En muchas ocasiones, las acciones de las demás personas nos llevan al límite del colapso. La tolerancia es considerada como una virtud que hace posible la paz.
Pero Lucas no lo consideraba así en ese punto de su vida, la presencia de Emilia era cada vez más insoportable, su intromisión, regaños, quejas y sus reproches era lo que todos los días recibía de ella, la cual ya no lograba tolerar.
Había decido acudir por ayuda, necesitaba librarse de ese problema lo más pronto posible, ya que estaba en un punto donde consideraba que se encontraba perdiendo la poca cordura que conservaba.
Diversas personas habían visitado el departamento, entre ellos cazas fantasmas con sus aparatos profesionales para detectar los espíritus, los cuales les causaba gracia a Emilia ya que, en vez de verlos como dispositivos profesionales, los consideraba juguetes de plásticos.
Sacerdotes habían visitado el departamento realizando oraciones con agua bendita, acompañando este acto con mucha fe para poder deshacerse del espíritu de aquella castaña, pero nada parecía funcionar. En vez de provocar algún temor en Emilia, lo que le causaba era diversión.
La entretenía observar la cantidad de personas que se reunía con el propósito de sacarla de aquel lugar, entre ellas Lucas, quien imitaba las acciones que realizaban los presentes.
— ¿Solo hará eso? ¿Sentarse ahí? — pregunta Lucas al hombre sentado en el cómodo sofá.
Había tenido la grandiosa idea de contactar al hombre de la librería donde había comprado aquellos peculiares libros. Tenía la esperanza de que él lograra hacer lo que las demás personas que habían llegado al departamento no lograron cumplir.
Pero al ver aquel hombre ahí, sin mover ni un solo dedo, hizo que se preguntara si había sido buena idea invitarlo.
— ¿Quiere campanitas o ruidos, o que la sienta? – preguntó mirando a Lucas.
— Ay por Dios, él tampoco puede verme – se quejó Emilia – Por alguna horrible razón solo usted puede verme.
Lucas la fulminó con la mirada.
—Ah sí, hay algo— dijo de pronto, ganándose la mirada de la pareja que tenía frente él —Definitivamente una presencia.
—Que original, dime más.
El tono sarcástico de la castaña se hizo notar.
—Es violenta, quiere que se vaya— dijo mirando a Lucas.
— ¡Oye! Él no es tan malo— dijo acercándose a Lucas.
—Debería mudarse— recomendó.
— ¿Qué me mude? — preguntó incrédulo.
—Yo siendo usted lo haría— insistió.
—Me agrada— dijo Emilia con una enorme sonrisa en su rostro.
—No, no voy a hacer eso— dijo indignado.
— ¿Acaso no lo siente? – preguntó confundido — Hay como un rayo espiritual canceroso dirigido hacia su cuerpo – explicó haciendo gestos con sus manos.
—Este chico tiene un don – dijo con una actitud de orgullo.
—No me iré de aquí.
Lucas seguía sosteniendo aquella decisión. No se iría, estaba convencido de que no iba hacerlo.
— ¿Por qué no? Tampoco es que sea un buen departamento — dijo recorriendo con la mirada cada parte de aquel lugar.
—¡Que! — exclamó ofendida la chica.
— Si lo es — lo contradijo Lucas.
—Tiene buena vista – apoyó Emilia, señalando la enorme ventana
—Y chimenea — le siguió.
— Como digas hermano – dijo con perezoso tono que lo caracterizaba — ¿No tiene una cerveza? Hacer esto me pone 90% sediento.
—Si vamos.
☁️🌼☁️
La bebida parecía hacerse eterna, no sabía cuánto tiempo había pasado desde que el chico había empezado a tomar la cerveza si hacer ninguna pausa en tragar. Lucas lo miraba impaciente, necesitaba una explicación, no podía seguir así.
—Mudarme no es una opción para mí — intentó apresurar el paso a la necesitada conversación — Acaso no puede hablar con ella y pedirle que siga su camino.
—No podrías hablar con ella — apareció la castaña imitando sus palabras con burla.
—No me hables — le pidió dándole una fulminante mirada — No quiere aceptar que está muerta, le dije que caminara hacia la luz, pero no quiere— continuó su conversación con el chico que aún se encontraba delante de ellos.
—¡Sera porque no existe tal luz! – gritó exasperada.
— Bla, bla, bla — Lucas empezó a burlarse de ella haciendo la forma de una boca con sus dedos abriéndola y cerrándola.
—¿Cree que me gusta esto? — preguntó la castaña encarándolo — ¿Qué es sencillo para mí?
—Amigo, creo que no podré ayudar en esto — le hizo saber, masajeaba sus cienes al ver a Lucas hablar con la nada — Es uno de los espíritus más vivos que he llegado a sentir. No creo que se vaya.
—¿Por qué lo dice?
—Me temo que tendré que darle la razón a ella — Lucas lo miró confundido — No está muerta — confesó.
Lucas inmediatamente miró a la castaña, y lo único que recibió de ella fue una sonrisa que decía: Te lo dije.
—Pero usted tiene que superar esto — continuó el chico, empezando a dibujar la silueta de Lucas con sus manos y haciendo ruidos extraños con su boca — Usted tiene el aura más oscura que he visto. Le está robando la vida, lo está matando, tiene que hacer que se vaya — dijo colocando su mano en el hombro en señal se consuelo.
—¿Cómo quiere que lo haga si ella no quiere ir? — señaló a Emilia.
—No hablo de la chica espíritu, estoy hablando de la otra — le hizo saber — La que sigue manteniendo aquí — dijo apuntando a su pecho.
—No voy a hablar de eso — dijo algo incomodo por el rumbo que estaba tomando la conversación.
—Ya entiendo todo, así que te botaron — dijo la castaña acercándose a él — Eso les pasa a los hombres que pasan sentados en sus sofás.
—Cierre la boca — exigió molesto.
—Trajo a mi departamento a esos obispos y a esas personas con sus aparatos de juguetes para echarme y no puedo hablar de que lo botaron — se quejó.