Kael’varya / Los Cinco Mundos

“Puertas abiertas: secretos que cruzan mundos"

Nos sentamos en mi pichirilo y encendí el aire acondicionado, ya que comenzó a hacer mucho frío. Eduardo me miró sorprendido y dijo:
-No sabía que este modelo tenía aire acondicionado.
-No lo tiene -repliqué, sonriendo-. Yo lo instalé.
Silbó con admiración y comentó:
-¡Qué hábil eres! Con razón eres un cerebrito -empezó a aplaudir, divertido, riéndose.
-No te burles... ahora sí, cuéntame, por favor.
-Está bien, verás... -empezó a decir con tono serio-. Se dice que algunos humanos son más receptivos que otros y, desde pequeños, van desarrollando ciertas habilidades. ¿Te acuerdas de cuando nuestros padres decían que había que cuidarse del "mal aire" o del "mal de ojo"? Esos términos vienen de antiguas brujas que intentaban proteger a esas personas, porque en realidad no se trataba de eso. En ciertas zonas de Ecuador -unas más, otras menos-, hay concentraciones de energía de otras especies que se han colado a este mundo. Las personas con habilidades especiales tienden a absorber esa energía. Pero, como no son compatibles con la energía de esas criaturas, sienten mareos, vómitos, dolores de cabeza...
-Espera... -lo interrumpí-. Desde niña escuché a mucha gente que le pasaba eso. ¿Entonces todos ellos tienen habilidades?
-No necesariamente -aclaró-. Hay lugares con más concentración de energía, por lo que, aunque una persona no tenga habilidades, puede sentirse mal por haber estado expuesta. Pero dime algo: ¿cuando eras niña, al pasar por quebradas, salir en horarios extraños o pasar por lugares donde sentías algo raro, solías enfermarte?
Pensé un momento. Sí... eso me pasaba. Siempre me enfermaba cuando estaba en esas situaciones. Incluso, si alguien tenía una energía muy pesada, me sentía débil. Mis padres decían que era "muy susceptible".
-Sí -admití.
-¿Ves? -me dijo-. Tú eras más susceptible a esas energías, incluso a las que transmitían otros humanos. También hay personas que sueñan con cosas que terminan ocurriendo: accidentes, muertes, situaciones... a veces representadas por símbolos, animales u objetos. Otros ven criaturas o fantasmas que intentan romper la barrera entre su mundo y el nuestro, y por eso, durante esos episodios, su alma queda paralizada. ¿A ti te ha pasado algo así, Estefanía?
Me quedé pensando. Dudé unos segundos, pero ya había decidido decirle sobre los sueños que estaba teniendo desde semanas atrás. Estaba segura de que, si alguien podía explicarlo, era él. Así que le conté:
-Sí... pero dicen que eso es "que se te sube el muerto", ¿no? -quise indagar primero antes de revelar los sueños que había tenido desde que llegué a la mansión.
Él me miró con firmeza.
-Ya te dije: esos términos pasaron de generación en generación para proteger a estas personas. En realidad, son individuos que funcionan como puertas por donde estas criaturas intentan pasar. Si no tienen control sobre sus habilidades... podrían ser destruidos.
-Me ha pasado, sí -confesé-. Antes de venir aquí, desperté una noche en mi cuarto, pero no podía moverme. Giré la cabeza y vi a una mujer muy alta, con brazos largos y uñas afiladas, saliendo de la cocina. Su cabello le cubría toda la cara. Me asusté tanto... traté de levantarme, pero no podía. Justo cuando estaba por alcanzarme, logré despertar, agitada. Desde entonces, cuando me pasa, solo ruego que no vuelva a aparecer. También he sentido presencias junto a mí... unas que solo se sientan, otras que intentan hacerme daño...
Eduardo me miró fijamente.
-Lo sabía -dijo, serio-. Posees el poder de ver y sentir energías paranormales. Esa figura que viste es un demonio que se cuela en los sueños, buscando grietas para pasar. Y las otras son fantasmas que aún no saben que están muertos.
Y sin necesidad de que yo dijera más, él preguntó si había tenido sueños parecidos en la mansión. Su tono sonó más grave que antes.
Sin vacilar, le conté que sí, que en los días después de llegar había tenido varios sueños en los que me encontraba en un bosque o en una ciudad que nunca había visto. En los primeros, me topaba con sombras o criaturas que se atacaban entre ellas, pero que no podían verme. Lo que más me perturbó, sin embargo, fueron las personas que sí podían tocarme. Algunas repetían frases extrañas sobre liberar mi poder. En el bosque, era una persona con el rostro de la señora Dolores. En la ciudad, en cambio, había una figura sin rostro que me reclamaba: "¿Por qué nos abandonaste?".
