Justifiquemos la diferencia de edad

Capítulo 18: Tu aceptación amarga.

El día que nunca había querido que llegara, llego definitivamente con muchos cambios y uno de ellos fue la pignoración de mi hermano

El día que nunca había querido que llegara, llego definitivamente con muchos cambios y uno de ellos fue la pignoración de mi hermano.

Había llegado de su trabajo, al parecer tendría una semana de descanso y tiene que convivir con la familia. El mal trago estaba por pasar.

Mis nervios no me dejaban pasar un solo bocado. Galván me ayudaba a calmar mi tensión.

Eran llego en la tarde, por lo que me Yuli había pedido que no estuviéramos tan juntos y mucho menos estar demostrando afecto en frente de mi hermano. Por lo cual en su llegada teníamos que estar lejos de uno al otro.

Cuando él llego paso de largo sin siquiera nos saludó a ninguno de los dos. Me sentí mal, pero tuve que dejar que pasara la situación, aunque me doliera un poco.

Ni siquiera nos dirigió la palabra, por lo que se sentía la tensión muy densa en la casa. Los demás no les importaba nuestro problema que estábamos pasando con mi hermano, por lo que ellos estaban como si nada.

Él nos estábamos mirando con un apique de enfado, cuando llegamos a la mesa para poder comer todos juntos. Mi hermano se puso de pie cuando nosotros nos sentamos en la mesa.

El sonido de la silla el ser arrastrada se hizo presente en toda la casa. Por lo que me puse de pie, pero Galván me tomo de la mano y negó con la cabeza para volver a sentarme.

Pero no sabía que Yuli se puso de pie y fue tras de él cuando salió al pequeño patio. Se pusieron en la calle y estaba cerca de la banqueta y nosotros de la ventana del comedor.

Su platica se escuchaba y el apetito se me cerro.

—Vuelve a comer, por favor —Indica Yuliana. Observo el plato que había dejado y en definitivo estaba casi a la mitad.

—No, ellos están aquí —Dice tangente.

—¿Y cuál es el problema? No te están haciendo nada malo.

—¿Cómo quieres qué los vea? —Cuestiona con fastidio.

—No los veas así.

—Si me engañaron en mi propia cara, en MI casa. ¿Cómo quieres qué reaccione? —su enfado se estaba notando cada vez más en su tono de voz—. Se metió con mi hermana, carajo.

—Te recuerdo que estás hablando de mi hijo —Indica con voz moderaba la pareja de mi hermano.

—No sé cómo aceptas esto.

—Yo no le prohibiré o le diré a mi hijo quien puede ser su novia y quién no. Él tiene derecho de escoger a su pareja, cometer sus errores.

—Pero con mi hermana—refuta con coraje.

Tenía miedo que se agarrarán a golpes o algo.

—Y tu hermana con mi hijo ¿No?

Algo el mi pecho se comprimió y me hizo sentir mal.

—sabes qué, yo no conviene con ellos. Que hagan lo que se les dé la gana.

Me solté de mi novio y me puse de pie con una tristeza invadirme. No quería causar problemas en su nuevo matrimonio y ser la culpable de su ruptura.

Por esta vez, no acepte su confort. 

 




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