Kael’varya / Los Cinco Mundos

“El arte de los sueños oscuros”

Narra Estefanía

Mientras Eduardo venía hacia la mansión, yo me puse a preparar el desayuno. Quería compartirlo con él y, al mismo tiempo, escuchar la explicación sobre lo que había leído. Pasada media hora llegó; lo saludé con una sonrisa contenida y nos dirigimos a la cocina. Le serví lo que había preparado y me senté a su lado, observando el brillo curioso en sus ojos.

El primero en romper el silencio fue él:

—Dime… ¿qué dudas tienes? ¿Qué preguntas te han surgido?
Suspiré y bajé la mirada hacia mi plato.

—Leí un poco del libro, pero… algo extraño pasó. —Hice una pausa—. Pensé en el sueño que tuve la primera vez, seguí los pasos que leí en el libro y eso provocó que volviera a soñar con el bosque.

Levanté la mirada y continué:
—A diferencia de los últimos sueños, vi otra vez a la señora Dolores. Me perseguía, Eduardo… y yo corría con todas mis fuerzas. De repente, desperté habilidades que nunca imaginé tener. Movimientos rápidos, precisos… como los de un ninja.

Eduardo soltó una carcajada burlona.

—¡Eres tremenda! Primero cerebrito y ahora ninja.
Fruncí el ceño y le di un golpe en el brazo. Cuando levanté la mano para darle otro, él subió las suyas en rendición.

—Está bien, ya no te molesto. Lo prometo.
Lo miré con aburrimiento, convencida de que si tenía la mínima oportunidad volvería a burlarse.

—Lo que sí se repitió —dije, retomando la conversación— fue la frase… “libera tu poder o morirás… o morirán”. Cuando me acorraló tuve que saltar para escapar, pero antes me rasguñó. Lo sentí real, Eduardo… como si la herida fuese de verdad. Y al despertar, la marca estaba en mi brazo.
Él se inclinó hacia mí con cuidado. Le mostré el vendaje que había improvisado para que no se infectara. Eduardo tomó mi brazo con delicadeza, retiró la venda y, al ver la herida, sus ojos se abrieron con asombro. Exhaló profundamente antes de mirarme.
—Lo que te está pasando —dijo con voz grave— es que tu poder te está llamando. Está usando recuerdos, personas y símbolos que reconoces para forzarte a liberarlo. Y para que lo liberes, está recurriendo a demonios de bajo rango que buscan atacarte en tus sueños. Por eso las heridas aparecen también en tu cuerpo cuando despiertas. Lo mismo ocurrió cuando lloraste lágrimas de sangre.
Me estremecí.
—Déjame ver el libro que estabas leyendo.
Lo tenía conmigo, así que lo saqué y se lo entregué. Eduardo pasó sus ojos por las páginas que yo había leído. Tras unos minutos lo cerró con un chasquido seco.
—Este libro no es para ti todavía. Es demasiado avanzado. Obliga al lector a enfrentarse directamente con los entes y, en tu caso, con tu propio poder. —Alzó la vista hacia mí con una expresión severa—. Aún no sabes controlarlo. Y si insistes, lo único que lograrás es que te maten. Has tenido suerte hasta ahora, Estefanía.
Me dijo que subiéramos a la biblioteca, que allí me mostraría cuál libro debía leer. Pero mientras caminábamos, una idea se clavó en mi mente: Eduardo sabía exactamente lo que buscaba. ¿Por qué no me lo había dicho antes? Y además… si me aseguró que solo había venido un par de veces a la mansión, ¿por qué parecía conocer con tanta familiaridad los libros del señor Hunt?

Al llegar a la biblioteca lo detuve antes de que avanzara.

—Me sigues mintiendo. —Mis palabras salieron firmes—. No viniste solo unas pocas veces. Has venido más… lo suficiente como para conocer todo esto.

Eduardo se quedó en silencio unos segundos y luego me miró con resignación.

—Estefanía, no puedo decirte más de lo que ya sabes. Si lo hiciera, me metería en serios problemas. Te advertí: en este lugar los secretos se guardan con recelo.

—¿Entonces? —insistí.

—Entonces confía en mí. Te estoy ayudando porque lo que enfrentas es serio. Pero no me presiones. Cuando llegue el momento, si mi familia lo permite, sabrás más.
Guardé silencio, aunque la desconfianza se instalaba en mi pecho como una espina.

—Lo único que puedo decirte ahora —añadió— es que algunos de los libros de esta biblioteca no pertenecen al señor Hunt. Fueron entregados por distintas familias para sus investigaciones. No importa cuántas veces haya venido aquí, Estefanía. Lo importante es lo que ocurre contigo. Tus sueños son de importancia en este momento.

Se acercó un paso más.

—Debes comenzar por los libros correctos. Investigar, aprender a fortalecer tu mente y tu espíritu. Solo entonces estarás lista para regresar a ese texto que leíste. Si lo haces antes de tiempo, lo que te espera no será el despertar de tu poder… sino tu muerte.

La biblioteca quedó en silencio. Observé a Eduardo, sintiendo que sus palabras eran tanto advertencia como confesión. Zanjando el tema, él siguió caminando hacia los estantes donde se encontraban los libros relacionados con los sueños. Su mirada se desplazaba con concentración, repasando cada lomo hasta detenerse en uno en particular. Lo tomó con cuidado. Era un libro pequeño, pero sorprendentemente grueso.

Se acercó y me lo entregó. Al tenerlo en mis manos, lo primero que hice fue leer el título en voz alta:

—Arte de los Sueños Oscuros: Guía de supervivencia para iniciados. Escrito por Ghra’khen.

Alcé la vista hacia Eduardo.

—¿Este libro… me ayudará a entender mis sueños?
Él asintió con seriedad.

—Sí. Este texto enseña a comprender lo que te rodea dentro del sueño. Si aparece alguna criatura, aprenderás a permanecer invisible para ella. Es seguro para que empieces a investigar el lugar donde sueñas. Debes fijarte en cada detalle, observar todo lo que te rodea. Poco a poco irás comprendiendo qué es lo que realmente tienes que buscar o interpretar.

Nos sentamos juntos y comenzamos a leer. La introducción era inquietante, pero más aún el primer capítulo:

“Antes de dormir, toma un baño con flores rojas. Luego enciende una vela. Acuéstate boca arriba, respira cinco veces y cierra los ojos. Para las primeras sesiones es recomendable que haya una persona presente. Si algo sale mal en el sueño, la llama de la vela se moverá como si una corriente de aire intentara apagarla. En ese momento, la persona que esté afuera deberá tocar una campana, y el soñador tendrá que dirigirse hacia el sonido. Ese será el fin del sueño.”




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