Hablaba mucho, me incomodo eso.

Recuerdo que cuando llegaron a la casa por primera vez, mis hermanas y yo estábamos en fila, en la puerta, cuando se bajaron del carro café, bajo mi hermano con la pequeña Leta en brazos. La sobrina de apenas cinco meses que se escondía entre los brazos de su padre, Eren, y su luego bajo la cuñada Yuliana con sus otros hijos.

—Bienvenidos —Habla mi padre, mientras nosotras aun mirábamos con recelo la familia que traía Eren a su lado.

Eren nos saludó a todos, se dirigió a la familia que venía tras de él, mientras tomaba más bien a la pequeña que traía en sus brazos.

—¿No van a saludar?

—Buenas —saluda Yuli con una sonrisa.

Entonces ese niño, de cabello negro, con ojos casi pegándole al color miel nos sonrió y saludo con euforia mientras sus otras dos hermanas no se acercaban y nos miraban por igual, con desconfianza.

Eren entonces las presento;

—Yuliana —Apunta a su pareja, luego a sus hijastras —, Sandy, Yaritza —Entonces te apunto a él—, y Loan.

No sabía que después de casi un año volvería a coincidir contigo. 

 

 




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