Justifiquemos la diferencia de edad

Capítulo 12: Quiero hechos, no palabras.

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—Puedes dejar de estar molesta —me pide de una forma sigilosa. Sopesando la situación.

—Es qué simplemente no puedo dejar de estar enojada —argumento conteniendo de verdad mi enojo, quería gritar. Pero sabía que no podía hacerlo porque estaba en casa de un tío y estaba toda la familia.

Se enterarían de lo nuestro, aparte de que no quería que todos nos vieran raro.

—Calmate, por favor.

Bufé ante ese favor, apreté mi mandíbula en enfado. Mis ganas de irme a mi casa y llorar por puro coraje están a la vuelta de la esquina.

Nos encontramos sentados al borde de la cama de un cuarto, dónde estábamos viendo televisión mientras se hacia ambiente afuera para el festejo de año nuevo. Y como si todos vieran los humos que me cargaba, salieron del cuarto y nos dejaron solos.

—Que me tranquilice —vocifico con los dientes apretado, casi entrecerrado mis ojos viendolo con acusación —, ¿Enserio? —rio para no llorar.

—No estaba haciendo nada malo.

—Nada malo, dices.

Él asiente, sin comprender mi enfado. Y yo más me enojaba al no entender que era lo que me enojaba.

—Explicame entonces, y te prometo que no lo volveré a hacer.

Quise reír ante eso; ¿Podrá controlar eso?

—Tratas a mi hermana como me tratas a mi, yo qué soy tu novia, estoy recibiendo el mismo trato qué las demás.

Casi que se me quiebra la voz, pero solo respire para no dejar al descubierto cuánto me afecta esté comportamiento.

—Ya perdón. Te prometo qué...

No lo dejé terminar, porque mi enojo estaba al dominio.

—Con un perdón no se arregla nada, si así tratas a mi hermana en frente de mis ojos, no me quiero imaginar cuando no estoy. Cómo es que tratas a las demás. Yo creí que me respetabas, pero veo qué no.

Me iba a poner de pie, pero él me lo impidió, quizás estaba siendo demaciado dramática. Pero al verlo tratando a Erin como a mi, tan cercano sin mantener a raya su espacio personal, pegandosela tan serquita al momento de jugar.

Hablándole como yo creía que solo me hablaba a mí. Destruyó todo lo especial que había estado construyendo. A pesar de solo llevar quince días de novios, todo esto me estaba afectando como nunca.

Nadie me dijo que iba a ser todo miel sobre hojuelas.

Me dió un abrazo, pero yo no sé lo correspondí.

—No lo volveré a hacer.

—¿Y como estás tan seguro que no lo volverás a hacer? —Cuestiono con un hilo de voz. Él deja de abrazarme y me ve a los ojos para sonreírme, mi semblante de enfado aún así no cambia.

—Todos nos equivocamos Day, el tener la relación que tuve antes, prácticamente yo no sabía cómo conllevar las cosas. Ella me puso el cuerno varias veces.

—¿Y crees que yo voy a hacer lo mismo?

Él niega.

—No lo creo, estoy seguro qué no lo vas a hacer. Eres una persona demaciado directa y fría cuando te lo propones. Apenas y toleras mis abrazos.

—Es por lo dé... —ni siquiera tenía el valor de decirlo, a pesar de qué el ya lo sabia. Yo no entendía como olvidar ese mal trago de mi infancia.

E incluso se me hacía raro soportar e incluso disfrutar estar solos en una habitación sin siquiera estar hablando, no sé me hacía un incómodo momento, antes no toleraba estar solo con un hombre aunque fuese familiar mío. Un miedo inexplicable me invadía, pero con el la cosa era demaciado distinta.

Le quería mucho, despertaba demaciado curiosidad en mí, pero me daba medio amar.

—Entiendo, no tienes por qué repetirlo —indica acariciando mi mejilla con su dedo pulgar —. También entiendo qué contigo es demaciado distinto el trato y veo tu también lo tienes conmigo. Pero claro, solo en privado porque cuando nos rodea gente, eres demaciado indiferente. Y joder, cómo dueles esa indiferencia.

Aprieto mis labios. Él tenía un punto en eso, ante toda la familia el era soltero y podía enrollarse con quién quisiese.

—Sabes por qué lo hago —me justificó, sabiendo que eso no tiene justificación en sí.

—Duele, pero está bien. Lo acepto. Se que un día no tendremos que escondernos, quizás cuando sea mayor de edad.

—Galvan...

Me vuelve a sonreír —, Solo cruzo la línea contigo, con las demás es mantenerme a raya. Es decir, llevarme pero tener mis límites y entender qué tengo una novia a quien respetar.

Apenas y le sonrió. Se acerca un poco más, haciendo que nuestro labios casi se junten, creí que lo iba a hacer sin más pero me sorprendió qué me pidiera el beso.

—¿Puedo besarte? —ruega en un susurro, haciendo que su aliento chocará contá mis labios y robara mi respiración.

Yo sin darle respuesta, pego mis labios a los suyos, y solo fue un casto beso porque alguien podía entrar a la habitación.

Y al voltear a ver, solo ví a mi primo por la ventana que se retira. Al parecer Loan también lo vió.

—¿Nos habrá visto?

Hasta la pregunta ofendia, porqué estábamos demaciado pegados y es estaba sosteniendo mi mejilla cuando se realizó el roce de labios.

Ese era un tremendo sí.

—Vamos a dónde están los demás —sugiere retirándose, sentí de pronto la falta de su calor.

Pero no cuestione, solo salí del cuarto y todos estaban platicando de sabrá Dios que, busque con la vista a mi primo pero al parecer estaba afuera con los demás que estaban asando el pollo y la carne.




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