Justifiquemos la diferencia de edad

Capítulo 21: Rodeada de dinamita

Yo no era de hablar mucho, lo normal era que no me notarán hasta que yo emitiera palabras o pasaba por desapercibida para las personas

Yo no era de hablar mucho, lo normal era que no me notarán hasta que yo emitiera palabras o pasaba por desapercibida para las personas.

Pero está tarde no era la excepción. No podía pasar a ignorar a mi novio y hace como si no pasará nada. Así como si el no existiera. Sabía qué estaba esperando un momento indicado para hablar de lo sucedido.

Habíamos terminado de cenar, estábamos acostados en la cama mientras él me abrazaba con cuidado.

Entendía que quería iniciar la conversación de mi arrebato de hace rato, pero no quería hablar. Quizás, me estaba comportando como algo que no debía.

Sin embargo, al comportarme de forma indiferente e ignorar el pequeño problema era mi forma de esquivar todo incomodidad puesto que odiaba hablar de mis problemas y más si me involucran emocionalmente.

Aun así, dolía mucho, esa pequeña indiferencia me hacía comprimir mi corazón haciéndolo bolita.

—¿Me vas a decir ya? —Cuestiona con voz pasiva, mientras sus ojos estaban fijos en la televisión. Un brazo lo tenía abrazándome por la espalda y el otro apoyado en su nuca dando un aire de despreocupado.

Y, no lo hacía por estarme ignorando sino era una forma de no ponerme incomoda o nerviosa, porque sabía que no soportaba que me miraran a los ojos por más de tres segundos.

Cuando no tiene respuesta, me mira a los ojos por un momento.

Sus pupilas destellaban de curiosidad. Yo solo me acurruco más a él, aceptando el tema que andaríamos.

—¿Y si mejor lees la conversación? —Indico con una voz baja, haciéndose notar mi triste y melancólica.

—Si así lo prefieres, está bien —me responde acariciando mi mejilla con su dedo pulgar.

Me da un beso en la mejilla, yo agarro mi teléfono que lo tenía debajo de la almohada y lo desbloqueo para dárselo en la conversación que había tenido con mi hermano hacia unas horas atrás.

Sin dejar de abrazarme, yo posiciono mi cabeza en su pequeño escuchando como se le aclaraban sus latidos ante mi cercanía. Después de unos minutos, me da un beso en el cabello dejando el teléfono a un lado de nosotros.

—No te preocupes —Inicia a argumentar, acariciando mi espalda con delicadeza, deshaciendo un poco la tensión —, ya verás que pronto se acostumbraran a nuestra relación. Al principio, quizás no la llegue a gustar, pero en un tiempo nos aceptaran. El camino es duro, sí, pero lo fácil no te enseña a valorar las cosas.

—¿A si? —Indago, recordando que nuestra relación no inicio con algo difícil, sino que fue a lo fácil.

En un momento a otro lo estaba aceptando.

—Si.

—Pero nosotros no iniciamos con los difícil.

—Entiendo, pero estamos llegando a ese tiempo de los difícil, quizás no con nosotros en sí.

—Sino con la aceptación de nuestro noviazgo —Finalizo por él, el asiente y me apretuja a su lado.

Lo nuestro no era miel sobre hojuelas, porque comprendía que llegaría un tiempo donde nos pondrán a prueba a pasar la etapa de besos, abrazos y algo más a peleas sin sentido y celos.

Sin embargo, en estos momentos me sentía en el lugar indicado rodeada de dinamita y cualquier movimiento en falso alteraría nuestra estabilidad. 

—Me duele su manera de ser, el rechazo que forma entre nosotros —digo con la voz apagada.

Soportando las ganas de llorar, mi garganta ardía. Sentía aún el dolor en mi pecho.

—Tienes que ponerte en su lugar.

Indica apretujandome a su cuerpo. Yo solo asiento, entiendo que no sería fácil aceptar que su hijastro estaba teniendo una relación con su hermana.

—¿Y él porque en nuestro lugar no? —interrogó de pronto.

—Porque creo que tú tienes más empatía que el.

Aprieto mis dientes, reteniendo mi enfado. Si yo era poco empática con las personas, él era peor. Solo pensaba en si mismo y los demás que se jodiera.

Él podía herir pero si a él lo herían, eras una escoria en su vida.

—Tranquila, pronto lo aceptará.

Me anima.

—Hoy dormiré contigo ¿Si?

Cuando dice eso, abro mis ojos en sorpresa. Sabía que Sandy había salido con un chico y no volvía hasta mañana, así que teníamos cama para nosotros dos solos.

—¿Seguro? —cuestiono al saber que si mamá no estará de acuerdo, o eso imagino yo.

—Segurísimo.

Le sonríe. Esa noche espero no detonar alguna dinamita.
 

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.