Kael’varya / Los Cinco Mundos

“Donde la ira despierta”

El hada vino en nuestra dirección. Se notaba claramente que estaba nerviosa; le temblaba todo el cuerpo y volaba despacio, quizás porque aún seguía recuperándose y no estaba al cien por ciento.

Pipo comenzó a emitir los mismos sonidos que había hecho en la casa del hada, y ella solo asentía en respuesta.

El hada se acercó hasta quedar frente a mí. Me tocó la frente con su mano y, en ese instante, un destello surgió. Una energía cálida y envolvente la rodeó por completo. Cerró los ojos unos segundos sin despegar su mano. Aquello era cálido… pero también inquietante. Desde que despertó, no había sido precisamente amable conmigo.

Cuando la luz finalmente se apagó, retiró su mano y me miró fijamente. Entonces habló en español.

Me quedé paralizada.

¿Cómo es posible? Pensé que solo hablaba el idioma de los Cuatro Mundos.

Ella notó mi expresión y explicó:

—Al poner mi mano en tu cabeza pude aprender tu idioma. Es una de las habilidades que tenemos las hadas. El idioma Tírak’shel no es nuestro verdadero idioma; mi idioma natal no puedo revelarlo a otras especies. Así que, por ahora, hablaré en tu lengua. Parece que aún te estás familiarizando con el Tírak’shel.
Agradecí internamente que lo hiciera. Aún había palabras del idioma que no lograba entender; mi mente tenía demasiados espacios en blanco.

El hada continuó:
—La prueba que te realicé fue porque necesitamos saber si eres capaz de combatir a unos cazadores que pertenecen a una organización maligna. Nadie conoce su nombre, pero desean gobernar los Cinco Mundos en ausencia de mi ama, la Kael’Varya. Nosotros, como protectores de la naturaleza de los Cinco Mundos, no podemos permitirlo. Y, felicidades, pasaste la prueba con honores. ¿No es genial? Nos ayudarás a vencerlos y a lograr que no se acerquen al bosque.
No pude contenerme y la interrumpí.

—¿Y por qué yo? ¿Por qué fui la elegida para ayudarles?

El hada respondió sin dudar:

—Porque eres la primera humana en entrar al bosque. Ese señor que vive en la mansión jamás entró; solo colocaba aparatos metálicos en el cielo, pero nunca se atrevió a cruzar. Yo lo veía desde lejos. No podía verle la cara, pero supe que era un cobarde.
Pensé entonces que el hombre al que se refería el hada era el señor Hunt. Salí de mis pensamientos cuando ella continuó
—Tú, en cambio, entraste y me ayudaste sin conocerme, aun sabiendo que podía ser peligroso.
Pipo me contó que le dabas comida… y si él confía en ti, eres la persona más idónea para ayudarnos. Y por la energía que emites, sé que tienes una conexión profunda con la naturaleza. Aunque aún seas débil, podrás derrotar a esos cazadores con nuestra ayuda.

Ahora levántate y cúrate. Debemos comenzar la búsqueda; esos ogros enanos ya están merodeando el bosque.

Me quedé observándola en silencio.
No estoy lista. No puedo contra enemigos reales. A duras penas sobrevivo en mis sueños… ¿qué haré en la vida real?

Traté de hablar, pero el hada se adelantó. Se dirigió hacia los lobos, los acarició y dijo:

—Si no quieren involucrarse en la pelea, será mejor que se marchen.
El lobo grande emitió un rugido profundo. De entre los árboles salieron otros tres lobos con características similares. Aulló, y el lobo pequeño se unió a ellos. Sin mirar atrás, ingresaron al bosque quemado y desaparecieron entre el humo que se elevaba como un velo gris. El lobo grande permaneció junto al hada, imponente.

No pude contenerme más. Le grité:

—¡Espera! ¡Yo no estoy lista para pelear! Todavía estoy entrenando… yo no tengo experiencia real en enfrentamientos. Apenas salgo con vida en mis sueños, ¿qué pasará en la vida real?

El hada se plantó frente a mí, firme, con una mirada que atravesaba el aire como una espada invisible.
—Entiende, Estefanía… no podemos esperar. Tú eres nuestra única esperanza.

El hada habló con urgencia, su voz temblando apenas.

—Yo todavía sigo convaleciente —continuó—. Las marcas de maldición que me impuso uno de esos ogros hace unos días aún no desaparecen.
La loba acaba de dar a luz y su energía está por la mitad… y Pipo, como tú le llamas, es demasiado joven para enfrentarse a esos cazadores.
Si tú no nos ayudas… ellos nos matarán. Se adueñarán del bosque y después irán al pueblo con sus otros aliados. No creo que quieras eso.

Me quedé pensando por unos momentos.

No quería que ellos sufrieran. No quería que invadieran el pueblo… pero ¿y si yo no podía con esto? ¿Y si moría? ¿Y si no podía controlar mi poder?

¿Qué pasaría entonces?

Eduardo y Mariana me habían advertido que usar mi poder era riesgoso; no solo podía lastimarme yo, sino también a otros. Por eso entrenaba en el mundo que yo misma había invocado, donde al menos podía fallar sin consecuencias reales.
Pipo se acercó a mí. Emitió aquellos sonidos suyos, suaves y agudos, y luego miró al hada. Ella interpretó lo que había dicho y añadió:

—Pipo quiere que sepas que no te preocupes. No vas a estar sola. Él te va a proteger. Y yo también te digo, Estefanía: no dejaremos que te pase nada.

Si los vencemos… nosotros te ayudaremos en cualquier cosa que desees. Seremos aliados por siempre.
Dudé por un momento.

Pero al verlos tan desesperados, tan vulnerables, ya no pude negarlo.
Mis poderes habían surgido para proteger a los más débiles. No podía huir por miedo a lo que pasara.
Me levanté con dificultad.

—Está bien… —dije con la voz temblorosa—. Pero por favor, no me dejen sola. Soy nueva en esto.

Emití mi poder blanco para curarme, pero estaba demasiado lastimada por la pelea anterior. Mi energía era poca; me sentí débil y mareada. No pude curarme por completo. La pierna seguía con quemaduras. Perdí estabilidad y tuve que sentarme de nuevo.

Quité la tela rota del pantalón e intenté curarme otra vez, pero ya no podía. Me había quedado sin energía.
—Ya… ya no puedo curarme —le dije al hada—. Me quedé sin energía
¿Estás segura de que sirvo así, en estas condiciones?




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