Por un momento dudé. No quería confesarlo, pero debía hacerlo si quería que él me explicara lo que me estaba pasando. Así que continué: esa figura sin rostro comenzó a llorar sangre... y cuando desperté, al mirarme en el espejo, yo también tenía lágrimas de sangre.
Eduardo se quedó en silencio. Sus ojos me atravesaban, y ese instante se me hizo eterno. Finalmente, habló:
-Los sueños que estás teniendo desde que llegaste a la mansión no son simples pesadillas. Son mensajes. Quieren que descubras algo que está oculto dentro de ti. No puedo darte una interpretación exacta, pero debes indagar en ellos.
Le confesé que en otros sueños más recientes ya no aparecían sombras ni personas. Solo caminaba sin rumbo hasta despertar en mi cuarto... o algunas veces, en el jardín.
Eduardo reflexionó un momento y luego dijo:
-No sabía que tu poder fuera tan grande. Estar en contacto con las investigaciones del señor Hunt está despertando poco a poco lo que guardas dentro. Los sueños intentan guiarte, aunque no siempre de forma clara. Yo puedo proponerte teorías, pero podrían estar erradas. Mejor revisa los libros del señor Hunt. Alguna vez lo ayudé a ordenar y vi un tomo que explicaba de qué trataban los sueños, incluso una guía para interpretarlos. Y recuerda que él no se limita a libros "normales": algunos trataban sobre cómo ciertos sueños pueden manifestar cosas en la vida real.
Entonces me dijo algo que me dejó temblando:
-Si en tus sueños te encuentras con personas capaces de tocarte, trata de escapar. Podrían ser fantasmas o demonios que quieran ingresar a este mundo a través de ti. Y tú... tú sí podrías abrirles la puerta. Harían cosas terribles en el pueblo.
-Ahora sí que no voy a poder dormir -murmuré.
-No te preocupes -me tranquilizó-. Si haces caso a lo que te digo, no te pasará nada. Esos seres son inofensivos mientras no te toquen. Y si investigas, aprenderás a interpretar cada sueño y a protegerte.
Estaba tan saturada de información que preferí no alargar más el tema. Como él dijo, tendría que investigar, y eso haría. Después de limpiar los pisos, me dedicaría a los libros que mencionó Eduardo. Cambié de tema y pregunté:
-¿Entonces... puedo ver a todas las criaturas de este pueblo?
-Exactamente -respondió Eduardo, cerrando con firmeza la conversación anterior.
Eso era lo que me gustaba de él: siempre sabía cuándo poner un punto final, cuándo darme espacio. Creo que percibía que yo, aunque llena de dudas, necesitaba procesar cada cosa a mi propio ritmo.
Continuó explicándome:
-En la mansión del señor Hunt, tú puedes ver lo que otros no perciben. Si otra persona entra, solo sentiría el ambiente pesado, cargado de energía. Pero tú... tú puedes ver las cosas que realmente suceden en la mansión y en el pueblo. Eso te hace más fuerte. Aunque también existen criaturas visibles para cualquiera, por eso prefieren ocultarse.
-¿Y tú cómo sabes todo esto? -quise saber.
-Como te dije, las familias más antiguas del pueblo han guardado estas historias durante generaciones. Las tomamos en serio, porque -como ves- este pueblo no es del todo... normal.
-¿Y solo pasa aquí? ¿O en otros lugares también?
-Sucede en más sitios. Cada región tiene familias que custodian los secretos. No todo se concentra en un solo lugar.
-¿Y por qué me cuentas todo esto? ¿No se supone que son secretos que deben protegerse?
Sonrió con picardía.
-Solo te revelo algunas cosas, nada más. No los secretos más importantes. Ya te considero una amiga, y no dejaría que te enfrentes sola a todo esto. No me pidas lo que no puedo darte, pero sí cuenta conmigo para orientarte.
-De acuerdo -asentí-, pero me tienes que ayudar con lo de mis sueños.
-Así será. Cuando vayas leyendo, ven a mí con tus dudas.
Y tenía razón: lo que me estaba diciendo no era lo más importante. Eran apenas fragmentos, piezas pequeñas comparadas con lo que iría descubriendo con el paso de los meses. Cosas que, poco a poco, sacarían a la luz lo que siempre había guardado en mi interior.
