Cada día que pasaba era una rutina más para Emilia Brown, de la cual no tenía queja alguna, era por lo que más vivía. Desde su infancia la medicina fue algo que siempre había llegado a captar su atención y desde el momento que tuvo la oportunidad para adentrarse a esa aventura, no lo tuvo que pensar ni un segundo, aun sabiendo que para pertenecer a ese mundo debía ser indispensable sentir la necesidad de ayudar al prójimo cotidianamente poniendo sus derechos por encima de los propios, ella estuvo dispuesta a aceptarlo y cada día que pasa se siente más segura que haber tomado tal decisión.
El ambiente del hospital era como cualquier centro de salud, ver los movimientos de los médicos y pacientes era lo más común. Todos hacían sus trabajos correspondientes, y justo ahí se encontraba Emilia Brown, tomando su descanso de diez minutos relajándose de todo el trabajo que había hecho y el que le esperaba por hacer.
— ¡Emilia! — la voz de Layla provocó que cayera del asiento donde se encontraba profundamente dormida.
— ¿Cuánto he dormido? — preguntó rápidamente despabilándose.
— Siete minutos de más querida — contestó sirviéndose una taza de café desde la máquina de bebidas.
— Esto no puede estar pasando – se levantó apresuradamente a servirse su café – En un momento estoy contigo — dijo cuando vio su intención de salir de la sala.
— Estaré esperando afuera — avisó antes de marcharse.
Emilia sabía lo que le esperaba, en ciertas ocasiones cuando el café no hacía efecto en ella y no podía más con su cansancio, tomaba una siesta de 10 minutos antes de continuar con sus turnos. Esta vez Layla fue en su búsqueda ante la notoria ausencia de su presencia en su área de trabajo.
— Hola — dijo Madison entrando — ¿Qué estás haciendo aún aquí? ¿Cuánto tiempo llevas? – preguntó.
Madison White además de ser doctora e hija del director del hospital, era una de las mejores amigas de Emilia, su círculo de amistad era pequeño del cual no se queja, ya que siempre había creído en que no se trata de cantidad, sino de calidad y así es como consideraba a la rubia que tenía delante de ella.
—30 horas – contestó bebiendo un sorbo de su café recién preparado.
— ¿30 horas? Debes irte Emilia, estás exagerando con esto — dijo sin poder creer donde había llegado la terquedad de su amiga.
—Si me voy no lograré ser titular.
Emilia siempre había tenido establecidos sus objetivos, y convertirse en el medico titular era uno de ellos, por lo que se había estado esforzando por alcanzarlo, ya que la competencia era muy fuerte pero aun así confiaba al mil de sus capacidades. En estos días había estado tan centrada en hacer todo lo que demandaba el centro, haciéndose cargo tanto de los asuntos médicos como también de lo administrativos, y es que a Emilia siempre la habían considerado una persona multifuncional por su manera de servir a los demás y eso era algo que de cierta manera la emocionaba, ella amaba su trabajo y todo lo que en el conllevaba.
Faltando pocas horas para que la jornada nocturna finalizara, Emilia empezó hacerse cargo de sus responsabilidades faltantes, correr de un lado a otro era lo habitual en ella, aún más cuando ese día había tomado más minutos de siesta de lo normal.
—Emilia me encargue del trauma dos, mientras dormías — dijo Henry, era uno de los doctores con el cual estaba en competencia para el puesto de titular.
—No estaba dormida, solo...— intentó explicar.
— Si, por nada — dijo yéndose sin escucharla.
—Te toca en el 3 y 6 – mencionó otro sujeto entregándole los expedientes de los pacientes correspondientes a la enumeración.
Aquí era donde su aventura favorita empezaba, se dirigió en busca de los pacientes asignados seguida de la enfermera Layla, el paciente número 3 era un adulto de tercera edad con un caso de insuficiencia cardiaca.
—Hola señor Smith, soy la doctora Brown — se presentó con una enorme sonrisa que la caracterizaba — Examen completo de sangre, electrolitos y orina — le indico a la enfermera después de echarle un ojo a su expediente.
— ¿Hay algo que yo pueda hacer para que usted se sienta más cómodo? – preguntó dirigiéndose al señor.
— ¿Se casa conmigo? – preguntó.
— ¡Vaya! – exclamó riendo.
—Oye tengo pase gratuito en los autobuses — mencionó con la idea de convencerla.
— Entonces no podré negarme, llamaré a mi hermana para que me preste su vestido de novia. ¿Está bien? Espere aquí – le dijo siguiéndole el juego – Tu cuida a mi prometido y disminuye la dosis de morfina — dijo dirigiéndose a la enfermera, caminando hacia su próximo paciente.
Así continuó el resto del día, entre casos de chequeos y emergencia, obviamente con su dosis de café, comúnmente el ambiente era más movido en la noche, y ese día no estaba siendo la excepción.
Después de una agotadora jornada, Emilia había decidido en marcharse y decidió seguir la rutina que todas hacían antes de retirarse del hospital.
Entrando a los vestidores se encontró a varias chicas, entre ellas Madison.
— ¿Te estas pintando de mimo Madi? – preguntó divertida cuando ya se encontraba reunidas con las demás chicas.
—Noté que mis ojeras asustaban a mis pacientes — contestó.
—Va a tener una gran cita – mencionó Kelly, otra de sus compañeras.
— ¿En serio? – preguntó sorprendida.
Madison era una rubia muy atractiva, no era para nada raro que saliera con alguien, pero le sorprendió que se decidiera tener una cita después de dos semanas donde apenas había terminado con su anterior pareja.
—No le digas – se quejó ante aquella declaración – Voy a cenar con mi ex y su madre, todavía no le ha dado la noticia de nuestra ruptura y no quiero ser responsable de la muerte de una señora de sesenta años, pero solo lo hago por la pobre señora, ella no tiene la culpa de que su hijo haya resultado ser un patán – se dirigió a su amiga.