Mi cerebro se había bloqueado, no sabía qué decir, no supe cómo actuar.
Estaba de una forma estática.
Era la madrugada, cómo era de costumbre de nosotros tener más momento de privacidad e intimar más. Pero ahora sí nos habíamos pasado. La raya se cruzó de besos y solo toqueteos.
Después de eso, estábamos en el sillón. Primeramente, no fue lo que esperaba y ni mucho menos con una promesa rota se llegará a ese punto.
No podía hablar porque las ganas de llorar me invadían demasiado. Me frustraba mucho no saber cómo actuar, mientras él sí.
Al verme sentarme en el sillón, él rápido se incorporó a mi lado y me tomo de los hombros para estar de frente y juntar nuestras frentes en una forma suave.
Su sonrisa como siempre apareció. Su sonrisa siempre estaba en los momentos, buenos o malos. Pero siempre dándome ánimos.
Tomó mi mejilla de una forma dulce y medio sonreír.
—No quiero qué nos separen —digo en un susurro, chocando nuestros alientos.
Con su pulgar no dejaba de acariciar mi mejilla.
—¿Y crees que yo sí?—cuestiona haciendo un roce de nuestros labios.
No teníamos ni un mes de relación y ya habían descubierto nuestro noviazgo en su familia, faltaba la mía, y ya me había entregado a él en cuerpo y alma. Lo peor, es que no sabía si él era el indicado o solo un pasante en mi vida.
—¿Qué harías sí nos separan? —Indago viéndolo a los ojos. Él deja de ver mis labios.
Nunca en mi corta vida, había encontrado a alguien que mirara mis labios como una droga.
—No sé qué haría sin ti —contesta rozando nuestras narices de forma juguetona —. La verdad no lo sé y no quiero averiguarlo.
Le doy un casto beso.
—Sabes, no quiero que nos separen —indico con la voz un poco cortada.
—Yo tampoco —corta la distancia y me abraza, yo apoyo mi barbilla en su hombro.
Soltando unas pequeñas lágrimas, él me apretó más a su persona. Paso su mano por mi cabello todo despeinado y se apartó de mí para limpiar mis gotas de sal.
—Vamos a dormir —me dice levantándose del sillón.
Extendiéndome la mano.
Yo lo veo, y sin pensar le sigo lo siguiente;
—Puedes dormir hoy conmigo.
Sabía qué no podíamos dormir juntos, porque había un problema y era qué ahorita su hermana mayor estaba durmiendo conmigo y no había suficiente espacio en esa cama. Otra que hacía mucho calor. Por lo qué era muy difícil dormir juntos.
Volteo a ver a dónde estaba la cama y Sandy estaba abarcando casi toda la cama. Negó con la cabeza.
—Me gustaría, pero ambos sabemos que no puedo.
Yo asiento comprendiendo.
Entendiendo que no podíamos dormir juntos y hecharle más leña al fuego.
—Esta bien, buenas noches.
Él me sonríe y no comprendo su expresión en su rostro, en ocasiones odiaba no poder entender o tan siquiera saber que me estaba diciendo con la mirada. Sin embargo, era una melancolía compartida con mi sentimiento qué no quería una separación.
No ahora que lo había encontrado, no ahora qué sabía cuál era ese trago dulce de querer.
—Descansa.
¿Cuándo será que le diré un “te quiero”?
Editado: 28.12.2023