Kael El Dios Del Fuego

21: NIEBLA SOBRE LIMA

Los pasillos de la base subterránea del FBI zumbaban con una urgencia silenciosa. Hombres y mujeres con uniformes negros corrían con carpetas, armas y dispositivos de rastreo, preparando todo para la misión en Lima. En una sala aparte, Yelena Hardy observaba el informe clasificado sobre la pantalla principal. La imagen térmica del objeto que había impactado en Perú aún brillaba como una brasa incandescente.

—El patrón energético coincide con el del primer visitante —dijo Frederick, revisando las cifras—. Pero este no se mueve como Kael. Su energía es más… volátil. Fluctúa por momentos.

—¿Una nueva amenaza? —preguntó Teresa, mientras ajustaba el arnés de su equipo táctico.

—O una aliada —replicó Sophia, con tono pensativo.

Yelena guardó silencio por unos segundos antes de hablar.

—No lo sabremos hasta llegar. Que nadie dispare sin mi orden. Ya vimos lo que pasó cuando actuamos con impulsividad. —Miró de reojo a Valentina, aún inconsciente en la camilla cercana—. Esta vez lo haremos bien.

Mientras tanto, en Lima, una densa niebla celeste comenzaba a cubrir el cielo. Los autos se detenían. Las personas bajaban sus teléfonos. Miraban hacia arriba con temor. Era una neblina suave, brillante, como polvo de estrellas, que descendía con lentitud por las calles.

En medio de esa escena irreal, una joven de cabello blanco y armadura glacial caminaba por la avenida Arequipa. Aysha, princesa de Glacerya, había descendido del cielo momentos antes, pero su llegada había sembrado miedo. Su sola presencia era un evento fuera de este mundo.

Una niña de unos ocho años, con uniforme escolar y trenzas, fue la primera en acercarse. No parecía tener miedo. Observó a Aysha con curiosidad.

—¿Eres un ángel?

Aysha sonrió con dulzura. Se arrodilló frente a la niña.

—No. Solo alguien perdida, buscando a sus amigos.

—¿Estás buscando a los que pelearon el otro día? —preguntó la pequeña—. ¡Salieron en todos los canales! Mi papá dice que uno de ellos lanzó fuego.

—Exacto. ¿Sabes dónde puedo encontrarlos?

La niña asintió con entusiasmo y le tomó la mano.

—¡Sí! Yo vi para dónde se fueron. ¡Te llevo!

Y así, mientras la niebla que Aysha había creado envolvía Lima con una calma sobrenatural, ella y la niña caminaron entre el desconcierto general. La gente, al ver que la pequeña no tenía miedo, comenzó a relajarse. El pánico se disolvió tan lentamente como la niebla que los rodeaba.

En el aire, a bordo del avión del FBI, Valentina abrió los ojos. Respiró con fuerza, como si despertara de un mal sueño.

—¿Dónde estamos? —preguntó, todavía desorientada.

—Rumbo a Lima —dijo Yelena, acercándose. Su voz era firme—. Otro visitante llegó. No sabemos si es aliado o enemigo.

Valentina se sentó con brusquedad, sus ojos brillando con rabia.

—¿Y el otro? ¿El chico del fuego?

—Se esfumó. No dejó rastro… pero derrotarte dejó claro que no podemos subestimarlo. Ni a sus compañeras.

—¡Tengo que volver! —exclamó Valentina—. ¡Esa pelea no terminó! ¡Esta vez no perderé!

Yelena suspiró.

—Primero evaluaremos a esta nueva figura. Luego veremos. No quiero más bajas innecesarias, Valentina.

La joven guerrera apretó los puños, el recuerdo de su derrota aún ardiendo en su orgullo.

En las calles de Lima, Aysha seguía a su pequeña guía mientras la neblina, su nebar glacial, cubría el cielo como un velo protector. El destino estaba cerca. Lo sentía en su pecho. Pronto, se reuniría con Kael, Aeris y Aenara… y juntos, buscarían recuperar lo que habían perdido.

Desde lo alto de una torre, una figura con binoculares los observaba, marcando la posición exacta. En el auricular de su oído, la voz de Yelena resonó:

—Objetivo localizado. Que nadie actúe sin mi orden.

La caza comenzaba de nuevo.




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