Kael El Dios Del Fuego

03: ECOS DE HIELO Y FUEGO

La luz del amanecer se filtraba por las columnas ígneas del palacio, marcando el inicio de una nueva misión. En los hangares del ala este, Kael y Aeris terminaban los preparativos para su viaje a Glacerya, el planeta de hielo eterno.

—¿Y si esto es una trampa? —preguntó Aeris, ajustando los guantes térmicos de su armadura.

—Puede serlo —respondió Kael, mientras cargaba su lanza de plasma en la cápsula—. Pero si lo es, significa que alguien muy poderoso quiere el Orbe Glacier. Y eso ya es suficiente razón para que estemos allí.

Ambos compartieron una mirada firme. Se conocían demasiado bien como para necesitar palabras.

Mientras tanto, a millones de kilómetros, en la superficie helada de Glacerya, el hielo crujía bajo los pies de Aysha, la princesa del reino gélido. Vestida con su armadura azul cristalina y el báculo de escarcha en mano, se enfrentaba a una figura envuelta en llamas… pero no eran llamas comunes.

El fuego que lo envolvía era azul eléctrico, ardiente y frío a la vez, una anomalía en cualquier plano elemental. Sus ojos brillaban con furia, y su piel despedía vapor al tocar el suelo congelado.

—¿Quién eres? —gritó Aysha, clavando su báculo en la nieve.

El enemigo sonrió bajo su máscara.

—No necesitas saber mi nombre. Solo que fui enviado desde Ignis… por alguien que quiere ver este planeta convertido en vapor.

—¡Eso es mentira! Nadie en Ignis haría eso. Somos aliados.

El hombre levantó una mano cubierta de fuego azul.

—¿Aliados? Los reyes tal vez… pero hay fuegos ocultos incluso en los rincones más nobles.

Una llamarada azul surcó el aire y se estrelló contra el escudo de Aysha, obligándola a retroceder. Su corazón latía con fuerza, y por primera vez en años, temió por su reino.

En ese instante, desde el espacio, dos naves atravesaban la atmósfera helada.

En una de ellas, Kael recibió una transmisión urgente en su comunicador. Era la voz entrecortada de Aysha.

—¡Kael! ¿Dónde estás? Necesito ayuda… ¡Ahora! Está destruyendo las torres de hielo… el fuego… ¡no es normal!

Kael tomó el comunicador con fuerza.

—Aguanta, Aysha. Estamos a segundos de llegar.

Ambas naves cruzaron las montañas heladas como meteoros invertidos, dejando estelas ardientes en el cielo de Glacerya.

—¿Listos para entrar? —preguntó Aeris desde su cabina.

—Más que nunca —respondió Kael—. Hora de apagar este fuego con fuego.

El hielo y la lava estaban a punto de encontrarse en una batalla que cambiaría la historia de los orbes elementales.




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