Después de nuestra charla, le pregunté a Eduardo la dirección de su casa para llevarlo, pero él me respondió que no iría allá. Tenía que subir a su plataforma los nuevos libros y prefería que lo dejara en su librería. Me confesó que, en la parte trasera, tenía un pequeño departamento donde dormía, casi oculto entre las paredes cubiertas de estantes.
Antes de despedirse, me miró con seriedad y me recordó:
-No olvides investigar sobre los sueños que estás teniendo. Cuídate... no permitas que esos seres lleguen a tocarte.
Su voz se volvió más grave, como si pesara cada palabra. Luego, añadió con un destello extraño en los ojos:
-Y tranquila... ya tendrás tiempo de conocer más criaturas. Aquí, en Cochapamba, verás cosas que en ningún otro lugar del mundo podrías imaginar.
*
Al llegar a la mansión me preparé algo rápido para cenar y, sin esperar a que amaneciera, decidí subir a la biblioteca. Antes de hacerlo, me detuve en el primer piso: las plantas nocturnas habían crecido demasiado y tuve que podarlas. Me despedí de Bert y continué mi camino hacia el interior. La idea de subir de noche me ponía nerviosa; cada escalón me hacía sentir que en cualquier momento algo podía asomarse desde la oscuridad, dispuesto a provocarme cosas perturbadoras.
Cuando finalmente llegué, recorrí con la mirada los estantes y me puse a leer los géneros de cada sección. En uno de ellos, mis ojos se detuvieron: "Interpretación, guía para analizar sueños y maldiciones". Me quedé con la boca abierta. El señor Hunt tenía toda una sección dedicada únicamente a los sueños. Aquello me facilitaría la búsqueda de los libros que necesitaba leer.
El pasillo se iluminó de repente, revelando con más claridad la magnitud de aquella colección. Había cientos de libros, unos más antiguos que otros, encuadernados en materiales gastados por el tiempo, de distintos tamaños y colores. Avancé lentamente, leyendo los títulos. Algunos eran completamente desconocidos para mí: "La teoría de los sueños", "Cómo quitar maldiciones que se han producido en los sueños", "Cómo gobernar tus sueños". Jamás los había visto en ninguna librería. Otros, en cambio, me resultaban familiares, reconocidos en el ámbito de lo oculto: The Supernatural Dimension of Dreams de Demontae A. Edmonds; Spiritual Dreaming, Dreaming in the World's Religions, The Spirituality of Dreaming de Kelly Bulkeley; Extraordinary Dreams and How to Work with Them y Dream Telepathy de Stanley Krippner.
Sabía de estos libros porque, años atrás, el chico con el que salía estaba obsesionado con esos temas y me los prestó. En ese entonces me parecieron interesantes, pero ahora adquirían otro peso. Recordaba que en Spiritual Dreaming de Bulkeley se mostraba cómo los sueños siempre habían sido vistos como mensajes ocultos; en Extraordinary Dreams and How to Work with Them de Krippner se relataban experiencias de visiones y encuentros que parecían de otro mundo; y en The Supernatural Dimension of Dreams de Edmonds se explicaba cómo los sueños podían convertirse en verdaderas puertas hacia lo desconocido.
Pensando en lo que me había dicho Eduardo, fui tomando esos libros nuevamente. Esta vez los leería con otra claridad, con la posibilidad de entender lo que antes me parecía difuso.
Seguí recorriendo los estantes y entonces lo vi: un libro que me llamó la atención. En el lomo, escrito en aquel idioma extraño que poco a poco me resultaba familiar, podía leerse: "Vekna'thir Draumash". Lo tomé sin dudar y decidí que, al menos por ahora, ese sería el principal entre los que debía estudiar.
Al abrirlo, descubrí que no era un libro común. Una nota inicial advertía que el texto se traduciría automáticamente al idioma del lector. Ya nada me sorprendía en aquella mansión; todo parecía impregnado de una magia silenciosa y antigua. El autor figuraba como anónimo y en las primeras páginas se explicaba que este libro había sido creado para quienes buscaban interpretar y combatir las fuerzas malignas que se manifestaban dentro de los sueños.
Pasé la hoja y me encontré con un dibujo inquietante: una persona durmiendo en el centro, sobre ella un sinfín de paisajes entrelazados como espejismos, y al fondo, una figura demoníaca que extendía sus garras para consumirlos. El estilo del grabado me recordó a los tallados de las pirámides de Egipto que había visto en documentales y películas: líneas rígidas, símbolos indescifrables, un arte que parecía contener advertencias ocultas para quienes se atrevieran a mirar demasiado.




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