Kael’varya / Los Cinco Mundos

“La Gracia de la Protectora”

Me levanté despacio; me dolía el cuerpo, pero no como en los días anteriores. Sabía que debía descansar para poder practicar mi poder en la vida real. También sabía que no debía contarles lo que realmente había pasado en mis sueños, aunque tampoco podía omitir todo, porque no me creerían… especialmente el señor García.

La nueva información en mi mente me advertía que era un error confiar en todas las personas que me rodeaban. Tenía que volverme fuerte primero, aprender a defenderme. A pesar de tener aún muchos espacios en blanco, sentía, en lo más profundo de mi alma, que en mi anterior vida había sido bendecida por esa tal Protectora. Quizás fui un guardián… o un servidor fiel con una misión específica. Por eso sentía que me faltaba parte de mi poder.

Salí de mis pensamientos cuando alguien tocó mi hombro. Al levantar la mirada, vi a Mariana, y detrás de ella estaban los demás, observándome con expectación por saber qué había descubierto. Me levanté, y ellos retrocedieron ligeramente. Respiré profundo y comencé a relatarles lo de la cueva, donde encontré información. Omití que Eduardo estaba conmigo, y creo que acerté, porque él me miró con aprobación cuando no mencioné su nombre.

Les dije que ya no necesitábamos el libro que estábamos usando, sino el primero que había leído. No mencioné nada sobre mi nuevo poder ni sobre la información que ahora tenía en mi cabeza.

Cuando terminé de explicar lo del suelo, el señor García me miró con desconfianza.

—¿Eso fue todo lo que descubriste? —preguntó.

Asentí con la cabeza. Él me observó unos segundos más, luego solo se limitó a asentir.

Mariana me preguntó si estaba herida. Le contesté que me dolía un poco, pero que solo necesitaba descansar y estaría como nueva.

Eduardo se acercó a mí y comenzó a inspeccionarme con cuidado. Luego, en voz baja, solo para que yo lo escuchara, murmuró:

—En realidad, tú no estás herida… cuando ese encapuchado me destruyó, todo el dolor vino a mi cuerpo. Me duele todo, no sé cómo voy a poder levantarme mañana.

Lo miré con más atención. Estaba algo pálido, y su respiración se notaba pesada. Pasó su brazo por mis hombros y añadió:

—Eso significa que te estás haciendo más fuerte. No sé qué te pasó en tu sueño después de que me fui, pero te ves diferente.

Lo observé un momento y, con una ligera sonrisa, respondí:

—No digas tonterías… debe ser por la información que leí. Estoy segura de que todo lo que vimos tiene relación. No lo sobrepienses demasiado.

Después de eso, me dirigí hacia el señor García, que se había detenido a recoger los sensores destruidos. Me miró con una expresión fría, pero no le di importancia.
—Tendremos que seguir usando su cámara para las siguientes sesiones —le dije con firmeza—. El libro que voy a seguir como guía es más peligroso, y no quiero que la mansión termine destruida.

El señor García me observó en silencio unos segundos antes de responder:

—Como dije en la sesión anterior a Mariana y Eduardo, tú me ayudaste con la cámara. Gracias a las dos sesiones anteriores y a tu poder, podré reforzarla para que sea más resistente frente a los poderes de cualquiera. Si en el futuro aparece algún enemigo, la cámara funcionará como prisión. Así que, muchacha —añadió con una leve sonrisa—, puedes usar mi cámara. También me servirá para hacerla más poderosa.

Solo asentí; al final, a los dos nos beneficiaba que utilizara la cámara. Todos ayudamos al señor García a acomodar lo que había destruido y lo que se había desplazado por diferentes lugares de la sala.

Después de arreglar todo, Mariana se dirigió al señor García y le dijo que ya era momento de retirarnos, que en la próxima sesión nos veríamos otra vez. El señor García solo asintió con la cabeza, nos abrió la puerta de entrada y procedimos a salir.

Cuando ya nos habíamos alejado de la casa, Mariana se detuvo de pronto y se giró hacia nosotros. Nos miró a los tres con una expresión inquisitiva y, con voz molesta, exclamó:

—¿Por qué el talismán que les dije que era una protección para Estefanía lo usaron como catalizador de energía para Eduardo?

Los tres nos quedamos en blanco. Rodrigo fue el primero en reaccionar; al parecer solo quería pensarlo, pero su desconcierto fue tal que lo dijo en voz alta:

—¿Cómo te diste cuenta?

Mariana suspiró con frustración.

—Era obvio —respondió—. La energía de Eduardo se desestabilizó por un momento y su aura se distorsionó. Si yo lo percibí, el señor García también lo hizo.

Eduardo bajó la mirada antes de responder:

—Hice eso porque quería defenderla a ella —dijo señalándome—. Si surgía algo, estaría preparado. Gracias a eso, ella pudo leer algunos fragmentos que estaban escritos en Tírak’shel.

Mariana se quedó congelada por un minuto. Luego los fulminó con la mirada, y tanto Rodrigo como Eduardo se encogieron en su lugar.
Rodrigo, con voz temerosa, murmuró:

—Ella… ella sabe del idioma, porque Eduardo lo mencionó. Pero está bien, ¿no? Estefanía ya tiene poderes.

Mariana dirigió su mirada hacia Eduardo, y antes de que ella pudiera decir algo, él se adelantó:

—No hay necesidad de reclamar nada —dijo con firmeza—. Estefanía tiene derecho a saber del idioma. Ella también está experimentando lo mismo que nosotros al momento de despertar los poderes.

Mariana soltó un suspiro y dijo:

—¿Qué haré contigo, Eduardo? Eres muy imprudente. Tendré que cortarte la lengua para que no digas las cosas de más. Y tú, Rodrigo, te dejas influenciar demasiado por él.

Rodrigo se sonrojó y bajó la mirada.
Por último, Mariana me miró a mí y agregó con un tono más suave:

—No me malinterpretes, Estefanía. No es que queramos ocultarte información, pero todas estas cosas que estás descubriendo… siempre nos han dicho los mayores que no debemos hablar de ellas. Si lo hacemos, la gracia y los dones que la Protectora otorga a cada familia se nos quitarán. Por eso debemos guardar silencio ante los humanos que no poseen su gracia.
La escuché con atención y le respondí con calma:




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