Kael El Dios Del Fuego

13: VISITANTES DEL FUEGO

La atmósfera de Alpha-2000 se rasgó como un velo cuando la nave descendió entre nubes grises y campos verdes. El metal incandescente del transporte chispeaba contra el aire, dejando una estela rojiza mientras aterrizaba violentamente en una zona boscosa al norte del continente. Un estruendo envolvió la región como si un cometa hubiera impactado la tierra.

Cuando la compuerta de la nave se abrió, Kael fue el primero en salir. Sus ojos, aún nublados por el dolor, escanearon el nuevo mundo. El cielo era más azul de lo que conocía. El aire, más fresco. Y el fuego... ausente. Aquello no era Ignis. Era algo más primitivo. Algo dormido.

Aeris y Aenara descendieron tras él, tambaleándose aún por la brutal derrota a manos de Tharion. El suelo bajo sus pies no ardía. No se movía con energía elemental. Era... normal.

—Este planeta está muerto —gruñó Aeris.

—No —dijo Kael—. Solo está dormido.

A pocos kilómetros, sensores altamente confidenciales estallaron en una sinfonía de advertencias. En una instalación secreta, oculta entre colinas y bajo la fachada de un observatorio astronómico, un equipo especializado ya estaba en movimiento.

—Objetos no identificados descendiendo a gran velocidad. Temperatura: ¡más de mil grados al contacto! —gritó Sophia, la analista de comunicaciones.

Yelena Hardy, también conocida como NOVA, se colocó sus guantes ignífugos mientras su traje de contención se cerraba con un zumbido. Su cabello recogido, sus ojos fríos. Líder del escuadrón, exastronauta, y ahora protectora designada del planeta ante amenazas desconocidas.

—Frederick, Teresa, conmigo —ordenó—. Vamos a conocer a nuestros visitantes.

El equipo apareció en el claro donde la nave aún echaba humo. Kael observó con curiosidad a los humanos armados con armas de energía, claramente más avanzadas que su entorno sugería. Aun así, su poder... era insignificante comparado con él.

—No daremos un paso más —anunció NOVA—. Este es territorio protegido. Identifíquense.

Kael dio un paso al frente. Su capa roja ondeó tras él. Una brasa ardió en el suelo con cada paso.

—Yo soy Kael. No me importa su territorio.

—Última advertencia.

Aenara quiso intervenir, pero Kael ya había levantado una mano. El suelo explotó en fuego. En un abrir y cerrar de ojos, el enfrentamiento estalló.

NOVA y su escuadrón eran entrenados. Veloces. Implacables. Pero Kael era un dios en un mundo sin dioses.

Con movimientos casi perezosos, Kael desarmó a Frederick, derribó a Teresa con una onda térmica y fundió el cañón de plasma de Sophia sin tocarla. Cuando NOVA intentó usar su lanza de energía, él la detuvo con dos dedos, fundiéndola al contacto.

—No vine a conquistar —dijo con voz baja pero firme—. Pero tampoco vine a obedecer.

Acto seguido, Kael alzó los brazos al cielo. Una columna de fuego surgió bajo sus pies, rodeando también a Aeris y Aenara. En un suspiro, desaparecieron, dejando tras de sí sólo cenizas, un cráter humeante... y una llama suspendida, flotando sin extinguirse, como una firma.

NOVA se levantó lentamente. Su escuadra, aturdida, la observaba en silencio.

—Recójanlo —ordenó, señalando la llama flotante—. Y llévenlo al laboratorio. Necesitamos saber qué fue eso… antes de que regrese.

Horas después, en el laboratorio subterráneo, la llama aún flotaba en una cámara sellada de vidrio irrompible.

—Esta cosa no tiene fuente de energía externa —informó Frederick—. Y su temperatura no desciende. Está estable... pero vibra. Como si... escuchara.

—¿Escuchara? —preguntó NOVA con el ceño fruncido.

Sophia bajó la mirada a las lecturas—. Esto no es fuego común. Es... consciente.

NOVA no respondió. Solo observó la llama. En el fondo de su pecho, algo ardía. No miedo. Algo más profundo. Una advertencia.

El fuego había llegado a la Tierra.




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