Fue difícil. Tras tantos años separados, cada uno había formado alianzas, y aquellos grupos, en ocasiones, no congeniaban entre sí. Nosotros, por el bien de nuestro plan para vencer a Var’kael, intentamos mediar; pero, al tratarse de un grupo heterogéneo —formado por ogros, hadas, duendes y demonios—, no compartían las mismas costumbres. Aun así, lo intentamos.
Mariana hizo una breve pausa y, con un dejo de nostalgia, continuó:
—Seguíamos luchando con nuestras propias heridas y demonios. Yo era más reservada, pero Eduardo siempre le reprochaba a Cristofer los errores del pasado, y eso daba lugar a discusiones interminables. Antes, Cristofer guardaba silencio; sin embargo, para ese entonces su carácter también se había endurecido, y ya no se quedaba atrás cuando Eduardo le decía algo.
Al escuchar sus palabras, algo se tensó en el pecho de Estefanía. Comprendió que la relación entre Eduardo y Cristofer no lograría recuperarse. La pérdida de su ama había sido demasiado dolorosa, una herida que, pese al paso de los años, él aún no conseguía perdonar.
Parpadeó varias veces y salió lentamente de sus pensamientos, como si regresara de un lugar al que no sabía que había entrado.
Mariana retomó la historia y explicó que, en ocasiones, despertaban a Rodrigo de su coma para comprobar si había mejorado. Durante los primeros cinco meses no podía ni siquiera verlos; se descontrolaba, reaccionaba con violencia. Sin embargo, en los meses siguientes, y con el paso del tiempo, el miedo fue transformándose en calma.
La primera persona que logró acercarse a Rodrigo fue Eduardo. Con su personalidad jovial y su eterna inmadurez, consiguió algo que nadie más había logrado. A Estefanía se le escapó una risita; Eduardo rodó los ojos con resignación, y ambos continuaron escuchando a Mariana.
Rodrigo no se le despegaba, así que, por ese tiempo, Eduardo terminó convirtiéndose en su niñero oficial.
—Ahí fue cuando interrumpió — Eduardo con tono sarcástico—dijo— Nadie me pagaba, con tal de decir que era nuestro hermano pequeño. Me decían que tenía que cuidarlo. Y ahí donde lo ves, tan serio… cuando te toma confianza es el mismo diablo. Me hacía bromas pesadas cuando entrenábamos, escondía mi comida y rompía mi ropa para limpiar sus zapatos. ¿Quién hace eso? —añadió, llevándose una mano al pecho de manera dramática.
Rodrigo se acercó y le dio un golpe leve.
—Oye, no me hagas quedar mal frente a Estefanía.
Eduardo soltó una carcajada, le alborotó el cabello y respondió que era mejor que ya conociera al verdadero Rodrigo.
La escena despertó en Estefanía una ternura inesperada, mezclada con una nostalgia que no lograba ubicar. Algo dentro de ella se removió, como un recuerdo que aún no tenía forma. Solo sabía que aquella historia le provocaba emociones extrañas, profundas, como si no le fueran del todo ajenas.
Cuando ambos se calmaron, Mariana continuó:
—Cuando Rodrigo logró confiar en Cristofer y en mí, comenzamos a inculcarle conocimientos para ayudarlo a despertar su memoria. Antes de morir, en su vida anterior, tenía la habilidad de pasar de un mundo a otro, al igual que nuestra ama. Ese poder nos permitiría investigar de manera más rápida y eficaz cada mundo… incluso la Tierra.
Rodrigo empezó entonces a admirar a Cristofer y sus investigaciones, y a ver en Mariana una figura materna. Al haber sido tan pequeño y no haber conocido una presencia así, ansiaba ese tipo de amor, y Mariana no dudó en ofrecérselo. Era estricta con su alimentación, su entrenamiento y sus estudios. Rodrigo era feliz, y cada noche agradecía haber encontrado personas que realmente lo amaban.
Así, entre altos y bajos, comenzaron a pasar los años. Sin embargo, al notar que Rodrigo no crecía, iniciaron una serie de pruebas para descubrir qué ocurría. Investigaron durante mucho tiempo, hasta que Cristofer llegó a una conclusión inquietante: todo el maltrato sufrido había provocado que el poder de Rodrigo actuara como un escudo, impidiéndole crecer hasta que su cuerpo estuviera en condiciones de desarrollarse fuerte y sano.
Desde entonces, siguió una dieta estricta y un entrenamiento específico para favorecer su crecimiento y desarrollo.
Narra Estefanía:
La información era demasiado para asimilarla de una sola vez. Sentía la cabeza pesada, como si algo presionara desde dentro. Sin darme cuenta, pregunté en voz baja:
—¿Y cuánto tiempo pasó hasta que Rodrigo creció?
Eduardo soltó una carcajada.
—Si le vas a soltar ese tipo de información, dile más despacio —le dijo a Mariana—. Mírale la cara a Estefanía, parece que hizo un cortocircuito.
Siguió riendo. Ya no parecía molesto; había vuelto a burlarse de todos, incluso de sí mismo. Como no se calmaba y se había acercado demasiado, le di un patazo. Cayó al suelo y comenzó a sobarse la pierna entre quejidos exagerados.
Cuando intentó devolverme el golpe, Mariana lo detuvo de inmediato y le advirtió que no me hiciera nada. Eduardo protestó como un niño berrinchudo, diciendo que no era justo, que yo había comenzado.
—No importa —sentenció Mariana—. Siéntate.
Le saqué la lengua. Él bufó, pero obedeció.
Con voz suave, Mariana retomó la conversación:
—Verás, Estefanía… Rodrigo comenzó a crecer después de cien años. Primero recuperó su memoria y, poco a poco, su fuerza. Por eso nos tardamos tanto en venir a la Tierra. Como te dijo antes Cristofer, nuestro poder está vivo y es fiel a nosotros; siempre velará por nuestro bienestar.
Ese poder, con voluntad propia, nos otorgó la Kael’varya para protegernos.
Hizo una pausa, y su mirada se ensombreció.
—Pero vino acompañado de una advertencia. Si alguno de nosotros se corrompía o moría antes de controlar por completo sus habilidades, ese mismo poder nos consumiría.
Despertaría pensamientos oscuros… y, en lugar de proteger los mundos, podríamos destruirlos.
Por eso, aunque Rodrigo no crecía, entrenó y estudió sin descanso para dominar su poder. Cuando finalmente lo consiguió, pudimos adelantarnos al grupo de Var’kael y descubrir dónde reencarnarían nuestra ama y nuestro hermano.
#3314 en Fantasía
#1630 en Thriller
#771 en Misterio
mundos paralelos, criaturas fantasticas, magia y reencarnacion
Editado: 15.12.2025